‘Nuestra nación no está bien’: los votantes temen lo que podría pasar después

El alcalde de Butler, Bon Dandoy, en Butler, Pensilvania, el 15 de julio de 2024. (Kristian Thacker/The New York Times)
El alcalde de Butler, Bon Dandoy, en Butler, Pensilvania, el 15 de julio de 2024. (Kristian Thacker/The New York Times)

BUTLER, Pensilvania — Antes del sábado, cuando Butler, Pensilvania, se convirtió en el más reciente escenario conmocionado de la furia política de la nación, el alcalde Bob Dandoy consideraba su ciudad como un lugar que había aprendido a trabajar más allá de las líneas partidistas. Como demócrata en un bastión republicano, había hecho campaña basándose en el consenso.

“Nunca he visto un bache en la calle que sea republicano o demócrata”, les dijo en algún momento a los votantes Dandoy, profesor de inglés de bachillerato jubilado de 71 años. “O un parque infantil republicano o demócrata. O un incendio republicano o demócrata que el departamento de bomberos debe apagar”.

Dandoy estaba cenando con su familia el sábado cuando un miembro del Concejo Municipal le envió un mensaje de texto. Un espectador había muerto en el mitin de campaña de Donald Trump en un recinto donde se celebran ferias agrícolas y dos más estaban gravemente heridos. La oreja derecha del expresidente había sido rozada por una bala. El tirador, un joven de 20 años con un rifle estilo AR-15 que actuó solo, fue neutralizado a tiros por el Servicio Secreto. Todo esto, en la pequeña ciudad de unos 13.000 habitantes donde Dandoy ha vivido “toda mi vida”.

Desde entonces, la discordia nacional ha caído sobre Butler con tal fuerza que esta semana hizo colapsar el sitio web de la ciudad. Los correos electrónicos acusaron a la ciudad de no proteger a Trump y tal vez incluso de querer convertirlo en un objetivo. Las personas que llamaron por teléfono exigieron que la ciudad admitiera que los partidarios de Trump habían planificado el atentado. El alcalde ha tratado de recordarles a todos que Butler es una comunidad que logra cosas buenas, que ha superado junta los desacuerdos. Y, sin embargo, afirmó, el trauma ha sido abrumador.

“La gente está en estado de shock”, dijo. “Y no puedo soltar una perogrullada ni dar un discurso y decir que todo está bien”.

A medida que se acercan las elecciones presidenciales de 2024, ese desasosiego no se limita a Butler. En entrevistas desde la costa oeste hasta el sur profundo, estadounidenses de todos los partidos afirman estar profundamente aprensivos y no solo a causa del atentado contra la vida de un candidato presidencial el fin de semana pasado.

Fredes Asuncion, propietaria de un pequeño negocio, en Sacramento, California, el 15 de julio de 2024.  (Andri Tambunan/The New York Times)
Fredes Asuncion, propietaria de un pequeño negocio, en Sacramento, California, el 15 de julio de 2024. (Andri Tambunan/The New York Times)

“Es como si una nube oscura se cerniera sobre nosotros y simplemente no se fuera”, aseveró Fredes Asuncion, de 34 años, propietaria de un pequeño negocio en Sacramento, California.

“Es hora de que tengamos, sin juego de palabras, una reunión para ‘obtener una revelación’”, afirmó Jamal Bryant, pastor principal de la Iglesia Bautista Misionera New Birth en Stonecrest, Georgia, tras calificar el tiroteo como un “despliegue del código moral del país”.

Brent Leatherwood, líder de la división de políticas públicas de la Convención Bautista del Sur en Nashville, Tennessee, contó que había escuchado a varios líderes de iglesias conservadoras desde el tiroteo e hizo eco de sus preocupaciones. “Nuestra nación no está bien”, dijo.

Las encuestas nacionales aún no reflejan plenamente el tiroteo del sábado ni el llamado del presidente Joe Biden al día siguiente a “bajar la temperatura en nuestra política”. Tampoco tienen en cuenta todavía la Convención Nacional Republicana en Milwaukee, donde Trump, el candidato presidencial republicano, nombró al senador por Ohio, JD Vance, como su compañero de fórmula. El sábado, Vance, sin pruebas, escribió en la red social X que la retórica de la campaña de Biden “condujo directamente al intento de asesinato del presidente Trump”.

