La derrota de Trump: ¿una señal del inicio del declive del populismo o es el comienzo de algo más?
LONDRES — Esta semana, cuando el primer ministro de Hungría, el populista Viktor Orbán, se unió al desfile de líderes extranjeros que felicitaron al presidente electo Joe Biden, fue evidente que no se dio cuenta de que Biden en realidad había vencido a su amigo, el presidente Donald Trump.
Al igual que otros populistas de derecha, desde el Reino Unido y Brasil hasta Polonia y Alemania, Orbán seguía lidiando con la derrota del extravagante abanderado del populismo en la Casa Blanca. El líder húngaro reconoció que un triunfo de Trump era su “plan A”. En realidad no había un plan B.
Aunque la derrota de Trump es un golpe punzante para sus aliados populistas, las consecuencias para el populismo como un movimiento político global son más ambiguas. Después de todo, Trump ganó más votos que cualquier otro candidato presidencial estadounidense en la historia excepto Biden, lo cual da fe del atractivo imperecedero de su mensaje.
Los agravios económicos, sociales y políticos que alimentaron los movimientos populista y xenofóbico en muchos países siguen vivos y, de hecho, podrían verse reforzados a causa de los estragos de la pandemia del coronavirus. Las redes sociales siguen difundiendo ideas populistas, a menudo ocultas en teorías conspirativas diseñadas para sembrar dudas sobre los hechos científicos detrás del virus o la legitimidad del proceso electoral que produjo la derrota de Trump.
“Se podría decir que es la elección más relevante de nuestra vida, pero sería muy cauto al dar un bandazo y creer que se acabó el populismo”, opinó Timothy Garton Ash, profesor de Estudios Europeos en la Universidad de Oxford.
“En general, todos esos bandazos extremos son erróneos y, en específico, más de 70 millones de estadounidenses votaron por Trump”.
Además, es probable que algunos de estos líderes puedan aprovechar las secuelas de la pandemia —desde el desempleo y la inseguridad crónicos hasta una desorbitada deuda pública y tensiones raciales—, aunque ellos mismos hayan empeorado los problemas al restarle importancia al virus y haber politizado la respuesta de salud pública.
Algunos intentaron volcarse con rapidez hacia la nueva realidad política.
El primer ministro Boris Johnson, a quien Trump alguna vez llamó el Trump del Reino Unido, habló por teléfono con Biden el martes y le dijo que esperaba trabajar con Estados Unidos en “prioridades compartidas, desde afrontar el cambio climático hasta promover la democracia, y en lograr una mejor recuperación de la pandemia del coronavirus”. Esa última línea fue una referencia a una consigna de la campaña de Biden, que también usó el gobierno de Johnson.
A pesar de todo lo dicho sobre una ola populista que iba a arrasar con el mundo después de la votación del brexit en el Reino Unido en junio de 2016 y la elección de Trump cinco meses más tarde, los expertos señalan que los movimientos populista y de extrema derecha en Alemania y otros países europeos siempre habían tenido orígenes propios que eran distintivos y previos a la variedad angloestadounidense.
Sus destinos han tenido altibajos, y en esencia no debido a Trump. En Francia, en 2017, la lideresa de la derecha Marine Le Pen sufrió una derrota devastadora ante Emmanuel Macron, en un momento en el que el presidente de Estados Unidos tenía éxito. Ahora, con Macron atribulado por la pandemia y sumido en una profunda impopularidad, las encuestas sugieren que Le Pen está a punto de regresar a las elecciones programadas para 2022.
En Italia, donde Steve Bannon, quien fuera el estratega jefe de Trump, alguna vez soñó con abrir una academia para entrenar a líderes populistas en un monasterio transformado, los partidos de la extrema derecha construyeron su base política oponiéndose a la migración del sur, un fenómeno previo a Trump y que durará más que su presidencia.
“Trump les dio legitimidad a esos partidos”, opinó Fabrizio Tonello, un profesor de Ciencias Políticas de la Universidad de Padua. Sin embargo, Tonello mencionó que la actitud inflexible del presidente y su estilo de “el ganador se lleva todo” nunca tuvo mucha influencia en la complicada política de Italia, donde se priorizan los acuerdos y compromisos.
