‘Deséenme un buen viaje’, memorias de una despedida

Todo comenzó mucho antes de que el destacado escritor y periodista cubano Carlos Alberto Montaner le pidiera a su hija Gina que “lo ayudara a morir”. Mucho antes, también, de que fuera diagnosticado con la terrible enfermedad de Parkinson. En realidad, comenzó durante uno de los acostumbrados paseos que solían dar al borde de la bahía de Biscayne cuando ella notó “un bamboleo casi imperceptible en su andar y un ligero temblor en su mano derecha”.

Ese fue el inicio del arduo y doloroso camino que juntos -Carlos Alberto, su esposa Linda y Gina- emprendieron el 6 de octubre de 2022 con el propósito de que él pudiese cumplir su deseo de morir dignamente en España acogiéndose a la Ley Orgánica de Regulación de la Eutanasia. Y es justamente ese recorrido sin retorno el que Gina Montaner relata, con increíble honestidad y valentía literaria, en Deséenme un buen viaje, (Planeta, 2024), sus conmovedoras memorias sobre la enfermedad y la muerte de su padre.

El libro, que explora de manera personal la fragilidad de la vida y la capacidad humana de enfrentar el sufrimiento, está estructurado en una veintena de capítulos cortos que permiten que la narración se desplace del presente al pasado sin que se altere su continuidad. Así, en el primero de ellos, titulado El regreso, mientras Gina espera sentada junto a sus padres a que el avión que los llevaría de vuelta a Madrid despegue, piensa en la historia de ellos: “Dos adolescentes que se habían casado a los 16 años y ya tenían una hija antes de cumplir los 18. Eran dos chiquillos, pero ya compartían una adultez que los llevó al matrimonio, a la paternidad y a las trincheras de una convulsa revuelta social”.

El periodista y escritor cubano Carlos Alberto Montaner.
El periodista y escritor cubano Carlos Alberto Montaner.

Ocho horas más tarde, cuando el piloto anuncia que estaban a punto de tocar tierra, el relato regresa al presente: “Esa mañana, mi madre y yo desembarcamos del avión agarrando fuertemente a mi padre de cada brazo”. Es entonces cuando verdaderamente comienza, ya instalados en su piso de la Avenida Menéndez Pelayo, el complicado proceso de acceder a los servicios de la muerte asistida: “A principios de noviembre visitamos por primera vez las oficinas de la Asociación Derecho a Morir Dignamente”.

PUBLICIDAD

A ese primer paso le siguieron incontables visitas con especialistas médicos. Uno de ellos, un neurólogo joven, después de varias pruebas, le denegó la prestación de ayuda para morir. Fue necesario entonces apelar ante la Comisión de Garantía y Evaluación. Y así lo hicieron. El mismo Carlos Alberto la redactó: “Hoy cumplo 80 años, y de una forma, consciente, capaz e informada, presento esta reclamación para solicitar la prestación de ayuda para morir”. Era el 3 de abril de 2023. Tres semanas después, recibió un correo electrónico de la presidenta de la Comisión en el que le comunicaba que “el pleno del organismo había votado a favor de su recurso contra el dictamen de su neurólogo”.

Sin embargo, pasarían otros dos meses antes de que aprobaran definitivamente la petición. Ya no habría más obstáculos. Ese mismo día, Gina y su padre caminaron como siempre por el vecindario: “En aquel breve paseo mi padre me agradeció todo lo que había hecho por él. Me dijo apretándome fuerte del brazo, . la tristeza más profunda que le oprimía por dentro”.

portada
portada

Se acercaba el final. El 29 de junio fue la fecha acordada con la médico responsable y el enfermero que le practicarían la eutanasia: “Ese día todos nos levantamos muy temprano. Mi padre se aseó y se vistió con una camisa azul clara, un pantalón caqui y su cinturón negro. Con esas prendas moriría. Mi padre se despidió una a una de sus nietas. Mi madre, mi hermano y yo lo acompañamos en los últimos instantes de su vida. Mi madre lloraba y nosotros dos con ella. Nos recostamos junto a él, lo besamos, le repetimos lo mucho que lo queríamos”.

Deséenme un buen viaje es un libro doloroso pero imprescindible para todos aquellos que conocieron a ese gran cubano que fue Carlos Alberto Montaner. Ha hecho bien Gina Montaner en escribirlo. No solo porque él se lo pidió, sino porque además nos ha permitido conocer a fondo su trayectoria personal en el contexto de los acontecimientos históricos que le tocó vivir. Y también, porque al describirnos la manera valiente en que decidió enfrentar su final, nos hace reflexionar sobre el eterno misterio de nuestra propia mortalidad.