Los asesores de la campaña de Trump han dicho que el expresidente —cuyo mandato comenzó con advertencias sobre una “masacre estadounidense” y culminó con la insurrección del 6 de enero— pedirá unidad el jueves cuando Trump hable en la convención. Sin embargo, también han dicho que Trump se centrará en “lo que hice y cómo voy a hacerlo de nuevo”.

No se pueden ignorar las profundas divisiones ideológicas, culturales y partidistas del país. Las encuestas muestran que Biden y Trump están en una contienda reñida. Ni la convulsión por la edad y la agudeza mental del presidente ni la condena legal de Trump por 34 delitos graves por pagos para comprar silencio han inspirado tanto cambio.

Casi dos tercios de los adultos estadounidenses declararon a The Associated Press-NORC Center for Public Affairs Research en diciembre que la democracia misma podría depender de quién gane las elecciones presidenciales en noviembre. El 87 por ciento de los demócratas dijo que Trump debilitaría la democracia de ser reelecto y el 82 por ciento de los republicanos dijo lo mismo sobre Biden.

Al mismo tiempo, los votantes se han enfadado con la boleta electoral de otoño: una mayoría le dijo al Centro de Investigaciones Pew que, si pudieran, remplazarían a Trump y Biden. Desaprueban, decididamente, a la Corte Suprema y al Congreso.

E incluso antes del tiroteo en Pensilvania, los estadounidenses “apenas se hablaban entre sí”, señaló Timothy Naftali, historiador presidencial que da clases en la Universidad de Columbia. El resultado, afirmó, ha sido un estado de ánimo nacional “inestable, inquieto, incierto, irritante y ansioso” desde las elecciones de 2016.

En mayo, una encuesta marista encontró un desdén tan arraigado que muchos estadounidenses consideraban probable o muy probable una segunda guerra civil en su vida.

Desde el tiroteo, líderes políticos de todo el espectro, incluido Biden, han condenado la violencia política. Pero se han visto socavados por la furia partidista.

“Los demócratas querían que esto sucediera”, publicó la representante por Georgia, Marjorie Taylor Greene. Un senador estatal por Tennessee escribió, y luego borró, una publicación que decía que “el extremismo del régimen MAGA nos ha traído a este momento”. En Facebook, un director de campo del representante demócrata por Mississippi Bennie Thompson escribió, y luego eliminó, “por favor, tomen algunas lecciones de tiro”. La oficina de Thompson repudió el mensaje.

En Tennessee, el alcalde demócrata de Nashville, Freddie O’Connell, informó que en los últimos días un paso peatonal con los colores del arcoíris pintado en honor a la comunidad LGBTQ+ de la ciudad había sido vandalizado. Supremacistas blancos ondeando banderas nazis habían hecho repetidas apariciones en el centro. “Mi mayor temor”, dijo, “es que el tejido social, incluso a nivel local, siga deteriorándose”.

Garen Wintemute, médico de urgencias que dirige el Centro de Investigación sobre la Violencia con Armas de Fuego de California en la Universidad de California, campus Davis, dijo que los estadounidenses que no son extremistas necesitan urgentemente volverse más asertivos.

En un estudio nacional que se encuentra ahora en su tercer año, dos tercios de los estadounidenses en 2022 y tres cuartos en 2023 rechazaron la violencia política y consideraron que nunca estaba justificada e, incluso entre aquellos que toleraban la violencia política, una gran mayoría aseguró que no la cometerían ellos mismos. Muchas personas no solo rehúyen las peleas políticas sino que evitan por completo la política, señaló Wintemute.

“Los estadounidenses en el medio han estado actuando como espectadores de un choque de trenes, pero todos estamos en el mismo tren”, afirmó. “Y, si el tren cae por un precipicio, todos caeremos con él”.

Como cualquier comportamiento nocivo, dijo, la violencia política puede disuadirse en gran medida si una mayoría la rechaza de manera explícita.

“Las decisiones de una persona sobre sus conductas de salud están poderosamente influenciadas por lo que dicen y hacen sus familiares, amigos, comunidades, miembros del clero y otros”, aseveró. “Necesitamos decir: ‘No aceptaré la violencia política. No seré parte de eso’”.

