Diego El Cigala trae sus ‘obras maestras’ del bolero a Miami

Antes de llegar a la pared, el niño que fue Diego El Cigala había estado dando palmas y cantando. “Diego, a la pared” o “Diego, sal de la clase”, recuerda que decía la maestra que lo castigaba por armar la rumba en la escuela.

“Siempre venía con mi balón y mi bicicleta, pero donde había una guitarra, ya dejaba la bici y la pelota y me ponía para las cosas”, recuerda El Cigala sobre una época en la que sus pasiones se dividían entre el fútbol y la música, pero también en la que ver al bailaor Mario Maya o a uno de los grandes cantaores del flamenco, Bambino, era algo de todos los días.

Su padre, que también era músico, los traía a la casa. Eran algunos de los invitados a las descargas de ese patio donde se crió en Madrid.

“He tenido una infancia maravillosa en la que también había música, y había donde escucharla. Hoy los tiempos han cambiado, hoy se hace mucha música –por decirlo de alguna manera– rápida, de prisa y enlatada”, dice Cigala, que siempre busca dar ese aire íntimo, de descarga, a sus conciertos.

En las oficinas de la disquera Sony Music en Coconut Grove, Diego El Cigala adelanta sobre su próximo concierto en Miami, el sábado 30 de septiembre, en el James L. Knight Center. Viene a presentar los temas de su nuevo álbum, Obras maestras, con los que regresa a Latinoamérica y al bolero.

A la par que habla del disco que hizo con su “compadre” Jumitus –el pianista Jaime Calabuch, que lo acompaña hace más de 20 años, “un gitano catalán”, que además es sobrino verdadero de Moncho, el Gitano del Bolero–, va contando anécdotas de su primer encuentro con Bebo Valdés y de la vez que vio a Israel López “Cachao” en un hotel en Barranquilla.

“Me gustaba mucho el tono de voz de él, cuando lo veías no te podías imaginar que salía esa voz tan dulce. Inspiraba confianza”, dice de Cachao, con quien lamenta no haber colaborado.

Los 20 años de ‘Lágrimas negras’, de Bebo y El Cigala

Cuba estuvo desde siempre en su camino. En ese patio de la “corrala” madrileña donde creció –así se le llama en España a las casas de vecindad donde los pasillos y espacios abiertos permiten el encuentro de los vecinos–, Cigala recuerda haber visto a los primeros cubanos, niños que extrañaban su tierra y que jugaban a la pelota, mientras los otros preferían el fútbol.

Años después, por esas uniones fortuitas que cambian la vida y la carrera de un músico, Diego El Cigala grabaría Lágrimas negras con Bebo Valdés, uno de los pianistas más grandes que ha dado Cuba. El nombre de El Cigala y su interpretación de temas cubanos y latinoamericanos con su voz del flamenco quedó unido para siempre al destino musical de la región.

También cambió el destino de Bebo, que después de años de semianonimato en una carrera constante que le dio de comer pero no la gloria lejos de Cuba, alcanzó el éxito merecido.

“Yo nunca había cantado a piano, y empecé a cantarle Amar y vivir de Consuelo Velázquez”, recuerda de la primera vez que tocó con Bebo Valdés en un “estudio de grabación chiquitico”.

Lágrimas negras, que se grabó en tres días, cumplió 20 años en marzo del 2023. Curiosamente, Miguel Matamoros compuso el tema que da nombre al álbum en un viaje a la República Dominicana, la tierra donde vive El Cigala hace 14 años y de la que tiene la nacionalidad.

“¿Y cómo se te da el merengue?”, preguntamos a El Cigala, que con tanta maestría logró meterse al público argentino en un bolsillo con sus versiones de tango.

“Yo bailo menos que un gato escayolao. Siempre se lo digo a mi amigo Sergio Vargas”, bromea Cigala, que obviamente no tiene esa suerte con el merengue que tuvo con el tango, una apuesta arriesgada que le dio muchos frutos.

En el 2010, en el teatro Gran Rex de Buenos Aires, delante de 4,000 personas, cantó Garganta con arena, y unos minutos después ya supo que el público era suyo, recuerda del concierto que se convirtió en su disco Cigala & Tango.

“No sabías si te iban a tirar una cesta de huevos o si ibas a conseguir hacerte con el tango, porque para el argentino es su música. ¡Quién le va a venir a hablar de tango a los argentinos!”, recuerda de la incertidumbre inicial de esa noche.

Entre las cadenas que lleva al cuello El Cigala, de las que generosamente comparte la historia de cada una, está la Medalla de Honor de Buenos Aires. También “un rosario que me regaló mi compañera, en paz descanse [Amparo Fernández]; esta guitarra, que está firmada por el que hizo la película de Camarón, Luis Miguel Zubillaga y también el Nazanero, que se parece a mí”, apunta Cigala.

Un gran triángulo vacío que cuelga de sus cadenas, llama la atención, y pregunto. Era una estrella de David, que en una noche de bohemia, partió por la mitad para dársela a un amigo.

“Es un detalle que marca un momento en tu vida”, dice, recordando que “la estrella era muy bonita, en oro y platino”, para agregar, sin arrepentimiento, que al día siguiente su amigo vino con el colgante puesto y le dio mucha alegría.

El Cigala íntimo y en tono de bolero

El artista madrileño reconoce que le gusta compartir, se ve que es un hombre de gestos, y que cuando también se los dedican a él, no los olvida.

El percusionista puertorriqueño Giovanni Hidalgo le envió de regalo una pista para Todos vuelven, el único tema de Obras maestras que no es un bolero, sino un vals peruano de César Miró, pero que la mayoría conoce por la versión de salsa de Rubén Blades.

Diego El Cigala lo cuenta emocionado, Hidalgo está enfermo y recibir un “regalo” así de una leyenda de la percusión le llega muy profundamente.

También lo emociona hablar de su colaboración con Jaime Calabuch “Jumitus”, quien produjo el disco y lo ayudó a escoger los temas.

“¡Te imaginas! De cientos de boleros que hay, escoger nueve”, dice, indicando que fue Jumitus quien le puso el nombre porque las obras maestras ya estaban hechas.

Desahogo es uno de los temas que pertenece a una nostalgia más cercana de una generación como la de El Cigala, de 54 años, que la escuchó en la voz de Roberto Carlos en la década del 1980.

El que fue tema obligado para bailar pegados en el cierre de las fiestas en Cuba también fue uno de los preferidos de El Cigala, que siempre que veía a Roberto Carlos cantarlo en la televisión, lo entonaba, sin jamás imaginar que un día lo llevaría al estudio y le daría su toque.

“El bolero lo siento como el flamenco”, afirma el artista, que promete un concierto muy acústico en Miami.

A esta altura de la entrevista hemos hecho un viaje por tablaos y bares de Madrid donde se toca el cajón y se baila flamenco –el Café Berlín, El Cardamomo– o por una taberna en Málaga donde comenzó a tocar Tomatito.

La descarga y el bolero están a punto. El Cigala recuerda un concierto en que Bebo Valdés fue muy feliz en Miami, en el 2004.

“Miami me trae memorias muy bonitas, de mis principios. He venido con todos los formatos”, dice.

“Me gusta compartir, estar con la gente, que me cuenten sus cosas. Me gusta ser un artista que puedas palpar, mirar a los ojos, no quiero ser uno que se esconde, porque yo me debo a mi público”, concluye.

Diego El Cigala en concierto en Miami, presentando ‘Obras maestras’, 30 de septiembre, 8 p.m., James L. Knight Center, 400 SE 2 Ave, entradas de $37.99 a $157.