“Lo silencié mucho tiempo”. La medallista olímpica Eugenia Bosco denunció que su exentrenador abusó de ella cuando era adolescente

‎Eugenia Bosco contó en LA NACION cómo vivió los últimos años, que implicaron un proceso duro y doloroso
‎Eugenia Bosco contó en LA NACION cómo vivió los últimos años, que implicaron un proceso duro y doloroso - Créditos: @Ricardo Pristupluk,Ricardo Pristupluk

Hay silencios que resuenan, que gritan. Silencios que son disruptivos y que amenazan con detonarse como una bomba de tiempo. A veces, provienen de los secretos… De los que ya no se quieren soportar.

Eugenia Bosco, de 27 años, vivió en 2024 uno de los mejores años de su vida: disputó sus primeros Juegos Olímpicos, en París, y se colgó la medalla plateada junto a su compañero de Nacra 17 en vela, Mateo Majdalani. Ambos fueron dos de los grandes protagonistas del deporte argentino en la temporada. Tanto, que ella recibió el honor de portar la bandera albiceleste en la Ceremonia de Clausura junto a José ‘Maligno’ Torres (oro en ciclismo). A ese logro le siguieron mucha euforia, alegría, invitaciones a lugares en los que antes no eran habitués y sobre todo mucha exposición mediática. Hasta que bajó.

Eugenia Bosco contó que hace cinco años, mirando un documental, reactivó
Eugenia Bosco contó que hace cinco años, mirando un documental, reactivó "lo inconsciente" - Créditos: @Ricardo Pristupluk

Entonces, Eugenia, que nació en San Pedro pero desarrolló la mayor parte de su carrera en Buenos Aires hasta emigrar a España, donde reside hoy, hizo lo que había dejado en stand by por su participación olímpica: denunció por abuso sexual a su exentrenador de Optimist, la clase formativa de vela y por la cual estuvo bajo su guía entre los 11 y 12 años. Y si bien ella prefiere no mencionarlo durante la entrevista, LA NACION pudo averiguar que se trata de Leandro Tulia, que trabaja desde hace 20 años en el Yacht Club Olivos (YCO). Tulia está licenciado de su cargo, justamente a raíz del conocimiento de la acusación, que quedó radicada en la UFE Género de Vicente López, a cargo de la fiscal Lida Osores Soler.

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LA NACION se comunicó con todas las partes en cuestión. Tulia negó los hechos por intermedio de su abogado. A su vez, la Comisión Directiva del YCO señaló “ser neutral” en el asunto. Además, luego de la de Bosco, se sumaron tres denuncias más contra el entrenador, también de regatistas que entonces tenían edades similares.

Mateo Majdalani y Eugenia Bosco le dieron a la Argentina la medalla plateada en vela en los últimos Juegos Olímpicos
Mateo Majdalani y Eugenia Bosco le dieron a la Argentina la medalla plateada en vela en los últimos Juegos Olímpicos

Lo que la atleta relató en su presentación ante la Justicia es su experiencia como integrante de un equipo. Describe un ambiente en el cual muchos niños y niñas que llegaban desde otras ciudades se alojaban en dormis del YCO. En ese contexto, Tulia, que durante unos años vivió en el club, manipulaba a las víctimas para obtener “favores”. Esto se hacía bajo amenaza o, a veces, a cambio de privilegios, como el uso de teléfono celular y computadora y el acceso a los mejores barcos para entrenar. Además, detalla comentarios sexuales permanentes. Bosco asegura que fue víctima de abuso sexual en el dormitorio de Tulia el verano en el que ella tenía 12 años.

Denunciarlo era, explica Eugenia, una cuenta pendiente consigo misma, el punto final de un proceso interno y doloroso que empezó a asumir en la pandemia cuando, mirando el documental Atleta A, sobre los abusos que gimnastas de Estados Unidos sufrieron a manos de un médico de la federación, se encontró sin poder dejar de llorar. Se le activó el trauma de aquellos años que no registraba conscientemente. Supo que eso que estaba viendo también le había pasado a ella. Empezó a entender lo que no entendía y se comprometió no solo con la posibilidad de sanarse a sí misma, sino de transmitir un mensaje que pueda encender las alarmas cuando hay situaciones que no transitan por el camino de la normalidad.