En Alemania, el legado complicado de Trump quedó en evidencia en la forma en que el principal partido de derecha, Alternativa para Alemania, titubeó al manejar la victoria de Biden. Aunque algunos legisladores repitieron como loros las declaraciones falsas de Trump sobre el conteo de los votos, los líderes del partido felicitaron con discreción a Biden después de que se anunció el resultado de la votación.
Hubo quienes interpretaron el tono más conciliatorio como un reconocimiento de que la derrota de Trump también era una derrota para la política de la polarización del partido alemán, cuya popularidad ha rondado el diez por ciento en sondeos recientes.
“Todos los que se enfocaron en una política de polarización en el mundo han sufrido un revés”, opinó Hans Vorländer, un profesor de Ciencias Políticas de la Universidad Técnica de Dresde. “Es una señal muy clara”.
No obstante, hay quienes están más escépticos, pues aseguran que el populismo en Europa es un fenómeno local, así que, aunque los líderes populistas pudieran considerar a Trump como un alma gemela mientras estuvo en el cargo, sus destinos no estaban atados directamente con el suyo.
“Trump fue más o menos irrelevante para los movimientos populista y de derecha en Alemania y Europa”, mencionó Norbert Röttgen, un político democratacristiano que está compitiendo por suceder a la canciller Angela Merkel como líder del partido. “Por esa razón, su derrota no les afectará de una manera fundamental”.
Los conspiracionistas y los movimientos que han engendrado —como QAnon, el cual tiene su origen en Alemania— también permanecerán inalterables frente a la derrota de Trump, de acuerdo con algunos expertos, porque sus alegatos de fraude simplemente les dan otra oportunidad para cambiar la situación a su favor.
“Lo maravilloso de las teorías de la conspiración es que no son verificables y son imposibles de refutar con hechos”, comentó Anna Grzymala-Busse, profesora de Política en la Universidad de Stanford que se especializa en populismo.
Según Röttgen, la sombra de Trump permanecerá en la manera en que Estados Unidos se relaciona con el mundo. La inmigración, la rivalidad con China para ver cuál es la potencia más grande, la sospecha de involucramientos del extranjero y las dudas sobre los valores de las alianzas son temas que continuarán generando debates en torno a la política exterior del país.
Es probable que los líderes populistas también sigan tomando prestado del manual de Trump.
En Brasil, el presidente Jair Bolsonaro, un militar retirado que cenó con Trump en Mar-a-Lago, su propiedad en Palm Beach, Florida, usó el modelo del mandatario estadounidense para responder a la pandemia: menospreciar los confinamientos y las mascarillas, así como promocionar una pastilla para la malaria que era ineficaz y peligrosa para el coronavirus.
Bolsonaro imitó a Trump al realizar acusaciones sin fundamentos sobre irregularidades en la votación, a las que culpó de haber tenido que competir en una segunda ronda en 2018. Politólogos de Brasil consideraron que el rechazo de Trump a aceptar su descalabro electoral era un precedente peligroso.
En Hungría, Orbán no ocultó su preferencia en las elecciones estadounidenses.
La salida de Trump les dificultará más la vida a Orbán y otros populistas de Europa del Este, comentó Andras Biro-Nagy, de Policy Solutions, un centro de investigación en Budapest que ha seguido los pasos de Orbán durante la última década. Sin embargo, Biro-Nagy cuestionó la capacidad de Biden para lograr un cambio en sus maneras de actuar.
“Para los líderes como Viktor Orbán, los días sin preocupaciones llegaron a su fin”, opinó Biro-Nagy. “El reto más importante para ellos es que habrá más presión y más atención sobre las políticas que no se revisaron en los últimos cuatro años”.
Para algunos expertos, el significado más importante de la derrota de Trump no es la forma en que cambiará a los populistas, sino si envalentonará a los que se les oponen. En países como Hungría, donde el sistema democrático ha sido carcomido hasta quedar casi irreconocible, el derrocamiento de Trump podría servir de modelo.
“Les demuestra que sí es posible deshacerse de los populistas”, comentó Grzymala-Busse.
This article originally appeared in The New York Times.
© 2020 The New York Times Company