Una pelea que promete. ¡En el nombre del padre! Tim Tszyu reflota la historia de Kostya

Los Tszyu conforman dos generaciones de peleadores de raza, emergentes de los montes Urales rusos, que afirmaron sus raíces en Australia. Sus rasgos faciales expresan placer a la hora del cambio de golpes y sus cuerpos fibrosos auguran un tránsito excitante hacia el K.O.

Tim Tszyu nació en Sidney y tiene 28 años; es la imagen más importante del boxeo internacional de este fin de semana. Campeón mundial mediano jr. (OMB), ganador de sus 23 combates (17 K.0), reconocido –ahora– como titular absoluto de este peso ante la deserción del estadounidense Jermell Charlo, destituido al desafiar en otra categoría al mexicano Saúl “Canelo” Álvarez, dos semanas atrás.

Comienza a ser un “hombre seguido” por los aficionados argentinos porque el bonaerense Brian Castaño, exposeedor de esta corona, lo tiene en su mira pese a su exclusión de los cuatro rankings mundiales oficiales y a todas las intrigas que condicionan su futuro pugilístico del que pocos tienen información fidedigna. Y esto le da un valor agregado inquietante a su pelea de esta noche a partir de las 23.30 horas con televisación de ESPN.

Su segunda exposición del cetro frente al noqueador estadounidense Brian Mendoza –titular interino del CMB–, a doce asaltos, se llevará a cabo en Broadbeach, en la costa de oro australiana y será el primer gran protagónico a su carrera, con un riesgo concreto a sortear: la pegada de su rival, una de las más dañinas en los 69.850 kg.

¿Cómo se lo relaciona con la historia pugilística de su padre? Casi con dependencia absoluta. El gran Konstantin “Kostya” Tszyu, nativo de Serov, Rusia, cumplió ya 54 años. Decidió radicarse en Australia tras ganar el campeonato mundial amateur en 1991. Fue campeón mundial Welter jr. (63.500 kg) unificado entre 1995-1997 y 1998-2005. Con un estilo de ataque puro y una pegada inaguantable. Acabó con el notable mexicano Julio Cesar Chávez y el estadounidense Zab Judah como y cuando quiso, convirtiéndose en un ícono de esa década. Recién en 1995, el británico Ricky Hatton lo retiró del cuadrilátero ganándole por K.O. Fue un ídolo indiscutido en Oceanía y abrió comparaciones populares con los mejores púgiles del continente.

¿Cómo pesa todo esto en Tim? Muchísimo. Todavía prevalece el rol promocional de “hijo del campeón Kostya” sobre su propia obra deportiva. ¿Aprovechó sus oportunidades? Sí, y fue de menor a mayor. No conformó en su debut en Estados Unidos ante Terrell Gausha, justificó la obtención del interinato demoliendo al respetable Tony Harrison y venció sin esfuerzo en el primer round a Carlos Ocampo, en su última contienda. Su ofensiva es sostenida y fuerte, su defensa es limitada, pero hoy tendrá su bautismo con el riesgo. Su retador, Mendoza, pulverizó a dos campeones respetables en los últimos meses: Jeison Rosario y Sebastian Fundora. Noqueándolos con sólo un golpe. Una sola mano que pulverizó todo.

A los 29 años, con 22 victorias (16 KO) y dos reveses, el púgil de Albuquerque buscará triplicar sus objetivos contundentes. Y estos enigmas, casi constituidos en fantasmas, potencian el interés por este combate, en donde habrá en juego algo más que una corona: estará en peligro el prestigio de la marca Tszyu en manos de su último modelo: Tim, que rendirá por primera vez un examen exigente. Su rendimiento, su resultado final y su crecimiento, componen un atractivo acertijo. Lleno de responsabilidades, cargas y presiones como las que resolvía su padre: el gran Konstantin –a puro KO– décadas atrás.