La solución de Trump para sus malos resultados en las encuestas: recordarle a la gente que las encuestas pueden estar equivocadas

El presidente Donald Trump durante una reunión en el Despacho Oval de la Casa Blanca en Washington, el 20 de julio de 2020. (Doug Mills/The New York Times)
El presidente Donald Trump durante una reunión en el Despacho Oval de la Casa Blanca en Washington, el 20 de julio de 2020. (Doug Mills/The New York Times)

WASHINGTON — “No estoy perdiendo”, insistió el presidente estadounidense, Donald Trump, en una entrevista que concedió el domingo al presentador Chris Wallace de Fox News, después de que le presentaron la última encuesta de la cadena de televisión por cable, la cual mostraba que el exvicepresidente Joe Biden le sacaba una ventaja de ocho puntos a nivel nacional.

El mandatario, quien a menudo promueve las cifras de los sondeos cuando le son favorables —e incluso publicita con regularidad un “Índice de Aprobación del 96 por ciento del Partido Republicano” sin citar ninguna fuente para esa estadística cuestionable—, comentó que las encuestas públicas que lo mostraban perdiendo eran “falsas en 2016, y ahora son incluso más falsas”.

En estos días, no hay muchas métricas de campaña para alentar a un presidente al que le encanta citar los récords que ha roto. No ha podido llenar un estadio con simpatizantes desde que comenzó la pandemia del coronavirus, y Biden lo ha superado en dos meses consecutivos. A diferencia de la ligera ventaja de Hillary Clinton en las encuestas nacionales de hace cuatro años, Biden ha mantenido durante más de un mes una ventaja de casi dos dígitos, según el promedio de diversas encuestas.

En respuesta, la campaña de Trump ha enfatizado el marcador sin sentido de los “desfiles en botes” como una medida del entusiasmo de los votantes. El récord más reciente que ha destrozado Trump y promovido en línea es un índice de calor. “Tal vez establecimos un récord por hacer una entrevista con ese calor”, tuiteó Trump el martes, para referirse a su entrevista con Wallace al aire libre. “Había 37 grados Celsius, ¡por eso las cosas fueron muy interesantes!”.

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Mientras tanto, su campaña y sus principales asesores han hecho eco de sus intentos por desacreditar las encuestas públicas, en un esfuerzo por tratarlas con desdén, como una extensión de “los medios”. El equipo de Trump envió una carta de cese y desistimiento a CNN después de que la cadena publicó una encuesta de junio que mostraba a Trump perdiendo frente a Biden (la cadena señaló que defiende su encuesta). Además, en una entrevista reciente con Newsweek, Jared Kushner, el yerno del presidente que también supervisa la campaña, desestimó las encuestas públicas al tacharlas de “puras mentiras”.

Según sus asistentes, Trump sabe que el panorama no luce bien para él, pero simplemente cree que las encuestas públicas están exagerando la situación. Su campaña no realiza encuestas nacionales, pero sus asistentes le han presentado datos internos sobre los estados pendulares que muestran una competencia más cerrada de la que muestran las cifras en las encuestas públicas. Sus encuestadores le dicen con frecuencia que está en una competencia cerrada y que en la actualidad hay un mayor sesgo en los sondeos de los medios informativos del que había hace cuatro años, una aseveración que no tiene el respaldo de ninguna métrica medible. Le aseguran que su base se mantiene involucrada con entusiasmo y que los del centro que tal vez los iban a apoyar en marzo se han alejado sin que él tenga ninguna culpa.

Según los asesores, esto ha servido para que Trump piense que las encuestas públicas están exagerando la ventaja de Biden y afirme que solo ofrecen una imagen del momento. Sin embargo, sus números internos de todas maneras lo muestran detrás de Biden, y está preocupado por el lugar que ocupa. Con mayor regularidad les pregunta a sus colaboradores: “¿Qué debemos hacer?” e interroga a sus amigos sobre “¿Cómo luce todo?”, mientras realiza correcciones de rumbo en público, mencionaron los asesores.

