Derrumbe en Villa Gesell: quién es Rosita, la mujer que administró el Apart Hotel Dubrovnik en los últimos años
VILLA GESELL.— A Rosita la nombran y se caen lágrimas. “Quiero que me dejen acercarme, quiero que me escuche”, pide Claudia, que se presenta como la “amiga de la vida” de la mujer que era dueña del Apart Hotel Dubrovnik y que estaba en el interior cuando esta madrugada la estructura se derrumbó. Diez pisos de habitaciones convertidos en escombros. Apenas se salvó el frente, de dos plantas, con vista a la calle y un adicional que preocupa: la piscina, sobre esa terraza.
A María Rosa Stefanic la presentan como una mujer todavía joven, de casi 60 años, y que siempre disfrutó de estar al frente de este establecimiento hasta que tras el fin de la última temporada se decidió a venderlo. Conocedores del ambiente hotelero local aseguran que lo compró un empresario del rubro transporte, responsable del lugar y de las obras de acondicionamiento y mejoras que se estaban ejecutando de cara a la temporada.
Claudia cuenta que se vino desde Capital Federal, donde reside, apenas escuchó que el Dubrovnik se vino abajo. “Ella no tenía que estar ahí, no debía estar ahí”, dice a LA NACIÓN, y cuenta que había acordado con el comprador la posibilidad de permanecer allí, dispuesta a seguir este proceso al menos hasta la reapertura.
Stefanic vivía allí con Nahuel Stefano, su sobrino de 25 años, y Dana De Simone, una colaboradora.
La preocupación y expectativa por lo que resulte del operativo de búsqueda y rescate es doble para ella: no solo espera noticias de Rosita, como todos la conocían en el ambiente. Con ella vivía Mirko, su mascota y compañero de siempre.
La construcción de este hotel, según confirman vecinos, data de mediados de la década del 80. Tenía formato de apart hotel y en temporada era de los más concurridos por su oferta de servicios. En temporada baja, como gran parte de la hotelería de esta localidad balnearia, permanecía cerrado porque la demanda no abunda.
Autorización
Esa pausa había venido muy bien para emprender esos trabajos que se estaban realizado y que, según el intendente local, Guillermo Barrera, no tenían autorización. Al menos en la profundidad que aparentemente se habían encarado.
“Recorrí con el nuevo dueño el lugar y me contó que iban a hacer reformas”, señaló Jorge Cocco, directivo de la Asociación de Hoteles, Confiterías, Restaurantes y Fines de Villa Gesell. “Rosita quería seguir ahí”, dijo sobre la mujer que hoy es una de las que son buscadas entre los restos de diez pisos de edificio.
Claudia logró que la atiendan los responsables del operativo y confirma que pudo hablar con uno de los jefes de cuerpos de bomberos, a quienes les comentó de su preocupación por la suerte corrida por Rosita y lo importante que podría ser para ella acercase al área de búsqueda para colaborar. “Quiero hablarle, quiero que me escuche”, repite.
El área por ahora está preservada y limitada a quienes mueven escombros con el mismo cuidado que se desplazan piezas de cristal y a los perros de rescate. “Brown inicia”, se escucha en una frecuencia policial. El que va es del K9 de Las Toninas, especializado en encontrar indicios de vida. Y allí va, otro más a olfatear y buscar. Su ladrido puede ser una esperanza.
Un hotel muy familiar
Los vecinos y ex huéspedes definen el apart hotel como un sitio “muy familiar”. Los huéspedes solían repetirse año a año, cuenta Alfredo Glauber, quien se hospedó allí los últimos 14 veranos junto a su familia y amigos, y considera este edificio un segundo hogar. “Estabas ahí y te sentías en casa, por eso nos encantaba. Rosita, la dueña, era excelente. Nos hicimos muy amigos”, cuenta el vecino del barrio de Olivos.
“Hace años que Rosita nos contaba que quería vender. Había enviudado y se había quedado sola ahí. Durante el año estaba cerrado. En enero de este año nos contó que finalmente había vendido. Hoy, cuando me enteré del derrumbe, llamé a uno de los empleados que siempre trabajaba ahí en temporada, y me confirmó que tanto Rosita como Dana y Nahuel estaban ahí adentro”, dice.
Sobre el estado del edificio, Glauber sostiene: “El hotel siempre estuvo en buenas condiciones. Inclusive el año anterior habían pintado el edificio. Estaba impecable, divino. Era un apart muy cómodo. Iba con mi mujer y mis dos hijas. Ha ido también mi hermana con mis dos sobrinas, también un amigo mío con su mujer. Era un hotel muy familiar. Generalmente ibas y te encontrabas con gente que también ya había ido los años anteriores. Y muchos ya eran amigos de Rosita”, suma.
Con la colaboración de María Nöllmann