US Open: Grigor Dimitrov, sobreviviente del tenis poético, venció a Andrey Rublev y avanzó a los cuartos de final
Grigor Dimitrov tiene un tenis poético, incluso, a los 33 años y a 16 temporadas de su debut en el circuito profesional. Hace mucho tiempo que el búlgaro se despojó del apodo de “Baby Federer”, etiqueta que se ganó por su parecido técnico con el maestro suizo. Escribe su propia historia utilizando la raqueta como si fuera un pincel. Luego de algunos períodos de inestabilidad en la súper elite, hoy lo vuelve a hacer con brillantez y efectividad. Noveno preclasificado en el cemento del US Open, el último grande de la temporada, dejó afuera en la cuarta ronda al favorito número 6, al ruso Andrey Rublev (26 años), al batirlo por 6-3, 7-6 (7-3), 1-6, 3-6 y 6-3, en tres horas y 39 minutos, para alcanzar los cuartos de final de un Grand Slam por segunda vez en el año (ya lo había logrado en Roland Garros).
“Estoy tratando de disfrutar cada momento y celebrando cada día que puedo estar aquí. He tenido semanas muy difíciles con mi cuerpo. Así que solo quiero centrarme en mi rehabilitación y en las cosas buenas que hice para llegar aquí. Estoy encantado de haber llegado a la segunda semana del torneo”, apuntó Dimitrov, al pie del Arthur Ashe, el estadio de tenis con mayor capacidad del mundo (unos 24.000 espectadores).
Su presencia, tan elegante desde su juego de pies e impactos, es un soplo de aire fresco en un circuito que desde hace tiempo es muy físico. Número 3 del mundo en noviembre de 2017, actual número 9, Dimitrov llegó a las 450 victorias en el tour, además de convertirse en el primer jugador nacido en la década del ‘90 capaz de sumar 300 triunfos en superficie dura (300-184).
Los saltos y los gritos de su amiga, la leyenda estadounidense Serena Williams, que siguió el partido desde un palco, adornaron la victoria de Dimitrov ante el moscovita Rublev, un jugador irascible que no está viviendo un momento de inspiración y se desquita con él mismo, golpeándose (durante el match se lastimó la mano y debió ser atendido). Fueron necesarios cinco sets para definir el partido: ambos eran conscientes de que disponían de una gran chance de avanzar en Nueva York, en una edición en la que favoritos como Novak Djokovic y Carlos Alcaraz ya no están en el cuadro. Es más: por ranking, Dimitrov debía medirse en la próxima instancia con Djokovic, pero finalmente lo hará con el vencedor del partido entre Alexei Popyrin (28°; Australia) o Frances Tiafoe (20°; EE.UU.).
Dimitrov, que sumó 17 aces, ganó el 75% de los puntos en la red y registró 41 tiros ganadores, dibujó dos primeros sets a puro talento. Pero Rublev, pese a perder la paciencia, no se amedrentó ni se resignó antes de tiempo. Después del segundo parcial, ganó 12 de 16 games y equilibró el partido. Pero en el quinto set, Dimitrov rescató la versión de las primeras dos horas, se mostró más combativo y preciso con sus golpes de fondo (el revés de una mano, tanto con top como con slice, fueron una maravilla, claro), le quebró el servicio a Rublev en el cuarto game (convirtió 3 de 10 en el match) y ello fue suficiente para ganar y lograr un boleto para el tren de los ocho mejores en el US Open.
Nueve veces campeón en el tour, Dimitrov obtuvo su primer trofeo en Estocolmo 2013, lo que exhibe su vigencia. En enero pasado, en Brisbane, curiosamente obtuvo su primer título luego de numerosas temporadas de sequía: el torneo de Maestros -también conocido como ATP Finals- de 2017 había sido su última celebración. Con la victoria ante Rublev en Flushing Meadows mejoró su récord personal de la temporada en 37-13. En abril, el jugador entrenado por el británico Jamie Delgado y el venezolano Daniel Vallverdú regresó al top 10, sitio de privilegio que no integraba desde 2018.
Tras la eliminación de varios rivales de peso en Nueva York, Dimitrov aumentó sus chances de clasificarse para las ATP Finals: subió tres puestos, hasta el décimo, en la carrera en vivo, como resultado de su actuación en el US Open (entran ocho). Podría ascender hasta el octavo lugar si alcanza las semifinales. Pero, más allá de los logros y de los números, su éxito provoca alegría en los amantes del tenis clásico.