Miguel Ángel Russo en San Lorenzo: nostalgia, experiencia y ese deseo irresistible de seguir pateando la pelota

Miguel Russo volvió a San Lorenzo
Miguel Russo volvió a San Lorenzo - Créditos: @X

“Me gustaría volver a dirigir, pero hoy en día estoy descansando. Siempre extraño el fútbol, veo mucho. He rechazado algunas ofertas y estoy tomando un descanso necesario para muchas cosas. Pero algo va a venir y vamos a decir que sí y otra vez estaremos en el ruedo, como siempre”.

Miguel Angel Russo, Miguelo, tiene 68 años. Se trata de uno de los imprescindibles de nuestro fútbol, amado por Rosario Central (lo dejó un par de meses atrás, luego de ganarle otra vez a Newell’s y consagrarse en la Copa de la Liga), adorado por Estudiantes, querido por Boca y Vélez, admirado por Lanús. A Miguelo, sin vueltas, lo quieren casi todos. La enfermedad que lo persigue no le baja la guardia: cuando descansa, se recupera y toma fuerzas.

Miguel Russo y Marcelo Moretti, un rato antes de la presentación
Miguel Russo y Marcelo Moretti, un rato antes de la presentación - Créditos: @X

Y vuelve al ruedo, a San Lorenzo, como en otro tiempo volvió al Gigante, a la Bombonera y al Teatro de Liniers. Ahora, al Nuevo Gasómetro, en donde no salió campeón, duró un suspiro pero su recuerdo lo invita. “Hay que trabajar mucho. Estoy contento de estar acá otra vez. Busco lo mejor, pero hay muchos lesionados, es lo que más me preocupa. Se achica el plantel, pero hay que resolverlo. San Lorenzo es un club grande, tiene que mirar para adelante”, asume, en su vuelta.

“Siempre uno busca los objetivos máximos. En los últimos años me tocó salir campeón varias veces. El fútbol argentino es muy difícil. Hay cosas para mejorar, como lo técnico, táctico y la cabeza de los chicos. El que dice que se gana fácil, se miente solo. Lo que más me interesa es que el equipo juegue bien. No pienso en el descenso, esto es partido a partido. Esto es San Lorenzo”, advierte.

Iba a ser un Gasómetro en llamas por la salida de Leandro Romagnoli, un equipo de recortada puntería, 24° de 28 equipos en la Liga Profesional y en la tabla de las copas y el descenso. Los fanáticos iban a cantar, una vez, más el que se “vayan todos” (de Marcelo Moretti hacia abajo, no se salva ninguno), justo en la vuelta del Gallego Insua, entrenador de Barracas Central, este domingo, a las 19.30. La veterana figura de Miguelo puede frenar tanta ira contenida.

¿Qué hace un hombre, cerca de los 69, con los embates de una enfermedad traicionera, a embarcarse en un gigante en crisis interminable? El deseo. La pelota, en realidad. “Quiero, necesito volver al ruedo”, decía días atrás. “Es una decisión mía y es lo mejor para el club. Con dolor entiendo que es el momento de dar a un paso al costado”, exponía en agosto pasado. Entendió, como en la vida, que su mensaje ya no le llegaba a los jugadores canallas. Era su casa y, según expertos, con material más ilustre del que se encontrará en el Ciclón. El deseo, entonces, mueve montañas.

“Vivo el fútbol con intensidad, toda mi vida fue así. Me hicieron una propuesta, estoy convencido y fui para adelante. Estoy contento, hay que trabajar mucho. Lo que yo necesito, lo busco. Lo vivo día a día, no es nuevo. Mi nieto está más contento que yo, lo voy a ver más seguido, está en capital. Tengo hermanos, parientes, todos están contentos de que estoy acá en Buenos Aires”, suscribe.

Otra vida: en la era de la nostalgia, se presentó en el San Lorenzo conducido por Rafael Savino y con aportes millonarios de Marcelo Tinelli en junio de 2008. El empresario, vicepresidente y presidente algunos años después, era el encargado del marketing y la cara visible de un grupo inversor.

