El dilema más sombrío para Biden: cómo enfrentarse a Rusia sin arriesgarse a desencadenar una guerra nuclear

El Ejército ucraniano apostado frente a la playa en Odesa, Ucrania, el 16 de marzo de 2022. (Tyler Hicks/The New York Times)
El Ejército ucraniano apostado frente a la playa en Odesa, Ucrania, el 16 de marzo de 2022. (Tyler Hicks/The New York Times)

Desde que Vladimir Putin comenzó a amenazar con invadir Ucrania, Occidente ha tenido que lidiar con el más sombrío de los dilemas: cómo enfrentarse a una potencia nuclear como Rusia sin arriesgarse a desencadenar una guerra nuclear.

Sin embargo, no es un dilema nuevo. Inspiró gran parte de la teoría de juegos moderna, desarrollada por teóricos académicos como Thomas Schelling y estudiada por generales y altos funcionarios del gobierno estadounidense durante la Guerra Fría.

La teoría básica establece que es posible desafiar a otro país con armas nucleares. Harry Truman, Dwight Eisenhower, John F. Kennedy y otros presidentes estadounidenses lo han hecho: amenazaron con usar la fuerza contra el Ejército soviético y, en algunas ocasiones, incluso la cumplieron. Sin embargo, estos enfrentamientos son en extremo delicados y requieren cuidadosas medidas para minimizar las posibilidades de escalada.

Frágil equilibrio

El gobierno de Joe Biden y sus aliados europeos están siguiendo una versión de esta estrategia en Ucrania. Además de imponer duras sanciones económicas a Rusia, la coalición suministra armas a Ucrania, mientras señala con cautela que no tiene planes de ampliar el conflicto mediante la invasión de Rusia, como parece temer Putin.

“Todos los aspectos de la política estadounidense en materia de guerra están determinados por este frágil acto de equilibrio”, explicaba un análisis reciente de The New York Times. Como dice Andrea Kendall-Taylor del Center for a New American Security, un grupo de expertos, el presidente Joe Biden y sus asesores “están tratando de dilucidar cómo transitar esa línea sin cruzarla de manera que se corra el riesgo de una confrontación directa con Rusia”.

Ese equilibrio implica una complicada serie de concesiones en las que casi cualquier medida que ayude a Ucrania corre el riesgo de ofender a Putin.

Algunos observadores (incluidos muchos conservadores, pero también otros) creen que Estados Unidos y Europa occidental han sido demasiado tímidos (el columnista del Times Bret Stephens ha expuesto este argumento). Michael McFaul, embajador de Estados Unidos en Rusia durante la presidencia de Barack Obama, escribió en The Washington Post: “Para poner fin a la guerra se necesita de inmediato más ayuda militar occidental, en especial armas que puedan derribar aviones y misiles rusos o destruir la artillería”.

Otros analistas opinan que Estados Unidos y Europa han sido bastante beligerantes. Impusieron sanciones duras, proporcionaron armas a Ucrania y concentraron efectivos en los países de la OTAN cerca de las fronteras rusas. Estos analistas consideran que hacer algo más podría llevar a Putin a atacar a un país de la OTAN, lo que podría desencadenar una guerra mundial.

Mi colega Max Fisher ha escrito que, aunque es poco probable, resulta más plausible un ataque nuclear que en cualquier otro momento desde la crisis de los misiles en Cuba en 1962. “La perspectiva de un conflicto nuclear (…), ahora vuelve a ser una posibilidad”, advirtió la semana pasada el secretario general de las Naciones Unidas, António Guterres.

Personas mayores evacuadas del pueblo suburbano de Horenka se refugian en un jardín de niños de Kiev, Ucrania, el domingo 20 de marzo de 2022. (Lynsey Addario/The New York Times)
Personas mayores evacuadas del pueblo suburbano de Horenka se refugian en un jardín de niños de Kiev, Ucrania, el domingo 20 de marzo de 2022. (Lynsey Addario/The New York Times)

¿De qué otra manera pueden Estados Unidos, la Unión Europea, el Reino Unido, Turquía y otros países ayudar a Ucrania? ¿Y cómo pueden estos países indicar a Putin que no buscan una guerra mayor?

