Diluvio de Al Aqsa: ninguna paz se ha roto

undefined
undefined

Aquellas personas interesadas en comprender los eventos más recientes en Israel-Palestina deben reconocer que la línea temporal de la “guerra” no acaba de iniciar. Ninguna paz se ha roto, sencillamente porque el sistema de apartheid, el bloqueo ilegal de la Franja de Gaza, la limpieza étnica y el despojo de tierras de cientos de pueblos y aldeas palestinas permiten hablar de un proceso que se originó hace casi 75 años y que continúa hasta hoy sin interrupciones. Con la fundación del Estado de Israel en Palestina mediante estos métodos y su subsiguiente política de judaización forzada, la catástrofe ha sido una realidad continua.

Fechas y heridas cíclicas

La historia se repite y se manifiesta cada año en las fechas marcadas por una tragedia cíclica y cruel. Los palestinos conmemoran el Yaum al-Nakba (día de la catástrofe) cada 15 de mayo, recordando el día en que cerca de 750 mil palestinos fueron forzados al exilio y castigados con la negación de su derecho al retorno a su tierra. Israel, por otro lado, celebra su fiesta de independencia en una fecha adyacente, Yom Ha’atzmaut. La disputa por la historia es bastante enconada: Israel, además, promulgó la “Ley Nakba”, que prohíbe expresar luto el día de la fiesta israelí. Ante la ausencia de justicia, o de algo que cierre ese doloroso episodio, la Nakba no es un acontecimiento cerrado, sino una herida abierta que sigue afectando la vida diaria de los palestinos, que ocurre, se repite y volverá a ocurrir si no se hace justicia. Ahora, cincuenta años y un día después de la guerra de Yom Kipur, la violencia vuelve a surgir en otra fecha simbólica.

En aquella ocasión, el 6 de octubre de 1973, Egipto y Siria lanzaron ataques contra posiciones israelíes con el objetivo de reclamar los territorios de la Península del Sinaí y los Altos del Golán, los cuales habían sido ocupados por Israel tras la Guerra de los Seis Días en 1967. Esta vez Hamás, junto con varias otras organizaciones armadas palestinas, lanzó aproximadamente 2,500 misiles dirigidos hacia áreas civiles en ciudades israelíes. En una operación altamente coordinada, se llevaron a cabo la captura de prisioneros israelíes y se derribaron secciones del muro ilegal que encierra a Gaza, lo que permitió que cientos de palestinos cruzaran la frontera, por vía terrestre y aérea usando parapentes. Además, las milicias de Hamás continúan patrullando poblados israelíes con el objetivo de expulsar a los colonos judíos. En respuesta a estos acontecimientos, el Estado de Israel ha declarado la guerra y se anticipan días difíciles de contraofensiva.

En un comunicado emitido por el Ministerio de Asuntos Exteriores y Expatriados de Palestina, la oficina declara lo siguiente: “Hemos advertido repetidamente sobre las consecuencias de obstruir el horizonte político y de negar al pueblo palestino su legítimo derecho a la autodeterminación y la creación de su propio Estado. También hemos advertido sobre las repercusiones de las provocaciones y los ataques diarios, que incluyen el continuo terrorismo por parte de los colonos y las fuerzas de ocupación, así como los ataques a la Mezquita de Al-Aqsa y a los lugares sagrados tanto cristianos como islámicos”. Por consiguiente, para poder entender la situación actual que se vive en Israel-Palestina habrá que conceptualizar los recientes ataques de Hamás como una respuesta, no como un ataque en abstracto y entender las condiciones de las que parte el pueblo palestino, entre Israel y Hamás.

El odio detrás del muro

Recientemente Israel, como otros países del mundo, ha experimentado un aumento en el apoyo hacia la ultraderecha en el ámbito electoral. En noviembre de 2022, Benjamin Netanyahu logró ganar las elecciones gracias a una alianza estratégica que su partido, el Likud, forjó con varias agrupaciones políticas de extrema derecha. Esta coalición incluyó al Partido Sionismo Religioso, liderado por el ultranacionalista Bezalel Smotrich; el Partido Poder Judío, encabezado por el extremista Itamar Ben Gvir, conocido por sus posturas anti-palestinas; el partido Noam, dirigido por Avi Maoz, un político con opiniones intolerantes y homofóbicas. Además, se contó con el respaldo de dos partidos ortodoxos sionistas, el Judaísmo Unido de la Torá y Shas. Esta amalgama de fuerzas políticas ha dado como resultado la formación del gobierno más radical y beligerante en la historia de Israel.

