¿Por qué algunas personas son mucho más susceptibles de contagiarse que otras?

Ambulancias afuera del Brookdale Hospital Medical Center en el área de Brownsville de Brooklyn, el 10 de abril de 2020. (Andrew Seng/The New York Times)
Ambulancias afuera del Brookdale Hospital Medical Center en el área de Brownsville de Brooklyn, el 10 de abril de 2020. (Andrew Seng/The New York Times)

A medida que el coronavirus avanza rápidamente en Estados Unidos, los científicos se preguntan: ¿algunas personas son más susceptibles de contagiarse que otras? ¿Existen los súper propagadores, personas que parecen expulsar solo el virus, lo que los vuelve particularmente propensos a infectar a los demás?

Parece que la respuesta es sí. Podrían existir súper propagadores, un término definido de manera laxa y que se aplica a la gente que infecta a un número desproporcionado de personas, ya sea como consecuencia de la genética, los hábitos sociales o simplemente por estar en el lugar equivocado en el momento equivocado.

Sin embargo, según los investigadores, esos portadores de virus que actúan en lo que se ha denominado como eventos de súper propagación pueden impulsar y han impulsado epidemias, lo cual hace que sea crucial encontrar formas de identificar los eventos de propagación o de prevenir situaciones, como las habitaciones abarrotadas, en las que puede suceder la propagación excesiva.

Igual de importantes son los que están en el otro extremo del espectro: personas que se contagian, pero que es poco probable que propaguen la infección.

Un parque de juegos cerrado en Westport, Connecticut, el 22 de marzo de 2020. (Dave Sanders/The New York Times)
Un parque de juegos cerrado en Westport, Connecticut, el 22 de marzo de 2020. (Dave Sanders/The New York Times)

Distinguir entre los que son más y menos susceptibles de infectar a los demás podría marcar una enorme diferencia en la facilidad y la rapidez con que se contiene un brote, explicó Jon Zelner, epidemiólogo de la Universidad de Michigan. Si la persona infectada es un súper propagador, el rastreo de contactos es especialmente importante. Pero si la persona infectada es lo opuesto, alguien que por cualquier razón no transmite el virus, el rastreo de contactos puede ser un esfuerzo inútil.

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“La parte difícil es que no necesariamente sabemos quiénes son esas personas”, aclaró Zelner.

Hay dos factores en juego, comentó Martina Morris, profesora emérita de Estadística y Sociología de la Universidad de Washington.

“Tiene que haber un vínculo entre las personas para transmitir una infección; es necesario, pero no es suficiente”, agregó la profesora. El segundo factor es cuánto puede contagiar a los demás una sola persona. “Casi nunca tenemos datos independientes sobre esas dos cosas”, agregó Morris.

La catedrática señaló que puede ser fácil atribuir erróneamente múltiples infecciones a un individuo —posiblemente exponiendo a la persona a un ataque público— cuando la propagación no tiene nada que ver con la capacidad infecciosa de la persona.

“Si eres la primera persona en una habitación llena de gente en contagiarse y se trata de una enfermedad de fácil propagación, parecerá que eres un súper propagador”, dijo. “Cualquiera en esa habitación podría haber tenido el mismo impacto. Tú solo eras el primero en la fila”.

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Sin embargo, parece haber situaciones en las que unos pocos individuos provocan grandes brotes. En el caso de la enfermedad COVID-19, aún no se sabe si entre esas personas altamente infecciosas se encuentran individuos con infecciones silenciosas que no se dan cuenta de que están enfermos, comentó Thomas Frieden, ex director de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades y director ejecutivo de Resolve to Save Lives, una iniciativa de Vital Strategies. Es más probable, añadió, que los eventos de súper propagación puedan involucrar a personas con síntomas persistentes, pero que no están lo suficientemente enfermas como para quedarse en casa.

