Opinión: Tráfico sexual, mentiras de facto e inmigración

El jueves, Katie Britt, quien recién llegó al Senado desde Alabama el año pasado, ofreció la respuesta republicana al discurso sobre el estado de la Unión. Su mensaje sobreactuado ha sido objeto de numerosas burlas; eso está bien para la televisión nocturna, pero yo no voy a subirme a ese tren.

En cambio, lo que quiero hacer es centrarme en el meollo de las declaraciones de Britt, un relato muy engañoso sobre el tráfico sexual que utilizó para atacar al presidente Joe Biden. El uso que hizo del relato (que resultó estar relacionado con hechos ocurridos en México cuando George W. Bush era presidente) técnicamente no era una mentira, ya que no dijo de manera explícita que hubiera ocurrido en Estados Unidos durante la presidencia de Biden. Sin embargo, sí dijo: “No nos parecería bien que esto ocurriera en un país del tercer mundo. Esto es Estados Unidos de América y ya es hora de que empecemos a actuar como tal. La crisis fronteriza del presidente Biden es una vergüenza”.

Se trata de un claro intento de engañar —el equivalente moral de la mentira— y su cuidadosa redacción sugiere que Britt sabía que estaba tergiversando la información y quería una vía de escape por si alguien le llamaba la atención.

Sin embargo, para comprender de verdad la importancia de su mentira de facto, debemos situarla en un contexto político.

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A lo largo de los últimos meses, se ha producido un cambio palpable en la retórica republicana, que ha pasado de los ataques a la economía de Biden a las advertencias funestas sobre la “delincuencia de los inmigrantes”.

Este cambio se ha visto forzado en parte por el hecho de que la economía de Biden va bastante bien en estos días, con una inflación que retrocede mientras que el desempleo se mantiene cerca de su nivel más bajo en 50 años. En términos políticos, la narrativa de una mala economía parece estar desvaneciéndose.

Si yo fuera estratega republicano, me preocuparía sobre todo por el cambio de tono en la cobertura de noticias. El Banco de la Reserva Federal de San Francisco mantiene un índice diario de “sentimiento noticioso”. En el verano de 2023, aunque podría decirse que la economía ya estaba funcionando bastante bien, este índice era casi tan bajo como lo fue en el peor momento de la Gran Recesión. Sin embargo, desde entonces, se ha disparado a niveles más o menos comparables a los que prevalecían en vísperas de la pandemia de COVID-19.

Por lo tanto, los republicanos necesitan un nuevo tema. Y en verdad parece que ha habido un aumento de los intentos ilegales de cruzar nuestra frontera sur. Así que hay razones estratégicas para que Donald Trump y su partido exageren los peligros de la delincuencia de parte de inmigrantes y para que Trump y sus aliados maximicen el factor del miedo bloqueando la legislación bipartidista que habría ayudado a asegurar la frontera.

No obstante, me parece que las diatribas de Trump sobre los migrantes delincuentes no son solo estratégicas. El expresidente es bien conocido por su obsesión con los presuntos delitos cometidos por personas de piel oscura, lo cual se remonta a su petición, tras las detenciones de los Cinco de Central Park, que finalmente fueron exonerados, de reinstaurar la pena de muerte. Y sus afirmaciones sobre los peligros que plantean los inmigrantes son tan extremas que pueden resultar contraproducentes.

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El otro día, por ejemplo, declaró: “Detendré las matanzas, detendré el derramamiento de sangre, pondré fin a la agonía de nuestro pueblo, al saqueo de nuestras ciudades, al saqueo de nuestros pueblos, a la violación de nuestros ciudadanos y a la conquista de nuestro país”. ¿Qué pueblos y ciudades, exactamente, han sido saqueados y despojados? ¿Acaso pasó Atila el Huno por ahí mientras yo no miraba?

Sí, determinar la mejor manera de asegurar nuestras fronteras es un problema real, pero los datos no muestran que haya una crisis de delincuencia de inmigrantes. De hecho, los homicidios en Estados Unidos aumentaron en 2020, un año en el que Trump aún era presidente y las detenciones en la frontera sur habían bajado mucho. Por el contrario, en los últimos dos años, la tasa de homicidios ha bajado incluso cuando la actividad fronteriza ha aumentado.

Entonces, ¿qué haces cuando las cifras no sustentan tus fantasías distópicas? Te centras en las historias individuales más espantosas.

Sin duda, el homicidio de Laken Riley, del cual se acusa a un inmigrante que se encontraba ilegalmente en el país, es devastador. Pero en un país tan grande como el nuestro, casi siempre es posible encontrar ejemplos de tragedias indescriptibles protagonizadas por miembros individuales de cualquier grupo que se nombre. Puede que haya más de 10 millones de inmigrantes en Estados Unidos sin documentos que avalen su residencia legal. Sin embargo, según las pruebas disponibles, los inmigrantes tienen menos probabilidades de delinquir que los estadounidenses nacidos en el país.

En cualquier caso, la ola de delitos cometidos por inmigrantes —el “saqueo de nuestras ciudades” que Trump parece denunciar sin cesar— es un mito. Pero tal vez sea un mito en el que Trump cree y la posibilidad de que en este caso sea sincero es alarmante.

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¿Por qué? Porque si Trump en verdad cree que los inmigrantes son una amenaza existencial, si gana en noviembre, como presidente podría llevar a cabo su plan de realizar redadas y deportaciones masivas y es muy probable que detenga a muchas personas que solo parezcan migrantes que viven en el país de manera ilegal.

Así que no hay que despreciar las declaraciones de Britt como un mero ejemplo de mala actuación. Pueden ser el presagio de un reinado del terror que causará estragos en Estados Unidos.

c.2024 The New York Times Company