Este tipo de partidos ha ganado cierto nivel de apoyo entre el electorado israelí, promoviendo consignas como “la ocupación no es temporal” y “la anexión total de Palestina es necesaria”, entre otras declaraciones de naturaleza similar. En meses recientes, Israel ha continuado con la expulsión forzada de residentes de pueblos palestinos, destruyendo sus cultivos, árboles, tratando de desalojar barrios enteros, (como el reciente caso de Sheik Jarrah) y empleando avanzadas herramientas de guerra tecnológica y guerra dronizada con ataques automáticos. En este punto es importante destacar las operaciones militares llevadas a cabo por Israel en los últimos meses en las ciudades de Nablus y Yenín. Frente a las políticas institucionales racistas, las acciones de los colonos fanáticos cobran valentía. Estos muchas veces operan protegidos por la misma policía israelí y amedrentan, hostigan más que nunca, e incluso destruyen las casas de los palestinos o las reclaman como propias. Recientemente, por ejemplo, se difundió en las redes sociales una imagen que mostraba a colonos sionistas vertiendo cemento en un pozo de agua palestino en Al-Hirah. Por si fuera poco, según la organización Save the Children, el año 2023 ha sido testigo del mayor número de niños palestinos asesinados por las fuerzas de ocupación israelí en Cisjordania.

En ocasiones recientes, la Mezquita de Al-Aqsa ha sido el lugar de visitas provocativas de funcionarios israelíes (como el ultraderechista Ben Gvir) y objeto de intrusiones tanto por parte de extremistas sionistas como del propio ejército israelí. Durante el año 2023, uno de los episodios más alarmantes ocurrió durante el mes de Ramadán, el período más sagrado en el islam, cuando los musulmanes se abstienen de la guerra y de responder a las agresiones. En esa última celebración de Ramadán, las fuerzas del ejército israelí ingresaron a la Mezquita de Al-Aqsa, deteniendo a varios palestinos y causando daños importantes en este sitio sagrado, en una acción violatoria del derecho internacional. En los últimos años se han producido provocaciones que llevaron la situación al límite, como cuando grupos de judíos sionistas en repetidas ocasiones han tratado de sacrificar un cordero pascual por Pesaj, en la Haram Al-Sharif (o Explanada de las Mezquitas), lo cual intenta ser una ofensa terrible al realizarlo en un sitio sagrado musulmán. Teniendo en cuenta estos eventos, resulta fundamental entender la Operación Diluvio de Al-Aqsa como una respuesta directa a estas provocadoras circunstancias.

Tres aspectos de las narrativas hegemónicas sobre el Diluvio de Al-Aqsa

1) La condena anticipada. Aquellos que buscan contextualizar la violencia perpetrada por Hamás a menudo se ven obligados a anticipar una condena de dicha violencia. Es innegable que debemos condenar la violencia dirigida contra civiles; no cabe duda al respecto. No obstante, comenzar desde esta premisa a menudo dificulta la posibilidad de analizar la violencia en su contexto. Para poder condenar de manera efectiva la violencia y las acciones inhumanas que causan sufrimiento, es imperativo comprender su trasfondo. Si examinamos las condiciones a partir de las cuales los palestinos parten, no debería sorprendernos la existencia de Hamás y su lucha en la Franja de Gaza. Donde quiera que exista un ejército opresor, es muy probable que surja un movimiento armado de liberación; donde exista un ejército invasor fuertemente armado, es probable la emergencia de un movimiento de resistencia armada. La clave radica en entender por qué Hamás ha logrado consolidarse como una respuesta viable ante sus circunstancias específicas y el desamparo internacional de los palestinos. Aunque Hamás no representa a Palestina en su totalidad ni es la única organización que ha pretendido liderar la lucha por la liberación, es fundamental comprender cómo ha conseguido respaldo entre diversos sectores, incluyendo musulmanes, cristianos e incluso seculares en Gaza.

Hamás, financiado en una primera etapa por el mismo Estado de Israel para dividir la resistencia palestina, tuvo la tarea de oponerse al partido Fatah, fundado por el líder Yaser Arafat, y de plantearse como oposición a lo pactado en los Acuerdos de Oslo en 1993. Hamás sostuvo que los acuerdos serían demasiado convenientes para Israel, y que no habría forma de obligar a éste a respetarlos. Lamentablemente, el tiempo le dio la razón: los acuerdos no lograron traer la paz a la región ni consolidar la autonomía de Palestina. Frente al descrédito de la vía política, los imposibilidad de la diplomática y de los impedimentos para la democrática en varias ocasiones, buena parte de la población civil de Gaza ha terminado por respaldar la estrategia armada de Hamás.