Eso se aplica a los candidatos, afirmó Naftali, el historiador presidencial.

“El rumbo que tomemos ahora dependerá de una serie de factores”, afirmó. “Pero, si los ciclos anteriores de violencia política nos dicen algo, es que uno de esos factores será cómo nuestros líderes —y lo defino en términos generales— se explican a sí mismos y a nosotros dónde estamos y hacia dónde vamos. Y una de las voces más importantes será la voz de la propia víctima”.

Naftali dijo que Biden ya había hecho los gestos tradicionalmente apropiados, al llamar a Trump para desearle una pronta recuperación y pronunciar un discurso televisado deplorando el ataque e insistiendo en que “no podemos permitir que esta violencia se normalice”.

Ahora, aseveró, es el turno de Trump, aunque la historia muestra que suele intensificar la retórica, en lugar de atenuarla.

“No soy ingenuo”, dijo. “No todo el mundo puede cambiar. Pero, cuando pensamos en el rumbo que tomemos a partir de ahora, debemos tener en cuenta que Donald Trump lo tiene en su poder. Debido a que fue la víctima, debido a la devoción de sus seguidores y a que su convención es la primera, la suya será la voz más fuerte e influyente para determinar la dirección que tome el país en este punto de inflexión”.

“A veces se necesita una crisis para que los estadounidenses salgan de un estancamiento”, añadió. “Por supuesto, pensé que esa crisis sería lo ocurrido el 6 de enero. Y eso obviamente no bastó”.

“Es como si una nube oscura se cerniera sobre nosotros y simplemente no se fuera”, aseveró Fredes Asuncion, de 34 años, propietaria de un pequeño negocio en Sacramento, California.

“Es hora de que tengamos, sin juego de palabras, una reunión para ‘obtener una revelación’”, afirmó Jamal Bryant, pastor principal de la Iglesia Bautista Misionera New Birth en Stonecrest, Georgia, tras calificar el tiroteo como un “despliegue del código moral del país”.

Brent Leatherwood, líder de la división de políticas públicas de la Convención Bautista del Sur en Nashville, Tennessee, contó que había escuchado a varios líderes de iglesias conservadoras desde el tiroteo e hizo eco de sus preocupaciones. “Nuestra nación no está bien”, dijo.

Las encuestas nacionales aún no reflejan plenamente el tiroteo del sábado ni el llamado del presidente Joe Biden al día siguiente a “bajar la temperatura en nuestra política”. Tampoco tienen en cuenta todavía la Convención Nacional Republicana en Milwaukee, donde Trump, el candidato presidencial republicano, nombró al senador por Ohio, JD Vance, como su compañero de fórmula. El sábado, Vance, sin pruebas, escribió en la red social X que la retórica de la campaña de Biden “condujo directamente al intento de asesinato del presidente Trump”.

Los asesores de la campaña de Trump han dicho que el expresidente —cuyo mandato comenzó con advertencias sobre una “masacre estadounidense” y culminó con la insurrección del 6 de enero— pedirá unidad el jueves cuando Trump hable en la convención. Sin embargo, también han dicho que Trump se centrará en “lo que hice y cómo voy a hacerlo de nuevo”.

No se pueden ignorar las profundas divisiones ideológicas, culturales y partidistas del país. Las encuestas muestran que Biden y Trump están en una contienda reñida. Ni la convulsión por la edad y la agudeza mental del presidente ni la condena legal de Trump por 34 delitos graves por pagos para comprar silencio han inspirado tanto cambio.

Casi dos tercios de los adultos estadounidenses declararon a The Associated Press-NORC Center for Public Affairs Research en diciembre que la democracia misma podría depender de quién gane las elecciones presidenciales en noviembre. El 87 por ciento de los demócratas dijo que Trump debilitaría la democracia de ser reelecto y el 82 por ciento de los republicanos dijo lo mismo sobre Biden.

Al mismo tiempo, los votantes se han enfadado con la boleta electoral de otoño: una mayoría le dijo al Centro de Investigaciones Pew que, si pudieran, remplazarían a Trump y Biden. Desaprueban, decididamente, a la Corte Suprema y al Congreso.

