Mientras se desvanece el sueño de la democracia venezolana, Maduro debe demostrar que no robó las elecciones | Opinión

Las esperanzas de miles de venezolanos en el sur de la Florida de que el régimen opresivo de Nicolás Maduro finalmente pudiera terminar se desvanecieron tras las elecciones presidenciales del domingo, al menos por ahora.

Estados Unidos y sus aliados en América Latina saben que la anunciada victoria de Maduro huele a viejo truco sucio de dictador. El lunes, la líder de la oposición del país, María Corina Machado, dijo que su equipo había reunido los recuentos finales de votos para demostrar que Maduro perdió abrumadoramente, informó el Herald.

El interrogante es si la comunidad internacional puede ejercer suficiente presión sobre el país sudamericano para que presente información que demuestre que sus elecciones fueron justas y libres de fraude, lo que no parece ser el caso. Y, si no lo fueron, ¿puede Estados Unidos forzar la salida de un régimen que ha sobrevivido a administraciones republicanas y demócratas de la Casa Blanca?

Ahora le toca a la administración de Biden, a la que algunos critican por haber hecho demasiadas concesiones a Venezuela antes de las elecciones, liderar el proceso. Estados Unidos no puede hacerlo solo.

Un portavoz del Consejo de Seguridad Nacional de Estados Unidos pidió el lunes a Maduro que proporcione “la tabulación completa y detallada de los votos” para demostrar que derrotó al candidato de la oposición Edmundo González Urrutia por 51.2% a 44.2%, como anunció el Consejo Nacional Electoral controlado por Maduro. La oposición venezolana exigió al gobierno que entregara impresiones escaneadas de todas las actas de votación en lugar de solo las cifras que aparecen en el portal digital del gobierno.

Pero la presión también debe venir de América Latina y de los aliados regionales de Maduro. Dice mucho que entre los países que felicitaron a Maduro estén Rusia, China, Irán y Cuba, donde la democracia y las elecciones justas no existen. Otros hasta ahora se han mostrado indecisos. El lunes, Maduro expulsó a diplomáticos de países latinoamericanos que cuestionaron su reelección.

Brasil, cuyo presidente izquierdista es uno de los mayores aliados de Maduro, no ha reconocido los resultados del domingo, pero aún tiene que adoptar una postura más firme.

El principal asesor de Relaciones Exteriores del país dijo el lunes que es cauteloso sobre los resultados y que Venezuela debe mostrar cómo llegó a ellos. Medios brasileños informaron el lunes que diplomáticos de Brasil, Colombia y México –todos países que han estado alineados con Maduro– se reunieron para discutir la exigencia de que el régimen proporcione informes de las boletas electorales al Carter Center, uno de los pocos grupos de monitoreo electoral permitidos en Venezuela.

Eso es un avance, pero si Maduro se niega a entregar más información, ¿entonces qué?

Estados Unidos se encontrará en una encrucijada. Hasta ahora, la administración de Biden ha intentado engatusar al país sudamericano para que permita cambios democráticos levantando algunas sanciones petroleras y liberando presos.

Si las elecciones del domingo resultan ser robadas, ¿cuál será el curso de acción: más sanciones duras como las que impuso la administración de Trump pero que no lograron espolear un cambio de régimen? Otro mandato de Maduro –y, posiblemente, una nueva ronda de sanciones– pudiera alimentar otra ola de migración en la Frontera Sur, a medida que los venezolanos desesperados escapan de la pobreza y pierden cualquier esperanza que les quede de que su país pueda volver a un régimen democrático libre.

En un año electoral, ese es un cálculo que el presidente Joe Biden y la vicepresidenta Kamala Harris, la esperada candidata presidencial demócrata, tendrán que hacer.

Cualquiera que haya visto a Maduro desplegar sucias artimañas electorales para mantenerse en el poder no está sorprendido por las elecciones del domingo. Antes del domingo, las encuestas mostraban a González Urrutia a la cabeza con amplios márgenes y los sondeos a pie de urna revelaron que había obtenido el doble de votos que Maduro.

Como dijo el presidente izquierdista de Chile, Gabriel Boric : “El régimen de Maduro debe entender que los resultados son difíciles de creer”, informó Reuters.

Las elecciones presidenciales deberían haber señalado una nueva era para Venezuela, y la diáspora del sur de la Florida. No fue así. Una vez más, el sueño de una democracia venezolana podría escapársenos de las manos.



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