Aunado a esto, se ha visto la emergencia de nuevas milicias palestinas. No sólo es Hamás: varios grupos se han volcado por transmitir la necesidad de la lucha armada contra la potencia militar tecnológicamente más avanzada del planeta. Estos grupos han llegado a la conclusión de que los medios pacíficos tienen un límite, y que no es posible enfrentar a un cuerpo militar de ocupación sin que haya combates directos a la hora de defender las aldeas palestinas que se han visto en acecho. Este es el caso, por ejemplo, del grupo “guarida de los leones”, surgidas a partir del asesinato de líderes palestinos en Cisjordania y de la necesidad de defender el campo de refugiados de Yenín de los ataques sionistas.

2) El discurso de la guerra. Otro sentido común adverso a la comprensión de la ocupación de Palestina es el de la equivalencia entre las violencias. Por más que intentemos hacer entrar a la ocupación Palestina dentro del esquema de las “guerras asimétricas” o de los “conflictos”, esto no es posible si reconocemos las amplias diferencias en las fuerzas de los beligerantes. Israel es un Estado poderoso que tiene armas nucleares, químicas, biológicas y propagandísticas. La Franja de Gaza es un pequeño territorio en el que viven encerrados más de dos millones de personas (la mitad de ellos niños). La población vive cercada por un muro ilegal, a pesar de ser la segunda ciudad con más densidad poblacional del mundo. No poseen ejército ni policía, de hecho, los “ataques aéreos” realizados por Hamás en realidad fueron realizados en simples parapentes. Cualquiera que insista en la narrativa de la equivalencia entre las violencias o que asuma un pacifismo inocente, está asumiendo una posición que no es neutral, sino que termina por validar el discurso del agresor.

3) “Pasó lo imprevisible”. Otro punto es el de la imprevisibilidad de los ataques de Hamás a Israel. Desde antes de la fundación del Estado de Israel en Palestina, voces de todo el mundo alertaron de los escenarios catastróficos que supondría el llevarse a cabo mediante el despojo territorial y de limpiezas étnicas. La realidad es que, frente al aumento sustancial de los ataques israelíes contra la población palestina, una respuesta de Hamás ante las agresiones es algo que fácilmente se espera. Hamás ha planteado que los ataques que ha realizado contra la población israelí son siempre respuesta directa a las cometidas contra la población civil palestina. Ante esta realidad, las autoridades israelíes siempre han tenido consciencia de que la espiral de violencia sólo puede crecer, el odio no hace más que arraigarse si continúan con las políticas de expansión y desplazamiento de las poblaciones palestinas. A gran escala, la implantación de Inglaterra y Francia de un proyecto colonial en Palestina no tiene otras consecuencias que lo que estamos viendo y que se alertó.

Sin duda, el diluvio de Al-Aqsa añade una nueva dimensión a la ocupación de Palestina. Lo importante está en no conceder que este ataque sea la justificación que los sionistas necesitan para que los habilite a practicar la indolencia descarnada y realizar cualquier cantidad de masacres y crímenes de guerra, como la reciente decisión de bloquear (todavía más) el suministro de agua, alimentos, medicinas y servicios básicos a Gaza. Habrá que esperar a ver cómo se desarrollan los hechos y que elementos tiene Hamás para plantear negociaciones, en especial tomando en cuenta la cantidad de rehenes israelíes que mantiene. Quizá lo que Hamás pida por la liberación de estos israelíes es lo que puede determinar el rumbo de los ataques. Sin embargo, lo fundamental es que sin justicia, entendida como la condena de la ocupación de Palestina, existe la absoluta certeza de que no habrá paz, y que las fechas y las heridas seguirán sobreponiéndose en una espiral infinita.

* Erick Rove (@Rovespierr) es Filólogo y Maestro en Estudios Latinoamericanos por la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Integrante del grupo de investigación “Palestina y América Latina” del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO) y miembro del Colegio Internacional de Graduados de la Freie Universität de Berlín en Alemania. Sus investigaciones giran en torno a las materialidades de la escritura en contextos de dictadura, exilio y ocupación.