El Mundial de Qatar forzó al gobierno de Biden a otro ejercicio de equilibrio diplomático
WASHINGTON.- Durante la caótica retirada de Estados Unidos de Afganistán, a mediados de 2021, el embajador de Qatar en Kabul, Saeed bin Mubarak Al-Khayarin, acompañó personalmente a los colectivos con evacuados para que pudieran cruzar los puestos de control talibanes hasta el aeropuerto, donde multitudes esperaban para huir. Al final, casi la mitad de todas las personas evacuadas salieron de Afganistán hacia Qatar, donde Estados Unidos tiene su base aérea más grande en Medio Oriente, al sur de Doha.
Esa historia volvió a cobrar relevancia para entender las razones que llevaron al secretario de Estado de Estados Unidos, Antony Blinken, a viajar a Qatar, esta semana, para participar de un foro de diálogo estratégico, y ver el partido de Estados Unidos contra Gales por el Mundial en medio de las fuertes críticas a Qatar por violaciones de derechos humanos.
La visita de Blinken a Doha ofreció otro complejo acto de equilibrio diplomático del gobierno de Joe Biden con un aliado de Medio Oriente. Para muchos, el aliado más valioso y confiable en la región: a diferencia de Israel, Arabia Saudita o los Emiratos Árabes, Qatar se alineó con Estados Unidos a favor de Ucrania y en contra de Rusia y Vladimir Putin.
Qatar, el segundo país más pequeño del Golfo Pérsico detrás de Bahrein, invirtió más de 200.000 millones de dólares –medio PBI argentino– para organizar el primer Mundial en Medio Oriente, una transformación teñida por las acusaciones de corrupción a la FIFA, y las condiciones laborales a las que quedaron sometidos miles de trabajadores migrantes de India, Pakistán o Nepal, todos países más pobres, que dejaron un número desconocido de muertes –el periódico The Guardian estimó que fueron 6500– durante la construcción de los fastuosos estadios donde se juegan los partidos.
Ningún líder occidental apareció en la inauguración del Mundial. Luego de deliberaciones internas, Blinken fue el enviado elegido por el gobierno de Biden para viajar a Qatar durante el torneo, boicoteado por famosos, deportistas y por hinchas en varios países, y respaldado por otros. En Qatar, Blinken ensayó un balance sacado del manual de la realpolitk.
“Avances significativos”
“Qatar ha hecho avances significativos en los últimos años para mejorar sus leyes laborales y ampliar los derechos de los trabajadores. Estados Unidos ha sido y seguirá siendo un socio constante en esos esfuerzos”, señaló Blinken, en una conferencia de prensa junto con su colega qatarí, Mohammed bin Abdulrahman Al-Thani. “Por supuesto, aún queda trabajo real sobre estos temas –equilibró después–, y Estados Unidos continuará trabajando con Qatar en el fortalecimiento de los derechos laborales y los derechos humanos de manera más amplia mucho después de que termine la Copa del Mundo”.
Blinken insistió en que los derechos humanos son un pilar de la política exterior de Estados Unidos, una muletilla del guión diplomático de la primera potencia global, y criticó las presiones para que los capitanes de los equipos desistan de usar un brazalete en defensa de los derechos LGBT –inexistentes en Qatar–, pero a la vez dijo que Estados Unidos había documentado un “progreso real” en el país.
Al lado de Blinken, Al-Thani rechazó todas las críticas a Qatar, en línea con el mensaje oficial. “No podemos cambiar las opiniones de aquellos que solo quieren atacarnos y distorsionar nuestra imagen, y esto puede no tener nada que ver con Qatar”, afirmó.
“Desafortunado”
Tamara Taraciuk, directora adjunta para las Américas de Human Rights Watch (HRW), una de las organizaciones que monitorea la situación de los derechos humanos en el país desde hace años, dijo que el contexto actual es “desolador” y el balance que realizó Blinken, “muy desafortunado”, y abogó porque Estados Unidos respalde la creación de un fondo de compensación para indemnizar a los trabajadores migrantes.
