El triunfo del orden

París, 29 oct (EFE).- Triunfó el orden en todos los ámbitos. El Mundial de rugby de Francia reunió durante mes y medio a la flor y la nata del balón oval con una buena organización, ningún incidente reseñable y el triunfo final de Sudáfrica, la nación que mejor representa el orden táctico.

La cuarta corona de los Springboks llevó al olimpo a una manera de entender el rugby, representada en la ortodoxia defensiva impuesta por su cerebro, el pragmático Rassie Erasmus, que contra todo pronóstico se coló en la final donde diluyó la imaginación de los All Blacks.

Una obra maestra defensiva contra el mejor ataque del continente, pese a la frustración del público francés que, mayoritariamente apoyaba a Nueva Zelanda, pero que acabó imponiéndose en una competición que desdijo todos los pronósticos.

Sudáfrica renovó su oro mundial tras un recorrido brillante, solo roto por la derrota en fase de grupos ante Irlanda, la que para muchos era la gran favorita, pero que no supo mantener el ritmo de una competición exigente.

Los Springboks se aferraron al pragmatismo en cuartos de final contra Francia, la otra gran candidata por momento de forma y por su condición de anfitriones, a quienes derrotaron por un punto (28-29) para silenciar el sueño de todo un país.

Frente a Inglaterra en semifinales estuvieron a punto de dejarse sorprender por su rival en la final de hace cinco años, pero reaccionaron en el último suspiro para conseguir el golpe de castigo definitivo a falta de tres minutos para el final.

Falta el choque definitivo contra una Nueva Zelanda, que también llegaba con una derrota -frente a Francia en fase de grupos- y que también fue afinando su estilo a medida que avanzaba el torneo, que dio su máximo en cuartos contra Irlanda (24-28) y derrotó fácilmente a Argentina en semis.

En la final su ímpetu careció de orden y se estrelló contra el muro sudafricano y unas rigurosas decisiones arbitrales que les llevaron a disputar una hora con uno menos, lo que hipotecó sus opciones.

Era el choque por la hegemonía mundial entre las dos únicas selecciones que tenían tres oros. Era un choque de estilos del que salió triunfador el orden.

Éxito organizativo antes de los Juegos

El orden también fue la seña de identidad de la organización. Todo salió bien en Francia, que miraba el Mundial de rugby como un ensayo general para los Juegos de 2024 que acogerá París y que les obligará a sublimar todavía más su capacidad de crear eventos.

La final de la Liga de Campeones de 2022, localizada en el Estadio de Francia deprisa y corriendo tras el abandono de Kiev por la guerra, estuvo acompañada de disturbios que dejaron marcado al país. El Mundial de rugby ha atenuado aquella sensación de fracaso.

El balón oval botó en Francia por segunda vez, tras haberlo hecho en 2007, y vio como las naciones del sur atraían un ambiente festivo a sus nueve sedes, a las que se sumó hasta cuartos de final la fogosidad local y la de Irlanda, que llegaban con muchas expectativas.

Las diferencias de nivel entre los 20 participantes marcaron la primera fase, hasta el punto de conducir a las altas instancias del rugby a plantearse cambios organizativos para que los más pequeños puedan acercarse a los grandes.

De entre esos últimos destacó la eliminación en fase de grupos de Australia, campeona del mundo en 1991 y 1999, finalista en 2003 y 2015, y la sorpresa de Fidji, que por tercera vez se clasificó para cuartos, donde estuvieron a punto de sorprender a Inglaterra.

La Rosa sobrevivió y superó también en semifinales a Argentina logrando el primer bronce de su palmarés para la campeona de 2003, que también sumó las platas de 1991, 2007 y 2019, una buena actuación para una selección que decían en fin de ciclo.

Los Pumas se quedaron sin su segundo bronce, tras el de 2007, y firmaron un meritorio cuarto puesto tras no haber superado la fase de grupos hace cuatro años, lo que permite afrontar el futuro con esperanza.

Luis Miguel Pascual

(c) Agencia EFE