Tiempo después de conducciones del renombre como Oscar Ruggeri, Ramón Díaz (gran campeón y luego con serios conflictos internos). Y más adelante, tomó el timón Diego Simeone. Evidentemente, un San Lorenzo que jugaba en otras ligas. Russo traía el aura del mejor Juan Román Riquelme de todos los tiempos: la Copa Libertadores 2007, llamativamente la última de la vitrina xeneize. Y era número puesto para la selección. Estuvo verdaderamente cerca, antes y después.

Tiene un excelente manejo de grupo. Cómplice de los referentes y protector de los jóvenes. Habla claro. Detrás del famoso “son decisiones, son momentos” (inmortalizado, también, en un par de posteos de San Lorenzo) resuelve, actúa, vive el fútbol –los amigos y el café– durante las 24 horas.

Miguel Russo, en plenitud en aquel San Lorenzo
Miguel Russo, en plenitud en aquel San Lorenzo

“Es un tipo de principios. Es muy tranquilo, sabe mucho de fútbol. Escucha a todos, lee todo. Los diarios, todo, todo. Y sabe manejar los elogios, no se marea. Sólo se despeja cuando vamos a jugar al golf dos veces por semana”, contó alguna vez Hugo Gottardi, un amigo y camarada de otra época. De aquel pelo negro y enrulado al hombre que mantiene la sonrisa radiante, cabello blanco y al ras, una vida y los mismos códigos. Así se mostró en la primera práctica: con las ganas de siempre.

No pudo consagrarse en el Torneo Apertura pese a llegar a tener, durante el desarrollo del campeonato, una ventaja de hasta 8 puntos sobre Boca, que se coronó tras vencerlo en un triangular de desempate con la participación de Tigre. Habían acabado en la cúspide, con 39 unidades, pero el equipo azulgrana tenía una diferencia de +17 goles, cinco más que sus rivales. Si se tratara de la Premier League, hubiera sido el campeón.

Un joven Russo en una práctica del Ciclón
Un joven Russo en una práctica del Ciclón

Era un equipazo, de galera y bastón. Audacia pura, que se fue derrumbando poco a poco. Orion; Adrián González, Tonga Aguirre, Bianchi Arce y Aureliano Torres; Lobo Ledesma (la rompía) y Chaco Torres; ¡Santiago Solari!; Bergessio y Cuqui Silvera, se trata de una formación de ese período. Habían pasado, también, Andrés D’Alessandro y Diego Placente. La comparación con el San Lorenzo de estos días es brutal. Antes, el club se matizó de deudas. Hoy, con otros modos, mantiene los números en rojo.

En la siguiente Copa Libertadores, la 2009, el San Lorenzo de Miguel fue eliminado en la etapa de grupos, cinco años antes de su primera vez, con Patón Bauza, enmarcado para toda la vida. El punto final fue el 9 de abril, horas después de la derrota contra el mexicano San Luis por 2 a 0, por la quinta fecha del Grupo 8 de la Copa Libertadores. Justo cumplía 50 años.

“Hablé con los jugadores, como corresponde. El fútbol tiene estos momentos. Yo pasé por muchos equipos pero uno nunca se acostumbra a estas situaciones”. El ciclo de Russo en su primera vez en San Lorenzo había comenzado el 15 de junio de 2008 y registró 34 partidos, con 16 victorias, 5 empates y 13 derrotas. Otra vida.

Dieciseis años más tarde se sienta en la misma sala de conferencias. “Las aspiraciones siempre son las más altas. Me pasó en Central, que estaba en un momento delicado y me tocó salir campeón, nunca se sabe. Hay que mantener la calma”, repite. Y saca los fantasmas escondidos. “Entendí que tenía que irme de Central. Yo me dedico a mí, no dejo de dedicarme a mí. Esto me gusta, lo disfruto. Vivo pensando en mí, antes que todo”, aprieta el micrófono.

Russo y San Lorenzo graban el capítulo 2. Unidos por la misma pasión.