Xabi Alonso no vendrá a salvar a tu equipo, no todavía

LEVERKUSEN, Alemania— Xabi Alonso siempre ha hecho las cosas a su propio ritmo. Como jugador, fue su frialdad, su control, su capacidad de esperar justo hasta el momento adecuado lo que lo convirtió en uno de los mejores centrocampistas de su generación. Mientras contemplaba la idea de convertirse en entrenador, no vio ninguna razón para cambiar. Continuaría tratando la paciencia como una virtud.

Alonso no comenzó la segunda fase de su carrera con un plan de cinco o diez años en mente. Lo único que sabía era que no tenía prisa. “Tenía la idea de que no quería ir demasiado rápido”, dijo. “Pero en realidad no había planeado nada”.

Hubo mucha gente que estuvo más que feliz de hacerlo por él. Todo en Alonso parecía indicar no solo que asumiría el rol de entrenador cuando sus días como jugador llegaran a su fin, sino que casi era su deber hacerlo. Después de todo, había tenido la educación perfecta. Estaba lo más cerca de ser una certeza de lo que era posible imaginar.

Alonso había jugado en algunos de los clubes más laureados de Europa. Fue uno de los jugadores más condecorados de su generación, tras haber ganado la Liga de Campeones con el Liverpool y el Real Madrid, títulos nacionales con el Madrid y el Bayern de Múnich, la Copa del Mundo y un par de Eurocopas con España.

Había aprendido de la mano de casi todos los miembros del panteón moderno de entrenadores: Rafael Benítez en Liverpool; José Mourinho, Carlo Ancelotti y Zinedine Zidane en el Real Madrid; Pep Guardiola y Ancelotti de nuevo en el Bayern de Múnich. (Aun así, admitió que hay una ausencia notable en esa lista: a Alonso le habría “encantado” haber sido entrenado por Jürgen Klopp).

Y, lo que es igualmente importante, había sido un estudiante entusiasta y talentoso. Fue solo en los últimos años de su carrera, en Madrid y Múnich, que Alonso buscó activamente aprender lo que se necesitaba para ser un entrenador: se propuso acribillar a los miembros del personal de Ancelotti y Guardiola con preguntas, tratando de armarse con todo el conocimiento posible. “Traté de ser curioso en cuanto al rol de entrenador”, dijo.

Sin embargo, Alonso siempre había sido más cerebral que la mayoría de sus compañeros, un ávido lector fuera de la cancha y un experto intérprete del juego dentro de ella, bendecido con tal perspicacia que a veces parecía como si estuviera jugando en tiempo real y todos los demás tuvieran un retraso en la señal satelital. Sus entrenadores, las mentes más veneradas del fútbol moderno, lo consideraban su cerebro en el campo.

Es por eso que, desde el momento en que se retiró, Alonso probablemente podría haber tomado cualquier empleo que quisiera. Podría haber acelerado sus calificaciones como entrenador, haber comenzado a hacer un poco de trabajo de experto juicioso, pedir algunos favores y estar a cargo de un equipo de bajo rendimiento de la Liga de Campeones casi antes de que terminara el año. Sin embargo, ese no es el estilo de Alonso.

Y entonces, se tomó un año sabático y luego fue que se propuso comenzar a demostrar su valía. Estuvo tres años de vuelta en su casa, en San Sebastián, trabajando en la academia de la Real Sociedad, su primer club, el que apoyaba, el lugar donde había trabajado su padre. No realizó una serie de entrevistas periódicas para asegurarse de que la gente conociera todos sus logros. En la medida de lo posible para alguien de su renombre, Alonso se mantuvo a la sombra.

Con razonable frecuencia, alguien intentaba convencerlo de que saliera a la luz: desde España, desde Alemania, desde Inglaterra. “Tuve otras posibilidades”, dijo diplomáticamente en una entrevista esta semana. “Pero no las vi tan claramente. No quería ir a un lugar del que no estuviera convencido”. Quiso esperar el momento justo, el lugar adecuado. Hace un año, cuando el Bayer Leverkusen se le acercó, tuvo la sensación de que podría haber llegado esa oportunidad.

“Tuve la sensación de que había tomado las medidas correctas”, dijo. Parecía un riesgo, por supuesto, pero Alonso estaba preparado. “Fue el momento en que o lo intentaba o me quedaba en casa. Quizá hubiera sido una vida más fácil. Habría sido más relajado que ahora”.