Ahora, sentada en los estudios de LA NACION, convencida, pero también afectada por las emociones, cuenta parte de lo que vivió cuando se formaba en sus sueños olímpicos y mundiales, entre manipulación y mentiras, pero también todo aquello que tuvo que decodificar y con lo cual aprender a convivir: “Sabía que había algo en mí, no sabía de dónde venía, pero sabía que había algo. Y cuando esto vino a mi mente empecé a entender un montón de cosas”, señala. Y agrega lo que en estos casos surge con frecuencia: “Pasé por mil etapas de vergüenza, de no aceptarlo, de pensar que yo era la culpable. Después de un tiempo lo puse en la mesa y dije: ‘Yo era chica, no tenía el control de esta situación’”.

Eugenia Bosco empezó a navegar con Mateo Majdalani en 2017 y brillaron en sus primeros JJOO
Eugenia Bosco empezó a navegar con Mateo Majdalani en 2017 y brillaron en sus primeros JJOO - Créditos: @NICOLAS TUCAT

“Lo silencié mucho tiempo”, reconoce. Al final, asume sentirse “liberada” y haber experimentado un sentimiento “sanador” por poder efectuar la denuncia: “No lo vas a poder sacar nunca de adentro tuyo, pero sí avanzar y seguir adelante. Convivir con eso”. Y cierra: “Es un camino de mucha lucha interna, de mucha resiliencia, de seguir creciendo. Es un camino que lleva su tiempo”.

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-¿Cuando se llega a la cima, sentís que se redimensionan un montón de cosas que van más allá del deporte?

-Sí, cuando estás ahí pensás en un montón de momentos, en un montón de etapas de la vida, en todo lo que uno pasó para llegar ahí. Lo que la gente quizás ve es ese último momento, esa medalla, ese último campeonato, los Juegos Olímpicos, pero detrás de eso hay muchos años. Yo empecé a navegar cuando era muy chica (a los 8 años) y con Mateo (Majdalani) estuve mucho tiempo entrenando para este momento. Y… a ver, hay momentos muy lindos y hay momentos malos: ahí es donde se ve la otra persona y ves realmente a dónde querés llegar.

-¿Por qué estamos acá sentadas y conversando?

-El año pasado, después de los Juegos Olímpicos, decidí hacer una denuncia que me dio un giro, le dio un cierre a otra etapa de mi vida.

-Una denuncia por abuso sexual.

-Sí. Exactamente. Sucedió cuando era muy chica, o sea, cuando estaba navegando en Optimist (entre siete y quince años). No sé cómo explicarlo, pero fue algo que pasó, que no lo controlé, tenía 11 ó 12 años y lo aparté de mi vida hasta hace un par de años que lo pude ver, trabajando obviamente y con gente acompañándome. Lo pude volver a mi mente y arrancó otro proceso. Yo sabía que había algo en mí, no sabía de dónde venía, pero sabía que había algo. Y cuando esto vino empecé a entender un montón de cosas.

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-¿Es una denuncia contra uno de tus entrenadores?

-Fue mi entrenador un par de años.

Leandro Tulia, el entrenador de Optimist denunciado por Eugenia Bosco
Leandro Tulia, el entrenador de Optimist denunciado por Eugenia Bosco - Créditos: @Facebook

-¿Podrías poner más en contexto la situación? Te estabas iniciando en el deporte, ¿con qué situaciones te fuiste encontrando?

-Fue cuando empecé a viajar a Buenos Aires. Es una edad en la que empezás a clasificarte a campeonatos, a viajar sola, a tener un grupo donde te mezclás mucho. Yo venía de San Pedro todos los fines de semana, viajaba a veces con mi hermano (Santiago, dos años mayor y con el que llegó a disputar un Mundial en 29er, otra categoría juvenil), a veces sola y después éramos un grupo grande que se quedaba a dormir en el mismo lugar, todos bajo el cuidado de esta persona. Era un pequeño mundo. Que al final, cuando sos niño, es muy divertido porque estás con tus amigos, estás en un ambiente que creés que controlás, digamos, porque estás en un club, te sentís cuidada y sobre todo tus papás confían y te dan esa confianza de quedarte a dormir ahí. También nosotros hacemos un deporte al que le dedicamos muchas horas. Yo iba todos los fines de semana y a eso le sumaba quedarme a dormir, así que eran muchas horas y mucha responsabilidad de esa persona de estar al mando de nosotros.

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-¿Y las cosas que sucedían eran siempre dentro del ámbito de los viajes o en el día a día del entrenamiento, por ejemplo?

-Siempre se dio en ese ámbito, en el círculo de este club. Se generan cosas en un pequeño círculo que quizás nosotros no controlábamos y esa persona lo tenía muy controlado. Y después, con los años siendo más grande, lo ves. O sea, yo pienso cada momento y digo: “Esto no fue en vano”. Gestos, situaciones, momentos... El tema de cómo reagruparnos, como una pequeña secta, por así decirlo.

