El toque Diniz

São Paulo, 21 nov (EFE).- Toque, toque y toque. Esa es la forma de entender el fútbol de Fernando Diniz, entrenador que vuelve a una final continental, con Cruzeiro, después de su triunfo en la Copa Libertadores al frente de Fluminense en 2023.

Diniz es un entrenador único en Brasil, que tiene el pase corto y el dominio del juego como un credo. Para conseguirlo, trata de jugar en superioridad numérica acumulando jugadores en zonas específicas de la cancha.

Para él, el buen juego está por encima del resultado y solo vale jugar en corto, al toque, con pases rápidos hasta en su propia área. Esta estrategia arriesgada le ha costado conceder no pocos goles ante la presión alta de sus rivales.

Por ello, el libreto de Diniz, cuando funciona, enamora a la afición, pero cuando las derrotas se acumulan, acaba rápidamente en la hoguera.

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La falta de resultados positivos le costó el despido prematuro en su etapa como interino en la selección brasileña, en 2023, y en Fluminense, tan solo seis meses después de ganar la Libertadores, el único título importante de su carrera.

En Cruzeiro, donde llegó el pasado septiembre, le ha costado implantar su estilo de juego y cosechar triunfos. En diez partidos, lleva dos victorias, cuatro empates y cuatro derrotas.

En la Copa Sudamericana, solo tuvo oportunidad de dirigir a Cruzeiro en las semifinales contra Lanús. Ahora, en la final, aspira a que el título le sirva para ganarse la confianza de la hinchada, que de momento no está entusiasmada por los resultados irregulares en la Liga brasileña.

Diniz, de 50 años, jugó de centrocampista en un ramillete de equipos brasileños entre 1996 y 2008, entre ellos algunos grandes como Fluminense, Palmeiras, Flamengo, Corinthians y Cruzeiro.

Después de colgar las botas, de inmediato dio el salto a los banquillos, mientras compaginaba el trabajo de entrenador con el estudio de la carrera de psicología.

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Su nombre se destacó en el panorama futbolístico brasileño cuando consiguió llegar a la final del Campeonato Paulista en 2016 con Audax, un equipo humilde recién fundado, con el que dejó en la lona a gigantes como São Paulo y Corinthians.

Esa hazaña le abrió las puertas de la primera división, en la que pasó por cinco equipos en cinco años, hasta recalar en Fluminense en 2022, club que ya había dirigido brevemente en 2018.

En esa etapa tuvo su gran éxito en la Libertadores y, por su buen juego, fue invitado a dirigir la selección brasileña como interino, mientras la Confederación Brasileña de Fútbol (CBF) esperaba por un Carlo Ancelotti que nunca llegó.

En la Canarinha cosechó resultados decepcionantes, como un empate contra Venezuela y derrotas contra Uruguay, Colombia y Argentina, en el primer partido perdido por Brasil en casa en la historia de las eliminatorias.

Ahora, en la final de la Sudamericana, una vez más, tendrá la oportunidad de reivindicar que el fútbol arte también puede cosechar resultados.

Manuel Pérez Bella

(c) Agencia EFE