Desinformación sobre COVID-19 resulta altamente contagiosa

Shayna Weiss dirige el tránsito en un centro de distribución de comida kosher, el miércoles 29 de julio de 2020, en Miami. El letrero dice: "Por favor practique el distanciamiento social. Gracias". (AP Foto/Wilfredo Lee)

PROVIDENCE, Rhode Island, EE.UU. (AP) — Mientras el mundo intenta encontrar una vacuna y un tratamiento para el COVID-19, parece que no hay algún antídoto a la vista para el creciente brote de teorías de conspiración sobre el coronavirus, engaños, mitos contra mascarillas y falsos remedios.

El fenómeno, que se ha desarrollado en gran medida en las redes sociales, se intensificó esta semana cuando el presidente estadounidense Donald Trump retuiteó un video falso acerca de que un medicamento contra la malaria era una cura para el virus y se dio a conocer que la inteligencia rusa está propagando información falsa sobre la crisis de salud a través de sitios web en inglés.

Los expertos temen que el torrente de información errónea esté socavando de manera peligrosa las labores para frenar el virus, que ha provocado unas 150.000 muertes en Estados Unidos, por mucho la mayor cantidad en un país en el mundo, de acuerdo con el conteo de la Universidad Johns Hopkins divulgado el miécoles. Más de medio millón de personas han fallecido a causa del COVID-19 en el resto del orbe.

Florida reportó 216 decesos, rompiendo el récord de un día que impuso la víspera. Y la cifra de muertes en Carolina del Sur superó las 1.500 esta semana, con lo que aumentó en más del doble en el último mes.

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“Es un problema real en términos de tratar de que llegue el mensaje al público sobre lo que pueden hacer para protegerse y cuáles son los hechos detrás del problema”, dijo Michael Osterholm, director del Centro de Investigación y Política de Enfermedades Infecciosas en la Universidad de Minnesota.

Señaló que el temor es que la “gente se está poniendo en peligro porque no cree que el virus sea algo con lo que tiene que lidiar”.

En lugar de desaparecer ante nueva evidencia, la información falsa ha crecido, alimentada por mensajes mixtos de las autoridades, transmitida por las redes sociales, amplificada por mandatarios como Trump y con la capacidad de mutar cuando es confrontada por hechos contradictorios.

“No es necesario el uso de mascarillas. Existe una cura”, prometió la doctora Stella Immanuel en un video que promocionaba la hidroxicloroquina. “No necesitamos que las personas estén confinadas”.

La verdad es que: El mes pasado, los reguladores federales revocaron la autorización para utilizar el medicamento como un tratamiento de emergencia en medio de crecientes pruebas de que no funciona y puede tener efectos secundarios letales. Incluso si fuera efectivo, no anularía la necesitad del uso de mascarillas y otras medidas que se han implementado para contener el brote.

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Nada de eso impidió a Trump —quien ha elogiado la hidroxicloroquina en repetidas ocasiones— retuitear el video. Twitter y Facebook comenzaron a eliminarlo el lunes por quebrantar las políticas de información falsa relacionada con el COVID-19, pero ya tenía más de 20 millones de vistas.

Muchas de las afirmaciones que Immanuel hace en el video son ampliamente refutadas por expertos médicos. Incluso ha hecho declaraciones aún más extrañas en ocasiones anteriores, diciendo que quistes, fibromas y otros problemas de salud pueden ser provocados por tener relaciones sexuales con demonios, que McDonald's y Pokemon promueven la brujería, que ADN de alienígenas es utilizado en tratamientos médicos y que “reptilianos” mitad humanos trabajan en el gobierno.

Otras teorías y farsas infundadas afirman que el virus no es real o que es un arma biológica creada por Estados Unidos o sus adversarios. Una afirmación falsa que se difundió en los primeros meses del brote fue que las torres de redes 5G propagaban el virus a través de microondas. Otra historia popular sostenía que el fundador de Microsoft, Bill Gates, planeaba usar las vacunas contra el COVID-19 para implantar microchips en los 7.000 millones de humanos del planeta.

Y además están las teorías políticas: que médicos, periodistas y funcionarios federales están conspirando para mentir acerca de la amenaza del virus para afectar a Trump políticamente.

Las redes sociales han amplificado las afirmaciones falsas y ayudado a que los que creen en ellas se encuentren entre sí. El flujo de información errónea ha representado un desafío para Facebook, Twitter y otras plataformas, que han sido acusadas de censura por eliminar información falsa sobre el virus.

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Un video de factura profesional de 26 minutos de duración que alega que el principal experto en enfermedades infecciosas de Estados Unidos, el doctor Anthony Fauci, fabricó el virus y lo envió a China fue visto más de 8 millones de veces antes de que las plataformas tomaran medidas para eliminarlo. El video, titulado “Plandemic”, también alertaba que las mascarillas podrían enfermar a la gente, la afirmación falsa que Facebook citó cuando eliminó la grabación de su sitio.

Judy Mikovits, la desacreditada doctora detrás de “Plandemic”, había sido invitada al programa “America This Week” del Sinclair Broadcast Group. Pero la compañía, que opera cadenas de televisión en 81 mercados de Estados Unidos, quitó el segmento, señalando que “no era adecuado” transmitirlo.

Esta semana, funcionarios del gobierno estadounidense que hablaron a condición de guardar el anonimato citaron lo que dijeron era un claro vínculo entre la inteligencia rusa y sitios web con historias diseñadas para propagar información falsa sobre el coronavirus en Occidente. Las autoridades rusas rechazaron las acusaciones.

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Los periodistas de The Associated Press Beatrice Dupuy en Nueva York, Eric Tucker en Washington, y Amy Forliti en Minneapolis contribuyeron a este despacho.