Así es como un pastor latino se convirtió en un soldado de a pie de Trump

Anuncios políticos cerca de la iglesia Torreón Fuerte en Henderson, Nevada, el 7 de abril de 2024. (Isadora Kosofsky/The New York Times)
Anuncios políticos cerca de la iglesia Torreón Fuerte en Henderson, Nevada, el 7 de abril de 2024. (Isadora Kosofsky/The New York Times)

Un martes reciente por la noche, dos chicos adolescentes se acercaron a su pastor, Camilo Perez, antes del grupo de estudio de la Biblia. Cierto tema los estaba carcomiendo y querían saber su opinión al respecto. En su escuela, una preparatoria pública local, sus amigos habían estado hablando sobre la discriminación que sufren los latinos. ¿El pastor estaba de acuerdo? ¿Es cierto que el gobierno les da más poder a las personas blancas?

“No, no, no. No es cierto. No sufrimos opresión. Todos en este país tenemos los mismos derechos”, recordó Perez haberles dicho a los chicos en un sermón breve en el que abordó algunos de los temas que más le interesan: la libertad en Estados Unidos, la escasez y la represión en América Latina y los peligros de lo que él percibe como la noción de los liberales de sentirse víctimas.

“Se trata de un plan secreto contra el país”, les dijo. “Intentan sembrar confusión en su mente y presionarlos para que estén en contra de su país, en contra de todo”.

No era la primera vez que el pastor hacía recomendaciones más terrenales que espirituales. Ahora que sirve a una creciente comunidad de 250 familias en los polvorientos suburbios de Las Vegas, Perez, que en contadas ocasiones hablaba sobre política, se ha transformado en un dedicado soldado de a pie en las batallas culturales y políticas de su país adoptivo.

Es una transformación que experimentan cada vez más evangélicos latinos, un grupo que está contribuyendo a darle nueva forma y energía renovada a la coalición republicana. El Partido Republicano, que por tradición era el partido de los electores cristianos conservadores blancos, desde hace años ha realizado una labor discreta para atraer a líderes religiosos como Perez, con los que comparte una perspectiva similar en temas como el aborto y las escuelas, además de posturas tradicionales en cuanto a los roles de género y la familia.

Ahora, Donald Trump cosecha los frutos de ese trabajo. Las encuestas muestran que el número de votantes hispanos que lo apoyan ha alcanzado niveles no vistos para un presidente republicano en 20 años. Si gana la Casa Blanca, tendrá que agradecérselo a gente como Perez, personas poco conocidas cuya influencia no se ha valorado.

El pastor Camilo Perez con sus hijos, Jeremiah, a la izquierda, y Caleb, al centro, en el hogar familiar en Henderson, Nevada, el 8 de abril de 2024. (Isadora Kosofsky/The New York Times)
El pastor Camilo Perez con sus hijos, Jeremiah, a la izquierda, y Caleb, al centro, en el hogar familiar en Henderson, Nevada, el 8 de abril de 2024. (Isadora Kosofsky/The New York Times)

Tampoco es una postura predecible para Perez. Hace casi 20 años, era un inmigrante recién llegado de Colombia y apenas comenzaba a atraer a algunos feligreses gracias a parrilladas organizadas en el jardín de las casas. Ahora, su iglesia, llamada Torreón Fuerte, es muy activa, con oficios antes del amanecer, una escuela privada y clases de teología cristiana hasta pasadas las diez de la noche.

Vive en una pulcra subdivisión de clase media en un suburbio que idealiza como una brillante tierra de oportunidad. Lo buscan candidatos republicanos destacados y se ha reunido con Trump en tres ocasiones.

Perez ahora considera que los demócratas ponen en peligro esa vida y que Trump, aunque imperfecto, es su guardián incansable. Los gobiernos débiles y corruptos de América Latina lo han llevado a apreciar a los políticos que ponen énfasis en la ley y el orden y el capitalismo, según dice. En otra época, le disgustaba la retórica de Trump contra la inmigración y su lenguaje burdo. Ahora, cree que la intención no es aplicarla a los inmigrantes que respetan la ley como él.

Como Perez les dijo a los adolescentes, sí reconoce que a lo largo de la historia ha habido racismo en Estados Unidos, “pero ya no es así”. Después de todo, Barack Obama se convirtió en presidente; un hombre negro logró alcanzar la cima del poder. Perez incluso votó por él.

Éxito en una ciudad resplandeciente

Perez vio por primera vez Las Vegas en una visión que tuvo cuando era joven. Su padre, pastor de una gran comunidad en Medellín, Colombia, lo alentó a comenzar a predicar desde que era niño. Otro pastor de Guatemala fue de visita y quedó impresionado con el joven. Ese pastor le dijo que llegaría a ser líder de una comunidad en una gran ciudad, en donde sería una luz en la oscuridad.

Perez se imaginó un desierto en el que el horizonte resplandecía con luces de colores.