E incluso antes del tiroteo en Pensilvania, los estadounidenses “apenas se hablaban entre sí”, señaló Timothy Naftali, historiador presidencial que da clases en la Universidad de Columbia. El resultado, afirmó, ha sido un estado de ánimo nacional “inestable, inquieto, incierto, irritante y ansioso” desde las elecciones de 2016.

En mayo, una encuesta marista encontró un desdén tan arraigado que muchos estadounidenses consideraban probable o muy probable una segunda guerra civil en su vida.

Desde el tiroteo, líderes políticos de todo el espectro, incluido Biden, han condenado la violencia política. Pero se han visto socavados por la furia partidista.

“Los demócratas querían que esto sucediera”, publicó la representante por Georgia, Marjorie Taylor Greene. Un senador estatal por Tennessee escribió, y luego borró, una publicación que decía que “el extremismo del régimen MAGA nos ha traído a este momento”. En Facebook, un director de campo del representante demócrata por Mississippi Bennie Thompson escribió, y luego eliminó, “por favor, tomen algunas lecciones de tiro”. La oficina de Thompson repudió el mensaje.

En Tennessee, el alcalde demócrata de Nashville, Freddie O’Connell, informó que en los últimos días un paso peatonal con los colores del arcoíris pintado en honor a la comunidad LGBTQ+ de la ciudad había sido vandalizado. Supremacistas blancos ondeando banderas nazis habían hecho repetidas apariciones en el centro. “Mi mayor temor”, dijo, “es que el tejido social, incluso a nivel local, siga deteriorándose”.

Garen Wintemute, médico de urgencias que dirige el Centro de Investigación sobre la Violencia con Armas de Fuego de California en la Universidad de California, campus Davis, dijo que los estadounidenses que no son extremistas necesitan urgentemente volverse más asertivos.

En un estudio nacional que se encuentra ahora en su tercer año, dos tercios de los estadounidenses en 2022 y tres cuartos en 2023 rechazaron la violencia política y consideraron que nunca estaba justificada e, incluso entre aquellos que toleraban la violencia política, una gran mayoría aseguró que no la cometerían ellos mismos. Muchas personas no solo rehúyen las peleas políticas sino que evitan por completo la política, señaló Wintemute.

“Los estadounidenses en el medio han estado actuando como espectadores de un choque de trenes, pero todos estamos en el mismo tren”, afirmó. “Y, si el tren cae por un precipicio, todos caeremos con él”.

Como cualquier comportamiento nocivo, dijo, la violencia política puede disuadirse en gran medida si una mayoría la rechaza de manera explícita.

“Las decisiones de una persona sobre sus conductas de salud están poderosamente influenciadas por lo que dicen y hacen sus familiares, amigos, comunidades, miembros del clero y otros”, aseveró. “Necesitamos decir: ‘No aceptaré la violencia política. No seré parte de eso’”.

Eso se aplica a los candidatos, afirmó Naftali, el historiador presidencial.

“El rumbo que tomemos ahora dependerá de una serie de factores”, afirmó. “Pero, si los ciclos anteriores de violencia política nos dicen algo, es que uno de esos factores será cómo nuestros líderes —y lo defino en términos generales— se explican a sí mismos y a nosotros dónde estamos y hacia dónde vamos. Y una de las voces más importantes será la voz de la propia víctima”.

Naftali dijo que Biden ya había hecho los gestos tradicionalmente apropiados, al llamar a Trump para desearle una pronta recuperación y pronunciar un discurso televisado deplorando el ataque e insistiendo en que “no podemos permitir que esta violencia se normalice”.

Ahora, aseveró, es el turno de Trump, aunque la historia muestra que suele intensificar la retórica, en lugar de atenuarla.

“No soy ingenuo”, dijo. “No todo el mundo puede cambiar. Pero, cuando pensamos en el rumbo que tomemos a partir de ahora, debemos tener en cuenta que Donald Trump lo tiene en su poder. Debido a que fue la víctima, debido a la devoción de sus seguidores y a que su convención es la primera, la suya será la voz más fuerte e influyente para determinar la dirección que tome el país en este punto de inflexión”.

“A veces se necesita una crisis para que los estadounidenses salgan de un estancamiento”, añadió. “Por supuesto, pensé que esa crisis sería lo ocurrido el 6 de enero. Y eso obviamente no bastó”.

c.2024 The New York Times Company