Neymar y otras estrellas frente al dilema de la millonaria liga del futbol saudita
Ir a jugar a la liga profesional de futbol de Arabia Saudita ¿es un desafío para la carrera de las estrellas o una inversión para ganar más millones?
El respaldo de Neymar tal vez no fue el más resonante. De regreso en Brasil para jugar con su selección este mes, se le había pedido —no por primera vez— que respondiera a la sospecha persistente de que, al dejar el París Saint-Germain por Arabia Saudita y el Al-Hilal, uno de los mejores jugadores de su generación podría no haber elegido la coda más desafiante para su carrera.
El instinto inmediato de Neymar fue desestimar la premisa. “Puedo asegurarte que el juego en Arabia Saudita es el mismo: el balón es redondo, tenemos arcos”, comentó con una leve sonrisa y una risa nerviosa. “Por los nombres que se han ido a Arabia Saudita, no me sorprendería que la liga saudita fuera mejor que la francesa”, agregó. Seguía sonriendo, pero su sonrisa ya no se sintió tan cálida.
Está claro que la acusación —una que no solo se le ha lanzado a Neymar, sino también a las decenas de jugadores tentados por la Liga Profesional Saudita a lo largo del verano— toca una fibra sensible.
No es ninguna sorpresa. A nadie le gusta que le digan que ha elegido el camino fácil. Ningún atleta toleraría la insinuación de que lo que hace y dónde juega en realidad no cuenta. En general, en términos filosóficos, los futbolistas caen entre el realismo y el cinismo, pero incluso a ellos se les tiende a erizar la piel cuando se les dice que su principal —su única— motivación es el dinero. Sin embargo, las primeras evidencias no favorecen tanto a Neymar.
Establecer la calidad comparativa de las distintas ligas es una ciencia inexacta. ¿Qué hace que una competencia sea más fuerte que otra? ¿La brillantez técnica de los mejores equipos? ¿La incompetencia de los peores? ¿O son los logros acumulados de los integrantes del torneo? ¿Es la cima, el punto más bajo o la mediana?
¿O no tiene nada que ver con la habilidad de los jugadores? ¿Es la mejor liga la más entretenida o la más competitiva, aquella en la que la mayor proporción de partidos están equilibrados? Otras respuestas incluyen “aquella en la que se invierte más a nivel emocional” y “aquella con los valores más altos de producción y la estrategia de mercadotecnia más inteligente”.
No obstante, es difícil creer que la primera entrega de la nueva y mejorada Liga Profesional Saudita supere en cualquiera de esos criterios a la Ligue 1 francesa, la más débil de las cinco grandes ligas europeas por consenso común.
A pesar de todo, es imposible que Neymar, quien se perdió más de cien partidos por lesión durante sus seis temporadas en Francia, un indicador crudo pero no del todo irrelevante de la intensidad de esa competencia, no haya notado la diferencia.
El jueves, durante la victoria del Al-Ittihad contra el Al-Okhdood, el delantero camerunés Léandre Tawamba le hizo un túnel a otro de los fichajes de alto perfil de la liga, el mediocampista brasileño Fabinho. El truco en sí fue formidable, ingenioso, digno de un aplauso. No obstante, la reacción de Fabinho fue reveladora.
No se abalanzó de inmediato sobre los tobillos de Tawamba. No forcejeó con el delantero con el ceño fruncido en una muestra de determinación absoluta, como seguramente lo habría hecho en sus días en el Mónaco o el Liverpool. En cambio, prefirió quedarse mirando un momento. Lo mismo hizo el resto del mediocampo del Al-Ittihad. Todo pareció desarrollarse en cámara lenta.
Todas las breves anécdotas de las primeras semanas de la temporada saudita dan la misma impresión. Por supuesto que hay jugadores talentosos y momentos asombros. Sin embargo, el laissez-faire que parece estar presente en todo socava los titulares vociferantes y el giro triunfalista con el que se suele recibir un nuevo gol de Cristiano Ronaldo o una improvisación virtuosa de Karim Benzema.
Por supuesto, esto no es necesariamente malo. El fútbol no tiene por qué jugarse con el estilo atropellado de rigor en Inglaterra y Alemania. La intensidad no siempre es sinónimo de belleza. Por ejemplo, Argentina desde hace mucho tiempo tiene la tradición de un estilo de juego un poco más reflexivo. Además, hay circunstancias atenuantes: en Arabia Saudita hace mucho calor incluso en las tardes de septiembre.
Y lo más importante es que, a medida que Neymar y quienes han tomado la misma decisión profesional este verano reflexionen y asuman sus decisiones, es muy probable que la calidad de la liga no importe en lo más mínimo.
Siempre ha habido una discrepancia entre el valor del fútbol en vivo como contenido y la cantidad de personas que en realidad lo ven. Hasta los partidos más apetecibles de la Liga Premier tan solo atraen a un par de millones de espectadores en el Reino Unido y casi a la misma cantidad en Estados Unidos, donde, como se habrán dado cuenta, hay bastante más gente.
En cambio, la mayoría de los aficionados consume el deporte de forma abreviada —los mejores momentos de los partidos— o abstracta, como un drama vibrante basado en personajes que se desarrolla en varios medios de comunicación. En años recientes, las redes sociales han permitido combinar ambas formas: se puede seguir la trama con videos breves intercalados de cuando Ronaldo anota un penalti, Neymar engaña a un defensa o Fabinho no se esfuerza por tirarse una barrida.
Parece poco probable que Arabia Saudita haya ignorado esta situación. Se ha reflexionado tanto la estrategia del país que es razonable suponer que ha sido un factor considerado en sus planes. En la era digital, la forma de ganarse los corazones y las mentes no es construir una liga e imbuirla de una tensión dramática de combustión lenta. Eso es difícil y lleva tiempo.
Es mucho más rápido y mucho más fácil utilizar una competencia para generar contenido digerible y divertido, del tipo que se puede compartir rápida y fácilmente en Instagram, TikTok y como sea que se llame ahora Twitter, del tipo que no genera una respuesta emocional ni intelectual, sino una que se puede encapsular en un emoticono. Si la gente no ve los partidos, el nivel es irrelevante. Lo único importante es que presiones el botón de me gusta.
No está claro qué significa esto para el futuro de este deporte (o de cualquier otro, en realidad). Las autoridades del fútbol, los diversos organismos en pugna a cargo del pasatiempo más popular que ha conocido el mundo, han pasado muchísimo tiempo sopesando esa cuestión en los últimos años.
Sin embargo, para Neymar y los demás, al igual que para Arabia Saudita, la respuesta no es más apremiante que si el partido promedio de la Liga Profesional Saudita es tan bueno como el partido promedio de la Ligue 1. Nadie está juzgando a Arabia Saudita por el desempeño de su competencia multimillonaria de rápida creación durante los 90 minutos de cada partido. Bastan unos segundos.
c.2023 The New York Times Company