O podrían involucrar a personas infectadas que vierten una cantidad inusual de virus, un factor poco estudiado que podría deberse a variaciones en la cantidad de virus en las gotículas de la tos de un paciente o la cantidad de virus infeccioso en las heces, por ejemplo.

Sin importar cuál sea la causa, las medidas de salud pública, como evitar las multitudes y lo que Frieden llama higiene de la tos, pueden evitar un evento de súper propagación, dijo.

La historia médica está repleta de historias de súper propagación en brotes de enfermedades parasitarias, tuberculosis, sarampión y otras enfermedades.

Está Mary Mallon, una cocinera más conocida como “Mary Tifoidea”, que propagó la fiebre tifoidea a más de 50 personas en los primeros años del siglo XX. Ella no estaba enferma, pero era asintomática, y estaba silenciosamente infectada de tifus.

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La super propagación también desempeñó un papel importante en los brotes de los otros dos tipos de coronavirus, que causaron el síndrome respiratorio agudo grave y el síndrome respiratorio del Oriente Medio.

“El brote de MERS-CoV en Corea del Sur se desató principalmente por tres individuos infectados y aproximadamente el 75 por ciento de los casos se remontan a tres súper propagadores que, por separado, infectaron a un número desproporcionadamente alto de contactos”, escribió George Gao, inmunólogo y virólogo de los Centros chinos para el Control y la Prevención de Enfermedades en Pekín, en un documento reciente.

En Corea del Sur, el brote comenzó en 2015, cuando un hombre de 68 años contrajo el síndrome respiratorio por coronavirus de Oriente Medio durante un viaje a esa región. Regresó a Corea del Sur, donde infectó directamente a 29 personas, dos de las cuales infectaron a 106 personas. El número total de casos en Corea del Sur en ese momento fue de 166; ese evento de súper propagación representó la mayor parte del brote.

En 2003, durante el brote de SRAS, se cree que el primer paciente en Hong Kong contagió al menos a otras 125 personas. Otros eventos de súper propagación afectaron a 180 personas en un complejo de viviendas de Hong Kong y a otras 22 personas en un avión de Hong Kong a Pekín.

En África, durante el brote de ébola entre 2014 y 2016, el 61 por ciento de las infecciones provinieron de solo el tres por ciento de las personas infectadas.

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La propagación masiva también parece haber impulsado brotes del nuevo coronavirus.

Un evento ocurrió a fines de febrero, cuando 175 ejecutivos de Biogen se reunieron para una conferencia en el hotel Boston Marriott Long Wharf. Al menos uno de ellos estaba infectado de coronavirus. Dos semanas después, el 75 por ciento de los 108 residentes de Massachusetts infectados con el virus estaban asociados con Biogen. Las infecciones se propagaron desde allí a otros estados y a otros residentes de Massachusetts.

“¿Por qué en esa conferencia?”, preguntó Eric Topol, director del Instituto de Investigación Traslacional Scripps en San Diego. “En ese momento había tantas conferencias, fue antes del distanciamiento social. Algo estaba pasando allí”.

En el otro extremo de la curva de campana de las infecciones están las personas que contrajeron el virus pero no parecen infectar a los demás. Durante el brote de SRAS en Corea del Sur, el 89 por ciento de los pacientes no parecían transmitir la enfermedad.

En la pandemia de COVID-19, hay un ejemplo sorprendente del extremo no infeccioso: una pareja en Illinois.

El 23 de enero, la esposa, que había regresado de una visita a Wuhan, China, se convirtió en el primer caso confirmado por el laboratorio de COVID-19 en el estado. El 30 de enero, su marido fue infectado. Fue la primera transmisión conocida de persona a persona en Estados Unidos.

Ambos, marido y mujer, se enfermaron gravemente y fueron hospitalizados. Ambos se recuperaron.

Los funcionarios de salud pública del estado rastrearon sus contactos: 372 personas, incluyendo 195 trabajadores de la salud. Ni uno solo se infectó.

This article originally appeared in The New York Times.

© 2020 The New York Times Company