El principio rector de las armas que Estados Unidos está dispuesto a enviar a Ucrania es sencillo: armas que pueden ayudar a Ucrania a defenderse, pero que no serían útiles para invadir Rusia.

Putin no les cree

Si les causa confusión por qué nadie habla de invadir Rusia, no se sientan mal. El gobierno de Biden y sus aliados europeos no están considerando en absoluto la posibilidad de invadir Rusia. El problema es que Putin no les cree.

Putin sabe que Occidente desea que deje de ser el líder de Rusia y sabe que Estados Unidos tiene una historia reciente de guerras de cambio de régimen, en Afganistán, Irak, Libia y Siria. El gobernante ruso une estos dos hechos y se preocupa ante la posibilidad de una campaña militar para sacarlo del poder.

“Alguien como tú o como yo podríamos pensar que es una locura, pero al interior de Moscú se considera bastante probable y es motivo de obsesión”, dice Fisher.

Por esta razón, Occidente ha estado enviando a Ucrania armas más útiles para la defensa que para el ataque. La lista incluye misiles que se lanzan desde el hombro (como Javelins, NLAW y Stingers) y drones que pueden disparar misiles guiados al enemigo que se encuentra en Ucrania, pero que carecen de alcance para llegar a Rusia. Estados Unidos y Europa están tratando de enviar un gran número de estas armas a Ucrania antes de que Rusia tome el control de una parte tan grande del país que la entrega se vuelva difícil, dice Eric Schmitt, escritor veterano del Times.

En contraste, el gobierno de Biden rechazó con firmeza las peticiones del presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, de establecer una zona de exclusión aérea sobre Ucrania. Para ello, sería necesario bombardear los sistemas de armamento situados en el interior de Rusia que ayudan a proteger sus aviones mientras sobrevuelan Ucrania.

El gobierno también rechazó la solicitud de Zelenski de enviar aviones de combate MiG-29 de Polonia que podrían ayudar a Ucrania a atacar a las tropas rusas desde el aire. Los aviones avivarían los temores rusos de una invasión porque (como dijeron los generales estadounidenses durante una sesión a puerta cerrada con el Congreso la semana pasada) podrían llegar a Moscú desde Ucrania en cuestión de minutos.

Sin embargo, el gobierno estadounidense analiza una nueva idea: instar a Turquía a que envíe sistemas de misiles antiaéreos S-400 a Ucrania. El S-400 (que, por cierto, se fabrica en Rusia) puede transportarse en la parte trasera de un camión y puede derribar aviones. Las autoridades de Estados Unidos no están seguras de cómo podría reaccionar Putin si Ucrania los recibiera.

Teoría del juego

La teoría del juego está presente en todas estas cuestiones.

Desde luego, a Putin le interesa hacer creer a Occidente que se enfurecería ante cualquier ayuda sustantiva a Ucrania. Hacerlo puede ayudar a mantener la ventaja militar de Rusia. El gobierno de Biden, por su parte, estaría actuando con ingenuidad y abandonando en la práctica a Ucrania, si cree que esa sería la reacción de Putin.

Por otro lado, enfrentarlo de forma tan agresiva que tema por su vida política podría desencadenar una guerra mayor. Podría llevar a Putin a atacar un país de la OTAN en la frontera de Ucrania, como Polonia, país a través del cual pasan las armas que Occidente envía a Ucrania.

No hay respuestas fáciles. Es un dilema sacado de la Guerra Fría, en el que tanto la timidez como la agresión conllevan riesgos. “La política de jugar con fuego es la creación deliberada de un riesgo de guerra reconocible, un riesgo que no se puede controlar del todo”, escribió Schelling.

© 2022 The New York Times Company

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