-¿En ese momento te dabas cuenta de que había situaciones que eran anormales?

-No. O sea, es que al final no conocés otra cosa, vivís tu pequeña realidad. Cuando te vas distanciando de todo eso, o cuando hablas con gente de otros clubes, o cuando vas creciendo, te vas dando cuenta de que había cosas que no estaban bien. Es muy difícil verlas desde adentro. Mis padres siempre confiaron en esto, confiaron en esta persona y en el club, pero ellos quizás no estaban yendo todos los días ahí a buscarnos: tenían la confianza de que sus hijos estaban bien en un club por el fin de semana.

Eugenia Bosco no le teme a ningún mar, pero debió sacar valentía para enfrentar su proceso
Eugenia Bosco no le teme a ningún mar, pero debió sacar valentía para enfrentar su proceso

-Si no manifestabas nada raro tus padres tal vez no tenía ningún indicio de eso, ¿no?

-Lo que recuerdo en sí es que a mí me gustaba ir, me gustaba mi grupo de amigos, disfrutaba de eso y no quería que me sacaran eso. En el momento no sos consciente de todo lo que estás viviendo, pero esa persona generaba ese silencio de grupo y que vos no le contaras a tus padres. Lograba que todos cumpliéramos con ese compromiso de “Somos esto, somos un equipo, lo que pasa acá queda acá”, decía. Son situaciones que no las querés compartir, o tus padres te preguntan y no querés compartir con ellos… Sos adolescente y no les creés, como todo adolescente.

-No había un pedido de silencio explícito pero a partir de las cosas que se generaban en el grupo, sucedía.

-Sí, a veces con alguna pequeña amenaza: “Hacés esto y se lo voy a contar a tus padres” y yo creo, viéndolo hoy, que él controlaba mis miedos.

Eugenia Bosco comenzó a navegar a los ocho años y forjó su carrera en el alto rendimiento
Eugenia Bosco comenzó a navegar a los ocho años y forjó su carrera en el alto rendimiento

-¿En ningún momento de aquellos años tuviste un impulso de decirle algo a tu familia?

-No. Es que, de hecho, por seguridad, por no querer dejar de ir al club, de compartir con mis amigos todo se me borró. Es como que lo agarrás y “adiós”. Fue muy loco, porque el día en que me di cuenta, que fue hace cinco años, estaba viendo un documental justamente de esto y no podía creer lo que veía, y lloraba. Se me desbloqueó el recuerdo. Y pensaba: “Esto me pasó a mí”. Yo venía trabajando con un psicólogo y fue también gracias a él que pude sacar esto fuera de mí y lo pude expresar, manifestar y contárselo a mi familia. Y bueno, obviamente estar hoy donde estoy.

-Ese documental es Atleta A, de Netflix, y narra la historia de las gimnastas de la federación estadounidense que denunciaron abusos sistemáticos del médico Larry Nassar (condenado a penas de 40 y 175 años de prisión), entre ellas, la mejor gimnasta de la historia, Simone Biles. Evidentemente en ese momento se activó el trauma de tu situación.

-Totalmente. Después me acuerdo de que ella [Biles] no salió a competir en los Juegos Olímpicos de Tokio (realizados en 2021 a raíz de la pandemia de coronavirus), no pudo, y fue muy juzgada por todo eso. En el documental no es explícito, pero explican un poco, y yo decía “pobre”, porque yo la entiendo. Y qué fuerte estar ahí y decir “no voy a competir porque me pasa esto”. La ves tres años después en los Juegos de París 2024 súper acompañada, se nota que lo trabajó, estaba con su perro de compañía (Beacon, mascota de terapia oficial del equipo norteamericano). Fue buenísimo verla ahí, verla como renacer. O no sé si renacer, pero más fuerte.

-¿Sentís que todo lo que viviste en estos años respecto a los resultados deportivos tal vez te dio una fortaleza para poder encarar cosas como estas?

