DeSantis apuesta a que votantes odien más a inmigrantes que a las elevadas tarifas de seguros | Opinión

Muchos floridanos del partido rojo saben que DeSantis respalda su odio hacia los inmigrantes.

Para empezar, millones de dólares de nuestros impuestos fueron designados por el gobernador Ron DeSantis y la Legislatura, no, no para subsidiar el costo vertiginoso de nuestros seguros de hogar, sino para enviar aviones llenos de nuevos inmigrantes a estados azules.

Si tuviera que hacerlo el gobernador los pescará en el mar para sus payasadas publicitarias.

Sus aspiraciones presidenciales necesitan titulares impactantes, y el oxígeno de su presupuesto de gobierno grande de $117,000 millones solo encuentra espacio para satisfacer el odio irracional a los inmigrantes y para enfrentarse a Disney World en los tribunales por una opinión contraria a la suya.

La caza de migrantes será tan cara como los abogados bien pagados que DeSantis está empleando para defender sus infracciones a los derechos civiles.

Al promulgar un amplio proyecto de ley antiinmigración, DeSantis construyó su propio muro alrededor de las fronteras marítimas y terrestres del estado con la esperanza de superar el esfuerzo de Donald Trump entre Estados Unidos y México, enclenque e ineficiente en comparación.

El gobernador republicano y su legislatura aduladora se dieron cuenta de que todo lo que tenían que hacer era aterrorizar a la gente con el despiadado contenido del proyecto de ley SB 1718, y los solicitantes de asilo no confundirían el Estado del Sol con un santuario.

Ya está funcionando tan bien que algunos trabajadores inmigrantes de la construcción en el sur de la Florida no se presentaron a trabajar esta semana por temor a que hubiera una redada y fueran deportados, informó CBS News Miami.

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Mandatos rojos

DeSantis llama a sus mandatos “la ley contra la inmigración ilegal más firme del país para combatir la crisis fronteriza de Biden”.

Irónicamente, está promoviendo el mensaje en un documento explicativo con gruesas letras rojas y negras, los colores del Movimiento 26 de Julio de Fidel Castro en Cuba y del Frente Sandinista de Liberación Nacional en Nicaragua, regímenes de los que huyen los inmigrantes.

La nueva ley de inmigración de la Florida, en vigor desde el 1 de julio, permite realizar auditorías aleatorias a los empleadores sospechosos de contratar a trabajadores inmigrantes no autorizados, lo que abre la puerta a la elaboración de perfiles étnicos y raciales.

Todos esos propietarios de negocios hispanos en Miami-Dade y otras comunidades pobladas de inmigrantes que votaron por DeSantis están siendo ricamente recompensados. (Hay un verbo más apropiado, pero no se me permite usarlo). No siento pena por estos votantes. Pero sí lo siento por los trabajadores inmigrantes indocumentados que no hacen daño a nadie y por las familias que los aman.

En el sector médico los que prestan asistencia y sus pacientes también se verán afectados negativamente.

Si un inmigrante sin estatus legal tiene una urgencia médica —una enfermedad potencialmente mortal, va a tener un bebé o ha tenido un accidente en carro, da igual— la ley exige que los hospitales recopilen datos sobre el estatus migratorio de los pacientes y documenten el dinero gastado en prestarles asistencia médica.

Además, ninguna entidad gubernamental de la Florida puede expedir a los inmigrantes una tarjeta de identificación de ningún tipo, aunque tengan pasaporte o certificado de nacimiento. No pueden obtenerlo sin un comprobante de entrada legal.

Que la gente conduzca sin licencia es justo lo que necesitamos en la Florida. Y, no, los familiares tampoco pueden llevar en su auto a los indocumentados ya que estarían ellos mismos fuera de la ley. Los conductores pueden ser acusados de un delito grave de tercer grado por llevar a sabiendas a un inmigrante indocumentado a la iglesia, la escuela o el trabajo.

Si lo hacen, corren el riesgo de ser acusados de trata de personas.

En Miami, esto significa que todos los cubanos y venezolanos que tanto quieren a Trump y a DeSantis —y que alojan, hospedan, transportan o prestan atención médica a cualquier persona sin la documentación adecuada— ahora tienen restricciones forzosas que tomar en cuenta.

Si operan como hasta ahora, sobre la marcha, se convierten en infractores de la ley.

Luego está el endurecimiento del E-Verify, que dificulta más que nunca la contratación de inmigrantes en los centros de trabajo.

Se trata de un programa federal para que los empleadores confirmen el estatus migratorio de una persona. En funcionamiento desde 1996, pasó a ser voluntario cuando el presidente Bill Clinton lo convirtió en parte de la Ley de Reforma de la Inmigración Ilegal y Responsabilidad de los Inmigrantes. Más tarde, el programa se amplió y se hizo más fácil de usar bajo la presidencia de Barack Obama.

Pero eso no es suficientemente para DeSantis, quien dice que su estado hará cumplir estrictamente la E-Verify: los empleadores con 25 o más trabajadores tienen que pasar por el sistema el estatus migratorio de todos, o enfrentan una multa de $1,000 por día si un empleado se encuentra en el país ilegalmente.

Todas las empresas, independientemente de que se dediquen al mantenimiento del césped, a pintar paredes o a poner un tejado nuevo, tienen que cumplir la ley. Así que el balsero apto, de aprendizaje rápido y ansioso por trabajar que acaba de bajarse del barco no puede trabajar en tu casa.

No, la Florida ya no es un lugar donde los inmigrantes puedan reconstruir —en paz— vidas perdidas por una dictadura, la pobreza y la violencia, al tiempo que contribuyen con mano de obra desesperadamente necesaria para la economía de Estados Unidos.

Sin importarle la historia del estado (tal vez es un originario del Medio Oeste, como trata de hacerse pasar en su autobiografía con estilo de panfleto político), DeSantis —con la ayuda de legisladores desvergonzados que son descendientes de exiliados y otros inmigrantes— ha cerrado la puerta.

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¿Por qué la persecución?

El gobernador necesita con urgencia el voto rojo para ganar las primarias presidenciales republicanas, y está seguro de que aplastar a los migrantes es la llave al corazón de estos electores. Tanto es así que se ha olvidado por completo de los daños que provocan los molestos huracanes y el ascenso del nivel del mar, y de la consiguiente reconstrucción.

No se preocupa de que un estado dependiente de la agricultura, el turismo y la construcción, se quede sin mano de obra migrante.

Así que escriba con una sonrisa el cheque a la compañía de seguros que, después de décadas pagando, le dirá cuando más lo necesite, como está ocurriendo ahora a los asegurados del suroeste de la Florida que reparan las casas destruidas por el huracán Ian: “su lujosa puerta es un adorno y no está cubierta”.

Escriba con mano firme el gran cheque a la empresa de construcción que le cobra más porque el propietario no puede contratar mano de obra más barata.

¡Su hombre en Tallahassee cumplió!

Ahora puede apartar los ojos de los reportes de Fox News sobre el final del mundo blanco que sigue llegando desde la frontera sur.

Estos reportes son realmente malos para su salud. El aumento de la presión arterial puede provocar un derrame cerebral, y no habrá un inmigrante indocumentado barato que su familia pueda contratar para cambiarle el pañal.

Este es el nuevo mundo que DeSantis y el Partido Republicano de la Florida han creado, uno concebido en el odio hacia El Otro, ese otro que la mayoría de las veces, estaba mejorando nuestras vidas.

Santiago
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