Rugby Championship: la era de Springboks se sustenta en trabajo, talento y un seleccionado que une a un país que era racista
En el Mundial de 1995, desarrollado en Sudáfrica y ganado heroicamente por los Springboks, el presidente Nelson Mandela, en una lección de humildad para la humanidad, encontró en el rugby la manera de unificar un país partido al medio por el racismo. Tres décadas más tarde, se invirtió la fórmula: el seleccionado sudafricano se alimenta de su gente, sin distinción de razas ni de clases, hasta marcar una era.
La conquista del Rugby Championship 2024 encontró al Mbombela Stadium, de Nelspruit, en estado de ebullición, prolongando la fiesta que comenzó con el título de campeón mundial en Francia 2023. La goleada a los Pumas no sólo rubricó un logro que ya tenían en el bolsillo, sino que además ratificó a los Springboks como los dominadores de esta época. Un reinado que se extiende hacia atrás hasta Japón 2019, pero que recién en los últimos dos años adquirió carácter de hegemónico. El objetivo ahora es ampliarlo en el tiempo.
“No jugamos para ganar la copa; jugamos por Sudáfrica”, prescribe el entrenador Rassie Erasmus. “La esperanza es lo que mantiene unido a un país. Esto significa mucho para Sudáfrica”, agrega el octavo Duane Vermeulen. Lo mejor del documental Chasing the sun II [Perseguir al sol II], que recorre la campaña de los Springboks del año pasado rumbo a la Webb Ellis Cup, tanto como la adrenalina que exuda en las escenas de partidos, reflejan la comunión entre el seleccionado y la gente. Historias de vida como las de Ox Nché, Trevor Nyakane y Frans Malherbe, primeras líneas que se criaron en granjas agrícolo-ganaderas del interior del país, conviven con testimonios de hinchas de todos los extractos raciales y sociales. “Llevo puesta esta camiseta porque apoyo a los Springboks. Tienen que ganar para que defendamos el título”, dice un granjero de color, rodeado por cabras. El deporte nacional de Sudáfrica es también el deporte del pueblo.
Un presente impensado seis décadas atrás, cuando el seleccionado argentino realizó su primera gira internacional y visitó Sudáfrica. En el mítico partido de 1965 ante Junior Springboks que marcó el nacimiento de los Pumas, los simpatizantes de color estaban confinados en una jaula en un rincón de las tribunas, por entonces de madera, del Ellis Park. ¡E hinchaban por la Argentina!
En la centenaria historia del deporte ovalado, los Springboks han sido los únicos capaces de disputarles a los All Blacks la supremacía mundial de manera sostenida. Estamos ante uno de esos momentos. En términos rugbísticos, sólo Irlanda puede discutirles hoy esa calificación, pero hasta que lo plasme en un Mundial deberá conformarse con estar a la zaga, independientemente de lo que diga el ranking mundial (la derrota en Santiago del Estero retrasó a los Springboks al segundo lugar, detrás de los europeos).
En julio, Irlanda, bicampeón del Seis Naciones, empató la serie con Sudáfrica en un triunfo por lado. No hubo revancha de lo que ocurrió en el último Mundial, cuando el Trébol se impuso en la etapa de grupos pero los Springboks terminaron llegando a lo más alto. En los últimos 25 partidos, desde noviembre de 2022, sólo los irlandeses (dos veces), los All Blacks (en el Rugby Championship del año pasado) y los Pumas, una semana atrás, lograron vencer a los africanos. Lo que resulta en una efectividad de 84% por parte de los de verde y dorado. El objetivo, según explicitó Erasmus, es emular el 90% que rondó Nueva Zelanda entre 2011 y 2018.
Para encontrar la génesis de este presente hay que remontarse a 2018, momento en que Erasmus asumió el mando del seleccionado. De Director de Rugby de la unión (SARU) pasó a ser head coach; luego cedió el puesto a Jacques Nienaber, aunque mantuvo el control del equipo, y después del Mundial de Francia blanqueó nuevamente su calidad de entrenador en jefe. Tras algunos años en que el juego sudafricano parecía haber perdido la brújula, influido acaso por el rugby expansivo con que los Lions llegaron a tres finales consecutivas del Súper Rugby, Erasmus optó por refugiarse en las raíces históricas del rugby sudafricano.
“Los Springboks son aburridos de ver, están arruinando el rugby”, criticó John Kirwan, ex integrante de All Blacks y reconocido analista en su país, replicando una opinión bastante generalizada en el mundo. Subjetividades al margen, lo cierto es que Sudáfrica basa su juego en la potencia de sus forwards, el sometimiento con el scrum, la defensa asfixiante y la utilización del pie. El juego vistoso y elaborado queda en un segundo plano.
Erasmus tiene una coartada. Cuando asumió, primero debió resetear el equipo y empezar en cero, fortaleciendo las bases tradicionales. Tuvo éxito inmediato e inesperado al ganar la Copa del Mundo en Japón. Cuando quiso darle una vuelta de tuerca, sobrevinieron la pandemia, la expulsión del Súper Rugby, el ingreso a una nueva realidad con la mudanza de sus franquicias al United Rugby Championship. Sudáfrica ya no tuvo el control total de sus jugadores. La transformación se ralentizó.
No obstante, detallista hasta el nivel de obsesivo, Erasmus no puede ser acusado de no ser un revolucionario. Sin resignar sus principios –al contrario: potenciándolos–, los Springboks sorprenden partido tras partido con jugadas innovadoras. Por ejemplo, este sábado frente a los argentinos, en un line, un saltador pasó la pelota a otro saltador hacia atrás; en el encuentro anterior, un wing ejecutó un line-out. En el Mundial implementaron otras, como pedir scrum tras cantar “mark!”, mandar segundas y terceras líneas a recuperar cargas aéreas y disponer siete forwards en el banco de suplentes, amén de la polifuncionalidad de sus jugadores. En Nelspruit, luego de la ineficacia de Manie Libbok en Santiago del Estero, el pateador fue el medio-scrum, Jaden Hendrikse.
La profundidad del plantel es otra de las razones que explican este presente. Erasmus se maneja con una dotación de no menos de 45 jugadores, a quienes rota permanentemente. Todos están involucrados, todos son parte del conjunto, todos están en una misma sintonía. “Fui seleccionado para servir al equipo esta semana”, dijo Cobus Reinach cuando fue marginado de los 23 para la final en Francia, tras ser titular en la semifinal. Excepto cuando los cambios son masivos, como ocurrió en Santiago del Estero, la fisonomía no se altera. Eso es decisivo en medio de un calendario voraz, en el que, por ejemplo, los jugadores acaban de terminar una temporada internacional que comenzó en agosto de 2023 y se solapó con el comienzo de la de clubes en Europa.
Claro que a la hora de la verdad, son las figuras quienes adelante sacan al equipo. Ocurrió en el Stade de France; se repitió en el Mbombela. Eben Etzebeth, Cheslin Kolbe, Malcolm Marx, Ox Nché, Pieter-Steph du Toit son, sin mucha discusión, los mejores del mundo en sus puestos. Y tienen en Siya Kolisi a un líder que es un guerrero en la cancha y una fuente de inspiración fuera. El pueblo lo ama.
No va a ser fácil ganarles a los Springboks en los próximos años. Quien se enfrente con ellos debe saber que estará enfrentándose con todo un país.