-Sí, este es un tema que vengo trabajando un montón. Justo se dio en pandemia y en el medio de mi campaña (olímpica), cuando todo esto resurgió en mí. Empecé a trabajar un montón de cosas, a darme cuenta de otras tantas que me pasaban internamente, a preguntarme por qué eran así y cómo cambiarlas. En 2023, después de los Juegos Panamericanos (fue medallista dorada junto a Majdalani), estábamos charlando con mis papás y a mí se me vino el tema de nuevo. Porque por ahí te olvidás y de repente vuelve. Yo sentía que estaba como inconcluso en mi cabeza. No sabía cómo llevarlo adelante, ¿no? Y mi papá me dijo: “Mirá, sácalo de tu cabeza, tenés un objetivo mucho más grande en siete meses, los Juegos Olímpicos, y no te digo que no le des bola o que no te vaya a resurgir mil veces, pero tenés que tratar de dejarlo a un costado y concentrarte en lo que estás haciendo y más adelante vas a poder trabajar en eso”. Tenía razón, porque al final, querés ayudar y sanar esa parte, pero también era importante el momento en el que estaba. Dije: “Me voy a concentrar. Si conviví con esto tanto tiempo, la puedo desplazar un poquito más”. Y lo logré. Fui a los Juegos, nos fue muy bien, terminó toda la euforia, fue calmándose, regresé a Europa y me volvió el tema de la cabeza y no sabía qué hacer. No sabía cómo llevarlo adelante. Ahí, entre mucho asesoramiento y mucha ayuda, conseguí hacer esta denuncia y me sentí muy liberada.

-¿Cómo fue?

-Me acuerdo de que la noche anterior a hacerla no paraba de llorar. No podía, realmente. Y al día siguiente me acompañaron mis padres y fue muy liberador, muy sanador. Desde ahí me sentí poderosa, es una sensación muy linda, encima con todo el momento [deportivo] que estoy viviendo. Esa sensación fue muy sanadora.

-¿No te opaca lo que te tocó vivir en el deporte?

-No siento que me haya opacado. Al final es eso, es aceptar. Pasé por mil etapas de vergüenza, de no aceptarlo, de pensar que yo era la culpable. Y después de un tiempo lo puse en la mesa y dije: “Yo era chica, no tenía el control de esta situación” y, por qué no contarlo. Hoy por hoy gracias a todos estos cambios se sigue avanzando y se sigue creciendo. Cada vez se pueden manifestar más estas cosas. Hay que aceptarlas porque son parte de lo que a uno le pasa en la vida. Cuando lo pude decir me sentí muy acompañada y muy apoyada. No lo vas a poder sacar nunca de adentro tuyo, pero sí avanzar y seguir adelante. Convivir con eso.

-¿Cómo fue el momento en que se lo contaste a tu familia, que es el círculo primero al que llegaste con esto? ¿Y cuándo?

-Fue en pandemia. Al primero que se lo conté fue a mi psicólogo, que, la verdad, me acompañó un montón. No bien pude viajar a mi casa, dos o tres semanas después de hablar con él, se lo conté a mis papás. Así que desde ese momento lo saben y vivieron todo el proceso que yo pasé, que fue largo. Obviamente, hay gente que en el momento hace algo, hay gente a la que le lleva cinco años, a otra toda la vida y hay gente que no lo puede hablar nunca. Por suerte, yo estaba trabajando con una persona y se lo pude contar a mis padres, y de ahí poco a poco lo pude ir abriendo a mi círculo. Más adelante se lo conté a unos amigos y di con la gente correcta, que me ayudó a llevar este proceso.

-¿Sentís que este secreto condicionó tu vida?

-Sí, me condicionó en un montón de cosas. En callarme, en muchas veces no saber decir que no. Por ahí no querés hacer algo y lo estás haciendo porque, no sé, porque alguien te dice que lo tenés que hacer. Quizás las mentiras, esconder las cosas… Me llevó mucho tiempo darme cuenta de que no había nada de malo en decir que “no”, en contar las cosas y tratar de solucionarlas y en que a veces tu “no” te hace bien a vos y te tenés que preocupar más por vos que por decirle que “no” a la otra persona, cómo va a reaccionar o cómo le va a caer. Sobre todo en eso.

-¿Fue mucho el tiempo que sentiste vergüenza, angustia, o como decías, ser culpable?

-Sí, fue bastante. Realmente fueron cuatro años de pasar por muchas etapas, de querer contarlo y no animarme por temor a sentirme juzgada o por sentir que seguía siendo la culpable y después por vergüenza. Siempre también como pensando en que sos la única y no sos la única, y en la empatía que va a tener el resto con tu situación. Tenés miedo a ser muy juzgada. A mí me pasaba mucho eso: si lo contaba, ¿la gente me iba a entender o me iba a culpar?

-Y en ese círculo más cercano, ¿con qué te fuiste encontrando?

-Me fui encontrando con mucho apoyo. Sobre todo, fui muy escuchada, muy apoyada. Me costó: se lo conté a mis padres, a mi familia… A mis amigos, me costó mucho más, y seguramente hubo gente que se enteró cuando hice la denuncia. Pero siempre me sentí muy acompañada: me preguntaban si estaba bien, si me sentía cómoda o hasta qué punto.