Fue a la universidad, se casó con la hija de un predicador y se dedicaba a actividades de pastoral en Puerto Rico en 2006 cuando un pastor de Las Vegas le habló para pedirle ayuda con la pastoral juvenil de su comunidad.

Cuando Perez llegó, de inmediato reconoció la línea del horizonte.

El trabajo en la pastoral juvenil se apagó en unos meses, pero Perez encontró trabajo como carpintero sindicalizado. Muchos de sus compañeros de trabajo eran inmigrantes mexicanos, o sus padres lo eran, y les asombraba lo diferente que parecía ser Perez. Le preguntaban sobre la fuente de su optimismo y su decisión de mantenerse alejado del alcohol, comentó Perez, quien comenzó a invitarlos a comer carne asada los fines de semana. Prometía baile, pero no cerveza.

Esas reuniones se convirtieron en eventos semanales y, al poco tiempo, se cerraban con una oración. Rápidamente aumentó el número de asistentes. Se trasladaron de casas particulares a salones de conferencias en hoteles y adoptaron un nombre: Torreón Fuerte.

Muy pocas veces hablaban de política. Como la mayoría de los feligreses, Perez se consideraba demócrata casi “automáticamente”, relató, porque todos sus conocidos lo eran. Votó por Obama porque le entusiasmaban sus promesas de una nueva era de unidad y vio su victoria como una señal de que el país podía superar sus diferencias.

“Teníamos esperanza”, compartió, pero lamentó que la esperanza se perdiera pronto, en especial porque la economía de Nevada se desplomó. “Ese fue el último demócrata bueno”.

Una audiencia con Trump

Poco tiempo después de encontrar un local permanente para la iglesia, en un parque industrial en Henderson, un suburbio al sur del Strip de Las Vegas, Perez y su esposa, Rebeca, comenzaron a hacer planes para una escuela.

La escuela privada Strong Generation Christian Academy abrió sus puertas en 2019 con unos 24 alumnos. Seis meses después, cuando se propagó el virus de la COVID-19, la escuela se vio obligada a cambiar a la enseñanza remota.

Perez explicó que, en un principio, el cierre le pareció necesario para proteger a los feligreses ancianos. Pero cuando el estado les permitió reabrir a los centros comerciales y no a las iglesias, se enfureció.

“Nos querían silenciar, eso fue lo que observé que sucedía en realidad”, dijo. “Teníamos que hacer algo”.

Perez se comunicó con otros pastores evangélicos y celebraron una demanda exitosa presentada por un grupo legal cristiano conservador, Alliance Defending Freedom, que acusó a Steve Sisolak, demócrata que en ese entonces era el gobernador de Nevada, de aplicarles restricciones más estrictas a las iglesias que a los casinos y centros comerciales.

“El país cambió, se olvidó del compromiso con Dios y la familia, porque no pusimos suficiente atención”, concluyó Perez. “Intentamos separar la política de la religión y la Biblia y todo, pero es imposible”.

Perez se había aproximado más a la política republicana desde hacía algunos años. En 2016, junto con otros líderes de la comunidad, se reunió con Trump durante una parada de su campaña. Perez instó al candidato a referirse a los inmigrantes de manera menos despectiva.

“Debería dejar de hablar así sobre nosotros porque somos seres humanos”, recuerda haberle dicho a Trump. “No puede generalizar. Si no deja de hacerlo, la comunidad nunca va a apoyarlo”.

Perez respaldaba la idea de una vigilancia más estricta de la frontera, pero quería que Trump hiciera alguna distinción entre los inmigrantes que cometían delitos y aquellos que solo se dedicaban a trabajar para mantener a su familia.

Trump sonrió y lo escuchó, pero no le respondió. De cualquier manera, al salir de ahí Perez sintió que había sido escuchado. Votó por Trump ese noviembre.

Unos años después, el pastor recibió una invitación para ir a Tennessee y asistir a una reunión con Ralph Reed, presidente de la Coalición de Fe y Libertad y personalidad clave en el acercamiento de los evangélicos al Partido Republicano.

Con el tiempo, Perez se convenció de que Trump y su partido eran empáticos hacia los inmigrantes latinos que respetan la ley. No cree que, si resulta electo, Trump cumpla sus promesas de realizar deportaciones en masa.

En las fanfarronadas de Trump, Perez percibe ecos de algunos líderes autócratas que han ganado elecciones recientemente en América Latina… y le agrada el tono duro.

“Vemos problemas por todas partes, desde nuestros países de origen hasta aquí”, aseveró Perez citando como ejemplo la violencia armada y el aborto. “Queremos orden, fortaleza. La gente quiere sentirse segura de que cuentan con algunas protecciones, de que la situación no está fuera de control y las condiciones van a mejorar”.

Este año, de nuevo recibió una invitación para reunirse con Trump antes de un mitin de campaña en Las Vegas. Relató que se dieron un abrazo y Trump rezó brevemente con él y otros pastores. Esta vez, Perez no lo reprendió.

c.2024 The New York Times Company