“Enfatizar los avances cuando el contexto es desolador para los derechos humanos en Qatar es muy desafortunado”, dijo Taraciuk. “Existen muchísimos trabajadores migrantes que construyeron los estadios y la infraestructura del Mundial que sufrieron abusos, incluyendo el robo de sus salarios, lesiones y muertes, que no fueron debidamente investigados por las autoridades qataríes”, agregó.
Taraciuk agregó que las reformas laborales que llevó adelante Qatar a partir de 2018 “son importantes y un buen punto de partida”, pero llegaron tarde, no alcanzan a todos los trabajadores y su aplicación efectiva es, como mínimo, débil. El desafío, agregó, es que se le siga prestando atención a la necesidad de avanzar en implementación de estas reformas luego del Mundial.
Departing Doha today after a productive start to the U.S.-Qatar Strategic Dialogue. I'm excited to continue cheering on the @USMNT team from home. #GoTeamUSA pic.twitter.com/L545Bg7uSM
— Secretary Antony Blinken (@SecBlinken) November 23, 2022
“Blinken aún está a tiempo de reconocer esta realidad que ocurre en un país donde, además, la libertad de expresión y los derechos de las mujeres y la comunidad LGBT se violan a diario, y de públicamente apoyar la creación de un fondo de compensación para indemnizar a los trabajadores migrantes cuyos derechos fueron vulnerados para que hoy todos podamos disfrutar del Mundial”, insistió.
Vínculo destacado
Pero en una relación considerada estratégica –para Estados Unidos, y también para potencias europeas–, los intereses comunes, la geopolítica y la cooperación en áreas consideradas de vital importancia suelen terminar por sopesar más la rendición de cuentas por abusos, violaciones o ausencia de derechos humanos.
En Washington destacan el vínculo con Qatar, y recuerdan que la base aérea Al-Udeid, que alberga a varios miles de soldados norteamericanos, fue un nodo central en la caótica retirada de Afganistán en 2021, evacuando a más estadounidenses y civiles afganos que cualquier otra base militar en el mundo. Qatar también es el canal de comunicación con los talibanes.
El comunicado del Departamento de Estado sobre la visita de Blinken habló de una asociación de “larga data” y mencionó una variedad de prioridades además de los derechos laborales y los derechos humanos, que incluyen salud global, asistencia humanitaria, desarrollo internacional, cooperación en seguridad, cambio climático y comercio e inversión.
Blinken tocó, de hecho, otro tema en su conferencia de prensa que ha dominado la agenda global desde la invasión de Rusia a Ucrania: la seguridad energética.
Qatar es un país rico en gas natural, y se ha convertido en un jugador clave en la estabilización de los mercados gliobales. Blinken reconoció ese papel al darle la “bienvenida” a la decisión del emir de Qatar de aumentar la producción de gas natural licuado, vital para Europa. Esa decisión marcó un claro contraste con el recorte en la producción de petróleo que decretó el vecino, Arabia Saudita, a pesar de la visita de Biden a Jeddah, este año, que dejó la infame foto del golpe de puño con el príncipe heredero, Mohamed ben Salman, acusado por la CIA de mandar a matar al columnista del Washington Post, Jamal Khashoggi.
Fanático del fútbol, Blinken se dio margen también para tejer un paralelismo entre el deporte y la diplomacia al hablar del empate entre Estados Unidos y Gales.
“Sé que ninguno de los dos logró la victoria que queríamos en nuestro primer partido. Recuerdo la sabiduría de un gran filósofo estadounidense, el entrenador de baloncesto Greg Popovich, quien una vez dijo, y cito: ‘La medida de quiénes somos es cómo reaccionamos ante algo que no sale como queremos’”, dijo Blinken, y luego cerró: “Es cierto tanto para la diplomacia, como para los deportes”.