A lo largo de varias semanas, Trump cambió su postura sobre la promoción de las mascarillas, al asegurar que era “patriótico” usar una, y resucitó la conferencia de prensa diaria sobre el coronavirus: con esto reconoce que necesita volver a ser visto tomando en serio al virus.

La noche del martes, los asistentes de campaña circularon una noticia de CNBC, en la cual el presentador Jim Cramer mencionó que la aprobación tardía de Trump de los cubrebocas había detonado un repunte en las acciones de recuperación.

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Sin ninguna cortesía, el mandatario también degradó a su administrador de campaña de años, Brad Parscale, y su campaña ha dirigido la mayoría de sus recursos de publicidad para lanzar un mensaje de la ley y el orden: en un nuevo anuncio de televisión se asegura equivocadamente que, si Biden es electo, los departamentos de policía del país dejarán de existir.

Sus oponentes políticos suponen que sabe que está perdiendo, y de mala manera, y que desestimar de manera generalizada las encuestas públicas al tacharlas de “falsas” forma parte de una estrategia para sembrar dudas y confusión en noviembre. “Cuando dice que las encuestas son falsas ayuda a sentar las bases para decir que las elecciones están amañadas”, comentó William Kristol, el escritor conservador y prominente republicano que formó parte del movimiento “Nunca Trump”. “Porque, para que su marca siga adelante, depende de hacerse la víctima de un sistema amañado y no aceptar la derrota. Tiene un interés general en desacreditar la verdad y esto forma parte de un ataque a la verdad”.

No obstante, los asistentes comentaron que, incluso en conversaciones privadas, Trump no ha permitido que la realidad de su actual posición política se capte por completo.

“Nadie se ha recuperado de algo similar”, comentó Lee Miringoff, director del Instituto Marista de Opinión Pública, para referirse a la ventaja que Biden tiene sobre Trump. En efecto, han pasado casi 25 años desde que Bill Clinton mantuvo una ventaja tan grande sobre su oponente, Bob Dole, en 1996.

Sin embargo, cuando los donantes y aliados externos han sido directos con Trump y le han dicho que, de hecho, está perdiendo, el presidente no ha estado de acuerdo, bajo el argumento de que la situación se está recuperando y que todavía hay bastante tiempo para mejorar, según republicanos familiarizados con esas conversaciones que hablaron bajo la condición de permanecer en el anonimato.

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Sus asistentes son los encargados de entregarle sus números en las encuestas, más allá de la televisión por cable y los artículos de periódico, y algunos se enfocan en distorsionar el panorama electoral para evitar su ira: han ido tan lejos que le han dicho que está ganando en estados como Maine, donde está perdiendo. Los asistentes mencionaron que incluso los asesores que están dispuestos a decirle las malas noticias ya no le revelan toda la situación.

Uno de los principales encuestadores de Trump, Tony Fabrizio, a menudo tenía las predicciones más extremas y era conocido por no rehuir la tarea de informar al presidente que “el cielo se está cayendo”. Sin embargo, según los asistentes, todo el mundo ha caminado de puntillas alrededor del presidente desde junio, cuando amenazó con demandar a Parscale después de que presentó datos de encuestas que mostraban a Trump detrás de Biden en varios estados cruciales.

Ahora, según sus colaboradores, incluso los asesores con predicciones más extremas explican los malos resultados apuntando hacia factores externos y a menudo culpan a la cobertura noticiosa del desplome de Trump.

La campaña argumentó que no había nada preocupante que debiera ser reportado al presidente.

“Monitoreamos diecisiete estados que decidirán quién será el próximo presidente y confiamos en la metodología”, señaló Tim Murtaugh, el director de comunicaciones de la campaña. “En esos estados, nuestros datos muestran que el presidente Trump mantiene su fortaleza en contra de Joe Biden y está bien posicionado para la reelección”.

This article originally appeared in The New York Times.

© 2020 The New York Times Company