¿Desconcertado de que la comunidad de exiliados de Miami apoye a Trump? Demostró porqué en el mitin de Doral | Opinión
Los exiliados cubanos, venezolanos y nicaragüenses del sur de la Florida acudieron en masa al mitin de Donald Trump en su resort de golf de Doral el martes. Desfilaron alegremente en el Trump National Doral Miami –en un tiempo de 90 grados– con gorras de MAGA, agitando pancartas de Trump y mostrando su entusiasmo.
Trump incluso los saludó. “¿Cuántos venezolanos hay aquí esta noche?”, preguntó a la multitud. “¿Cuántos cubanos?”
La comunidad de exiliados del comunismo y el socialismo de Miami es a menudo cuestionada y ridiculizada por su fuerte apoyo a Trump.
A menudo se les pregunta: “Si huyeron de su país por Fidel Castro o Nicolás Maduro o Daniel Ortega, ¿por qué vendrían a Estados Unidos y apoyarían la presidencia de un hombre que es una amenaza para nuestra democracia?”
Es una pregunta válida. La respuesta: Porque Trump los ve. Los entiende. No ridiculiza su miedo a que Estados Unidos sea invadido por fuerzas que quieren destruirlo.
Estos mismos exiliados, fieles electores republicanos, han contribuido a convertir Miami-Dade, antaño bastión demócrata, en el escenario de una posible victoria de Trump si es el candidato republicano, según declaró al Miami Herald Jaime Florez, director de comunicación hispana presidencial del Comité Nacional Republicano.
“Miren a su alrededor”, dijo Florez en el mitin de Doral. “Tenemos venezolanos, nicaragüenses, cubanos; un grupo realmente diverso de electores hispanos todos aquí para apoyar al presidente Trump y a los republicanos”.
Para los cubanos, desde que el presidente Ronald Reagan visitó La Pequeña Habana el Día de la Independencia cubana de 1983 y pronunció las palabras “¡Viva Cuba Libre!”, ningún presidente o líder estadounidense los había cortejado tirando de su deseo de liberar a Cuba después de 65 años de dictadura. Reagan ganó su voto.
Al igual que Reagan, el discurso duro de Trump contra el comunismo y el socialismo es otra piedra de toque de su atractivo, que capitalizó en su mitin de Doral.
“Tenemos mucha gente de Cuba y Venezuela aquí esta noche y no quieren oír hablar de comunismo y socialismo”, dijo Trump a la multitud entre fuertes vítores.
Los venezolanos en la multitud saben que Trump, durante su primer gobierno enfrentó a Maduro, tratando de presionarlo para que renunciara. Trump fracasó, pero promete volver a intentarlo si es elegido. Y los nicaragüenses en el mitin saben que Trump una vez impuso sanciones a Ortega durante su regreso antidemocrático al poder.
La Administración de Biden también ha emitido sanciones contra ambos líderes latinoamericanos, pero Biden rara vez critica públicamente a líderes latinoamericanos controvertidos como hace Trump.
Lo llamemos como lo llamemos –complacer, predicar al coro, conectar–, parece que a Trump le funciona.
Trump reserva la mayor parte de su ira para el gobierno cubano, lo que funciona bien en Miami-Dade. Trump ha prometido dar marcha atrás en más concesiones que el presidente Barack Obama hizo como parte del restablecimiento de los lazos diplomáticos con Cuba. La flexibilización de los viajes y el comercio no ha conducido a más libertades o democracia en la isla.
“Como presidente, apoyaré de nuevo al pueblo de Cuba en su larga búsqueda de justicia y libertad”, dijo Trump a la multitud, que estalló en vítores.
No es sorprendente que muchos exiliados aprecien el nacionalismo “America First” de Trump. Son ferozmente patriotas hacia su país de adopción. Años de mensajes republicanos de que los demócratas son socialistas y comunistas antiestadounidenses –por falsos que sean– han funcionado, especialmente cuando el Partido Demócrata no ha encontrado la manera de contrarrestarlos adecuadamente.
Al criticar a las dictaduras latinoamericanas, Trump ofrece la perspectiva de una postura más firme de Estados Unidos contra ellas, incluso mientras alaba a peligrosos hombres fuertes de otras partes del mundo, como el ruso Vladimir Putin. Esa incoherencia no parece importar a muchos electores hispanos de Miami, como tampoco las propias amenazas de Trump a la democracia estadounidense y sus esfuerzos por anular las elecciones de 2020.
Otro aspecto desconcertante es cómo Trump denuncia a las personas que cruzan la frontera como “criminales y terroristas”, pero la comunidad de exiliados de Miami no siente que esté hablando de ellos, incluso si algunos de ellos llegaron al país en circunstancias similares a las de quienes huyen hoy de países como Venezuela.
No hay duda de que Trump ha sabido cómo atraer a la comunidad de exiliados de Miami-Dade. Y dada su diligencia a la hora de votar, pudiera ser una fórmula ganadora para él.
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