Vive hace meses en una carpa y cuenta para millones de personas cómo se vive en Gaza en medio de la guerra

Medo Halimy, un influencer palestino que cuenta cómo es vivir en la Franja de Gaza.
Medo Halimy, un influencer palestino que cuenta cómo es vivir en la Franja de Gaza.

A Medo Halimy le duelen los brazos. En su intento de conectarse con el mundo exterior, sube a los puntos más altos del sur de la Franja de Gaza y permanece parado durante horas, con los brazos en alto y el celular apuntando hacia el cielo, hasta que un calambre lo obliga a sacudirlos o descansar. Repite este ritual cada vez que quiere usar su celular para mantenerse conectado con el resto del mundo, y así combate la distancia y el aislamiento que impone la guerra.

“¿Querés saber cómo es vivir un día en Gaza?”. Esta pregunta capturó el interés de este palestino de 19 años que desde hace siete meses vive en una carpa en el enclave. En medio de los misiles que caen y la brutalidad de la guerra, Medo se abrió una cuenta de TikTok con la idea de compartir su día a día y ofrecer su realidad de un conflicto que conmueve al mundo. Hoy tiene más de 110 mil seguidores y casi dos millones de “me gusta”. Pero ser un influencer en Gaza es una lucha constante debido a la mala señal.

“Es una situación inimaginable” dice a LA NACION en un inglés fluido. “Quiero decir, la gente en general simplemente se acuesta en sus camas con una conexión Wi-Fi o de red fuerte. Incluso, si tenés un poco más de suerte, podés usar tu celular mientras se carga. Acá en Gaza casi no tenemos conexión. Entonces tenemos que ir a un punto alto y permanecer de pie, con las manos levantadas lo más alto posible, para obtener mejor señal. Y lo hacemos durante horas. Es agotador.”

El ataque del 7 de octubre del año pasado, en el que terroristas de Hamas mataron a unas 1200 personas y tomaron a unas 250 como rehenes en Israel, desencadenó una guerra sangrienta en Medio Oriente que aún está lejos de terminar. Esta ofensiva provocó una respuesta militar israelí que causó más de 37.600 muertes, según datos del Ministerio de Salud local, que no distingue entre combatientes y civiles. Mientras tanto, las negociaciones para un alto el fuego permanecen estancadas.

Esa noche, tres misiles cayeron frente a la casa de Medo en ciudad de Gaza y la destruyeron por completo. Era la 1.30 de la mañana y así empezaba la odisea. “Esa misma noche salimos de nuestra casa y nos refugiamos en una escuela. Permanecimos allí durante una semana, hasta que las fuerzas israelíes nos ordenaron evacuar al sur. Confiamos en ellos y nos instalamos en un pequeño apartamento en la ciudad de Jan Yunis, donde 34 personas compartíamos un espacio de apenas 90 metros cuadrados”, cuenta. “Después de siete días, la situación empeoró y tuvimos que abandonar el lugar sin saber a dónde ir. Nos trasladamos a un terreno amplio en Rafah. Levantamos una carpa y vivimos allí durante dos meses y medio. Pero las condiciones también se deterioraron en ese lugar, y nos vimos obligados a mudarnos de nuevo, esta vez a la playa de Jan Yunis, donde llevo viviendo en una carpa los últimos meses”.

Medo Hamily.
Medo Hamily.

Ayer, Israel emitió una nueva ronda de órdenes de evacuación para una extensa área del sur de Gaza, lo que obligó a miles de palestinos a huir nuevamente en busca de seguridad. Medo teme que le toque otra vez.

Según cuenta, su rutina es algo así: se despierta todos los días a las 7.30. Tomá café, té o leche, según lo que haya disponible. Pero lo más duro empieza minutos después, en la ardua tarea de ir a buscar agua potable. Esto implica caminar varios kilómetros por pasillos diminutos que se abren paso entre las carpas. Al llegar, se une a una larga fila y espera horas hasta que finalmente puede llenar su bidón. El proceso en total dura dos o tres horas. Cuando vuelve ya es la hora del almuerzo.

Según Unicef, al menos la mitad de las instalaciones de agua y saneamiento de Gaza están destruidas o dañadas, mientras que la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina en Oriente Próximo (Unwra) informó que alrededor del 70% de la población de Gaza bebe agua salinizada o contaminada.

Después del almuerzo, Medo se dedica a grabar videos para su canal de TikTok. Ahí, en el mundo de las redes sociales, encuentra una vía de escape para la cruda realidad que lo rodea.

“Creo que mis videos en TikTok e Instagram me ayudan a mostrar la parte positiva de mi vida, que tampoco es una gran parte, es solo el 1% lo que estoy viviendo” cuenta. “Me ayuda a mostrar esta parte al mundo y demostrar que, sin importar las situaciones en las que estemos, seguiré adelante pase lo que pase”.

Al final del día, si el tiempo se lo permite, va a nadar al mar, para distraerse en medio del caos. Después se queda en su carpa hasta que es hora de dormir. Y así, el ciclo se repite día tras día.

Según cuenta, la gobernanza en la zona es prácticamente inexistente, prevalece la ley de la selva: gobierna el más fuerte. “En este momento, la zona no está gobernada en absoluto. Los más fuertes prevalecen. Si tienes poder, si tienes muchos miembros de la familia con fuerza, puedes ser dominante. La situación no es realmente la mejor”, dice sobre la gestión de Hamas en el enclave.

La vida en Gaza presenta desafíos inmensos. El acceso a recursos esenciales como agua, alimentos y medicinas es extremadamente limitado. “Comemos enlatados, comida de mentira. Y medicamentos prácticamente no hay”. Dice que por esta razón es que murió su abuela el año pasado.

Antes de la guerra, Medo tenía un sueño: se postularía para cursar en las grandes universidades de Estados Unidos o Europa. Se convertiría en un psicólogo importante, reconocido mundialmente. Quería hacer una licenciatura, una maestría y un doctorado y después hacer investigaciones. Pero todo eso se desintegró. “Ahora, básicamente, no tengo sueños. Ni siquiera puedo soñar, no tengo tiempo para soñar con esas cosas” dice. “Mi único sueño en este momento es sobrevivir el día y despertar al día siguiente. Eso es todo”.

Un día, Medo y sus amigos fueron a la ciudad de Deir Al-balah, un lugar que todavía se resiste a la destrucción. Uno de sus amigos estaba buscando un departamento para alquilar, así que Medo decidió acompañarlos. Cuando entró en el apartamento, vio una cama en uno de los cuartos. Se acostó en ella. Permaneció tendido, rodeado de silencio durante varios minutos. Después se dio cuenta: esa fue la mejor sensación que había tenido en los últimos nueve meses.

A pesar de las adversidades, Medo sigue soñando con un futuro mejor para él y su familia, especialmente para sus hermanos más chicos, que están profundamente traumatizados. “Espero que mi futuro vaya como lo imaginé antes. Quisiera que mi futuro y el de mi familia sea brillante. Quiero que tengan una vida mejor, una vida segura, especialmente para mis hermanos pequeños porque están realmente traumatizados”, dice emocionado.

Sin embargo, es pesimista sobre el fin de la guerra; cree que podría durar al menos dos años más. “Me encantaría volver a casa. Bueno… no a mi casa porque no existe. Pero por lo menos a mi barrio. O cuando abran las fronteras poder irme, simplemente irme…”, concluye.