-¿Qué sentís que pasó en esos años desde que sucedieron los hechos que relatás hasta hoy?

-Lo silencié mucho tiempo. O sea, con silencio me refiero a que fue al inconsciente. Quedó ahí. Y un día se despertó. Yo sentía que tenía un montón de cosas de mi personalidad que no me gustaban y que no sabía por qué se habían dado así. ¿Por qué era tan reservada? ¿Por qué me costaba tanto decir las cosas, por qué las escondía? Eran un montón de situaciones que no sabía de dónde venían. Nunca me voy a olvidar de una vez que un chico me llevó en su auto a mi casa y me invitó a tomar algo. Yo realmente quería que me llevara a mi casa y le dije “no”. En ese momento me sentí culpable, pero a la vez me sentí bien por decirle “no”. Pude decir “no”, algo tan básico, algo tan simple, pero sentí como que lo estaba defraudando. Y a la vez me sentía bien conmigo misma. Me pongo tan contenta con algo tan básico…

-¿Te afectaba mucho en las relaciones?

-Quizás en algunas cosas sí. En la confianza, en cómo contarlo, en qué contar. Con el tiempo vas aprendiendo y hoy estoy en una relación de pareja súper sana en la que puedo hablar todo, puedo contar todo, no se juzga. Y eso yo lo fui aprendiendo con los años. En el camino tropezás y por ahí sin querer lastimás a alguien. Es un proceso en el que vas aprendiendo, que no es tan fácil. Como todo… La vida…

-Muchas veces, cuando una persona decide hablar sobre estas cuestiones se las juzga con frases hechas y muy simplistas como “¿por qué no lo dijo en su momento?”. Ahí se entiende el miedo, hay una mirada muy determinante.

-Totalmente. Al final, es lo que te enseñaron, y creo que en mi caso fue muy de chica, entonces es una edad en la que te estás formando todavía. Ese es el círculo que tenés, lo que te va creando y obviamente yo pasaba muchas horas en este lugar tratando de disfrutar con amigos y viendo y aprendiendo cosas que quizás no son normales, o están fuera de contexto. Fui saliendo adelante y estoy recontra orgullosa de estar en este momento acá. Es un camino de mucha lucha interna, de mucha resiliencia, de seguir creciendo. Es un camino que lleva su tiempo.

-Cuando inicia este proceso lógicamente es por vos, es para vos, para sanar. Pero hoy esta entrevista puede estar llamando la atención, tal vez de algún padre, de algún deportista.

-Ojalá.

-¿Es parte de lo que te gustaría que pase a partir de contar tu historia?

-Ojalá. Me gustaría que llegue lejos, obviamente no por lo mediático, sino porque creo que es un mensaje lindo para la sociedad. Para niños, padres, entrenadores, para gente que trabaja en círculos así, con niños sobre todo o con mujeres, o lo que sea. Hay un montón de situaciones que se dan en las que no importa la edad. Pero hay que tratar de ser empático con la otra persona y pensar en lo que le estás diciendo, que tal vez un piropo o un comentario a la otra persona le está generando algo. Obviamente me encantaría que esto haga un efecto y genere un cambio. Sobre todo eso, que llegue mi mensaje.

-¿Ese silencio del que hablabas antes era un silencio vacío o un silencio ruidoso?

-Un silencio ruidoso. O sea, de cosas que no entendía. Y en algún momento le pude dar sentido a ese ruido, a esa bolita que tenía en la mente, que quizás daba vueltas y vueltas y vueltas, que con el tiempo fue creciendo y tomando forma.

-¿Hoy estás tranquila?

-Re. Sí. Y la verdad es que estoy contenta de todo lo que estoy avanzando y de todos mis logros. Para mí esto es un logro muy grande. Obviamente no voy a descartar mi medalla, ¿no? Pero esto es un logro muy grande para mí. Diferente. Me siento muy liberada, trabajé un montón para estar hoy acá.

Más información

  • Si creés que una niña, niño o adolescente pudo haber sido o está siendo víctima de cualquier tipo de violencia, incluida la sexual, es fundamental que hagas la denuncia.

  • La línea 137 pertenece al Programa Las Víctimas contra las Violencias, del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de la Nación. Es gratuita, nacional y brinda contención, asistencia y acompañamiento las 24 horas, los 365 días del año.

  • También podés enviar un Whatsapp al 11 3133 000 desde cualquier lugar del país. Un equipo de psicólogas y trabajadoras sociales atienden las consultas. En caso de ser necesario se comunicarán al 911.

  • Hablemos de abuso sexual: en esta guía de Fundación LA NACION podés encontrár más información sobre dónde pedir ayuda y señales de alerta.