Sin embargo, el Leverkusen parecía un buen emparejamiento, el tipo de club donde las expectativas son altas, pero no irreales, y la presión es intensa, en lugar de abrumadora. Era un equipo con una buena plantilla con mucho margen de mejora, una estructura clara, y una visión coherente de sí mismo. “Tuve la sensación de que todos empujaban en la misma dirección”, dijo. “Eso es útil. Tuve la sensación de que era el momento y el lugar adecuados”. Aceptó el trabajo.

Fue en ese momento cuando el plan de Alonso de tomarse las cosas con calma empezó a desmoronarse. El Leverkusen se encontraba en la parte inferior de la tabla de la Bundesliga cuando llegó. Pero al final de su primera temporada, había logrado llevar al club de regreso a la Liga Europa de la UEFA.

El trabajo pronto se volvería más difícil. Durante el verano, el Leverkusen vendió a Moussa Diaby, un eléctrico extremo francés que se había convertido en el activo más codiciado del equipo. Y, aun así, tras 11 partidos de la nueva temporada de la Bundesliga, el equipo de Alonso no ha perdido ni un solo partido. El Leverkusen encabeza la clasificación en Alemania, dos puntos por delante del Bayern de Múnich. Ha marcado 34 goles. El único partido que no ganó fue cuando era visitante en un empate 2 a 2 contra el Bayern.

Todo esto significa que Alonso, de 41 años, ha tenido el mejor comienzo de temporada de la Bundesliga que haya tenido jamás un equipo, superando incluso al imperioso Bayern de la era Guardiola en el que él fue una figura central.

Ahora tiene que dedicar más tiempo del que le gustaría a ofrecer respuestas estoicas a preguntas sobre si su equipo podrá levantar el trofeo del campeonato. (Como era de esperar, Alonso cree que es demasiado pronto como para contemplar esa posibilidad; pregúntenle nuevamente en abril, dijo).

Resulta que Alonso parece ser exactamente tan buen entrenador como todos pensaron que sería. Eso no significa que haya cambiado su estrategia. Todavía no tiene prisa. El problema es que no se puede decir lo mismo del deporte. Alonso siempre destacó por su paciencia, porque poseía lo que le faltaba a la industria.

Apenas un año después del inicio de su carrera como entrenador de alto nivel, Alonso ya es el favorito para remplazar a Ancelotti en el Real Madrid, y un contendiente para cubrir cualquier vacante que pueda surgir tanto en el Bayern de Múnich como en el Liverpool. “Tal vez podría hacer los tres trabajos”, dijo Alonso. “Con Zoom”.

Dadas sus influencias —en particular ese gran equipo español, conquistador de todo, y Guardiola, a quien considera tanto un amigo como un exentrenador—, no sorprende que tenga una “idea” clara de cómo quiere que juegue su equipo: una fusión de control español e intensidad alemana, todo filtrado a través de la “intuición” de sus jugadores.

“Ellos son los tipos más importantes”, dijo. Al identificar reclutas potenciales este verano, la característica clave no fue la familiaridad con un estilo particular sino la “inteligencia”, la capacidad de alternar entre ellos, tomar sus propias decisiones y resolver sus propios problemas.

“No se trata de ser robots”, dijo Alonso. “Tienen el conocimiento para saber lo que podría pasar y luego decidir qué saldría bien con sus cualidades”.

Sin embargo, Alonso ha descubierto que ser entrenador no se basa solo en grandes ideas sino también en pequeños gestos, que son menos una cuestión de filosofía que de relaciones personales. Ha tenido que aprender “cómo ser un líder en determinadas circunstancias: cuándo presionar, cuándo ser un poco más suave, cuándo no dejar que se relajen”.

Ancelotti, en particular, le proporcionó un claro ejemplo de cómo hacerlo, pero Alonso sabe que aún no ha llegado a ese punto. Siente que todavía está adentrándose en territorio inexplorado. Necesita persuadir a sus jugadores de que sean más consistentes, dijo, de que no bajen el nivel que han establecido, que no permitan que su brillante comienzo parpadee y se desvanezca.

Nunca antes ha hecho eso. Después de todo, todavía está aprendiendo. Sabe que eso llevará tiempo. También sabe que lo tiene. El fútbol quizá esté programado para preguntarse, casi de inmediato, qué viene después. El inicio de Alonso ha sido más rápido de lo que él mismo hubiera imaginado. Eso ha generado oportunidades, pero también un reto: tiene que descifrar cómo seguir tomándose las cosas con calma.

c.2023 The New York Times Company