Cada vez es más difícil montar una obra escolar sin que haya un drama político

Una escena de “The Prom” en el Cort Theater en Nueva York, el 21 de octubre de 2018. (Sara Krulwich/The New York Times).
Una escena de “The Prom” en el Cort Theater en Nueva York, el 21 de octubre de 2018. (Sara Krulwich/The New York Times).

Stevie Ray Dallimore, un actor y profesor, llevaba una década a cargo del programa de teatro de una escuela privada solo para varones en Chattanooga, Tennessee, pero nunca había vivido un año académico como este.

Una producción de “She Kills Monsters” propuesta en una escuela vecina solo para niñas que iba a incluir a sus estudiantes fue rechazada por su contenido homosexual, afirmó. Una puesta en escena de “Shakespeare in love” en la escuela de niñas que habría incluido a sus chicos en el elenco también fue rechazada porque implicaba travestismo. La producción en su escuela de “Las tres hermanas”, el clásico de Antón Chéjov, fue rechazada por lidiar con temas de adulterio y por inquietudes de que algunos niños interpreten a mujeres, como ya han hecho en el pasado, relató Dallimore.

Las obras escolares —un elemento importante de la educación artística desde hace mucho y una experiencia formativa para los adolescentes creativos— se han convertido en el campo de batalla más reciente en un momento en que las divisiones políticas y culturales en Estados Unidos han provocado un repunte de prohibiciones de libros, conflictos sobre cómo se estudia la raza y la sexualidad en las escuelas e iniciativas de algunos políticos para restringir las actuaciones “drag” y la atención médica transgénero para niños y adolescentes.

Desde hace décadas, las producciones estudiantiles han enfrentado escrutinio por cuán apropiadas son para la edad de los alumnos y, más recientemente, estudiantes y padres de familia con convicciones de izquierda han rechazado muchos textos por su manera de retratar a las mujeres y a las personas de color. Pero la ola más reciente de objeciones proviene en gran medida de los padres y funcionarios escolares con ideologías de derecha.

¿Cuál fue el acto final del drama que vivió Dallimore en Chattanooga durante todo un año? Se enteró de que su puesto en la escuela secundaria McCallie School, así como el de su contraparte en la vecina Girls Preparatory School, iban a eliminarse. Se les invitó a postularse a un nuevo puesto individual que supervisaría la clase de teatro en ambas escuelas; ahora ambos docentes se quedaron sin trabajo.

“Está claro que este es un problema a nivel nacional del que nosotros somos una pequeña parte”, afirmó Dallimore. “Sin duda es parte de un movimiento más grande, una iniciativa fuertemente concertada en la que la política y la religión van de la mano, prohíben libros y tratan de borrar la historia y vilipendiar a la otredad”.

Stevie Ray Dallimore en Washington, el 29 de junio de 2023. (Greg Kahn/The New York Times).
Stevie Ray Dallimore en Washington, el 29 de junio de 2023. (Greg Kahn/The New York Times).

Una portavoz de McCallie, Jamie Baker, reconoció que los puestos de dirección de teatro en ambas escuelas se eliminaron para que los programas pudieran combinarse, pero sostuvo que “insinuar o afirmar de cualquier manera que el contrato del director de teatro en McCallie no se renovó por inquietudes de contenido sería un error”. Destacó que la escuela tiene un “legado judeocristiano y un compromiso con los principios cristianos”, y agregó: “El hecho de que sigamos tomando decisiones alineadas con estos compromisos no debería sorprender a nadie”.

Profesores de artes dramáticas en todo el país informan que se enfrentan a un escrutinio cada vez mayor en relación con el material que eligen montar y que los títulos que eran aceptables hace unos años ya no se pueden actuar en algunos distritos. El mes pasado, la Asociación de Teatro Educativo publicó una encuesta de maestros que reveló que el 67 por ciento afirma que la preocupación por la censura está influyendo en sus elecciones para el próximo año escolar.

En correos electrónicos y llamadas telefónicas de las últimas semanas, profesores y padres de familia citaron una letanía de ejemplos. De la derecha, ha habido reclamos por el contenido homosexual en el musical “The Prom”, la obra “Almost, Maine” y otras producciones que se montan a menudo; de la izquierda, ha habido preocupaciones por la representación de la raza en “South Pacific” y “Thoroughly Modern Millie” y del género en “How to Succeed in Business Without Really Trying”, “Un beso para Birdie” y “Vaselina”. Además, en escuelas individuales, ha habido todo tipo de quejas, sobre la presencia de acoso en la adaptación musical de “Chicas pesadas” y la ausencia de personajes blancos en “Fences”, así como sobre las palabras “maldito” (en “Oklahoma”), “desgraciados” (en “Newsies”) y “Dios” (en “La sirenita”).

Desesperados, ahora los docentes buscan títulos que de alguna manera sean relevantes para los adolescentes de la actualidad y a la vez no los metan en problemas.

“No se quiere provocar ningún tipo de polémica”, comentó Chris Hamilton, director de teatro en un bachillerato de Kennewick, Washington. Hamilton relató que el año pasado fue la primera vez, en sus 10 años de trayectoria docente, que una obra que propuso fue prohibida por los administradores de la escuela: “She Kills Monsters”, una comedia sobre una adolescente que encuentra consuelo en el juego de Calabozos y Dragones, es la séptima obra escolar más popular del país y contiene personajes gays. “El nivel de escrutinio ha crecido”, aseveró Hamilton.

En todo el país, tanto en estados demócratas como en republicanos, los profesores de teatro afirman preocupados que cada vez les es más difícil encontrar obras y musicales que no susciten críticas que puedan costarles sus trabajos o derivar en recortes de presupuesto para sus programas. “Hay gente que está perdiendo su empleo por proponer el musical equivocado”, señaló Ralph Sevush, director ejecutivo de asuntos comerciales del Dramatists Guild of America, organización profesional para dramaturgos, compositores y letristas en el mercado teatral de Estados Unidos.

“Una sociedad polarizada está librando guerras culturales en las preparatorias”, agregó.

Los defensores del ámbito sostienen que estas limitaciones están afectando la educación de futuros artistas y audiencias.

“Los estudiantes merecen la oportunidad de estar expuestos a una amplia variedad de obras, no solo al material más seguro, más inofensivo, más familiar”, dijo Howard Sherman, director gerente del Baruch Performing Arts Center de Nueva York, quien lleva años dando seguimiento a este asunto.

En algunas regiones del país, las obras disputadas ni siquiera se pueden leer: en Kansas, como respuesta a las objeciones de una madre, el consejo educativo de un bachillerato de Lansing les prohibió a los estudiantes leer “El proyecto Laramie”, una obra que a menudo se monta y estudia en las escuelas y habla del asesinato de Matthew Shepard, un estudiante homosexual en Wyoming.

“Todos los años hay unas cuantas escuelas que prohíben que se monte la producción, pero esta es la primera vez que se prohíbe su lectura”, afirmó el autor principal de la obra, Moisés Kaufman, cuya compañía de teatro se ofreció a enviarle el libreto a cualquier alumno de Lansing que lo solicitara. “No quiero ser alarmista, pero esto es alarmante”.

c.2023 The New York Times Company