Lolo Castagnola sin filtro: el legado del padre, sus hijos cracks, la discriminación del polo y la pelea “evitable” con Cambiaso
La gente suele verlo efusivo, explosivo, sanguíneo, pero Lolo Castagnola es más sensible de lo que se aprecia a simple vista. Desde siempre. No importan sus 7 títulos de Palermo ni ser el padre de dos de los mejores jugadores de estos tiempos (Camilo y Bartolomé) : hay un tipo que se ablanda hasta cuando la conversación cambia de tema y le brota un recuerdo…
“¿Ves ese árbol de ahí, donde están los bancos a la sombra? Ahí se sentaba mi viejo cuando jugábamos con Cambiaso un picado dos contra dos. Ahí mismo lo enterré. Era su lugar”, cuenta Bartolomé sobre Héctor “Chalo” Castagnola. El hombre clave de la dinastía que proyecta varios capítulos de suceso en el polo porque el mensaje primordial parece llegar a todos: trabajo .
“Me gustaban los caballos, desde chico. Jugaba al pato y era un indio montando. Me agarró el viejo y me dijo que no, que tenía que jugar al polo. ‘¿Querés dedicarte a un deporte andando bien a caballo como andás? El polo’, fue su mensaje. Ahí empezó todo. Yo no tenía ningún contacto con el polo. Me abrió las puertas Willy Fiorito, que tenía el campo acá en la ruta 3. Yo tendría 12, 13 años. Y un día apareció Cambiaso padre en una moto, diciendo que necesitaba jugadores para la Copa Potrillos, para formar equipo con Adolfito, que tenía 8-9 años. Que también estaba medio solo acá, no podían completar el equipo. Me vieron jugar y me invitaron. Vine a lo que era La Martina. Al final no jugamos nada la Potrillos, pero arrancamos”, relata Lolo en sus caballerizas de La Natividad , en Cañuelas. Literalmente enfrente de La Dolfina.
Lolo era fanático del fútbol, lo jugaba en el colegio La Salle. “De 9. No sé si era habilidoso, pero sí fuerte y pateaba bien al arco. Goleador”, aclara. Vivía en Juncal y Montevideo, pleno centro de Buenos Aires. Fue entonces cuando Chalo, empresario del rubro de la carne, tomó nota de un campo en venta ubicado enfrente de La Martona, al lado de la ruta 205. Un club hípico llamado Del Sur. ¿Fue fácil lo que vino después? Para nada.
–Tu viejo acertó al ponerte arriba de un caballo de polo viendo todo lo que pasó con vos y ahora con tus hijos.
–Sí, acertó. Estoy acá por mi viejo. Le puso huevos, ¿eh? El polo no te dejaba acceder a algunos lugares. No veníamos del polo y nos lo hicieron sentir, no nos aceptaban. Quisimos hacernos socios de Monte y no nos dejaban, de La Espadaña y no nos dejaban, de Los Indios y tampoco. Así que dijimos “Vamos a hacer algo nuestro”. Los dos viejos (Castagnola y Cambiaso) le metieron pata y empezamos a jugar en La Martina. La laburamos. No era que queríamos estar con la gente: queríamos progresar. Y lo mismo le inculqué a mis chicos. A cumplir etapas. Ganar la copa de 0 a 6 de handicap, la de 10, la de 12. Y después se dio de jugar polo profesional. La tuvimos que pelear.
–¿Rencores?
–Cero resentimiento, pero nos hizo muy bien todo eso. A veces las cosas se dan así. Por algo son así. Volvería a cumplir ese recorrido. Me costó, no tenía la facilidad de hoy, pero no lo sentíamos como un trabajo, sino que era un placer.
–Hablás de Chalo y mucha gente no sabe que te tocó, a vos y a tu familia, algo muy complejo: lo perdieron un 31 de diciembre. Fin de año, una fecha de brindis, de encuentro familiar. ¿Qué te pasa cada 31?
–Lo vivo…Obvio que todos los fines de año, ¿en qué voy a pensar? Si te dijera lo contrario te mentiría. La verdad que no lo disfruto el fin de año, no me emociono. No lo disfruto porque me pongo a pensar en que lo fui a despertar yo y estaba dormido…Me vienen muchas cosas a la cabeza. Siempre, aunque no quiera, se me va a reciclar, sobre todo en esa fecha. Cuando lo enterré estaban los fuegos artificiales de todos lados. Lo recuerdo con un amor… ¡Imagínate lo que es para mi. Tenía 63 años, estaba bien de salud. Tenía que cuidarse del colesterol y por ahí no se cuidó lo suficiente, pero no más que eso.
–¿Qué legado te dejó?
–Todo. Gracias a dios me puso buena presión desde chico. Siempre tengo a mano esas cosas que me decía. Me dio el legado de la calle, que es fundamental. Me enseñó que sin trabajo y sin esfuerzo no llegás a nada. Me enseñó a ser honesto, pero diciendo las cosas que uno siente. A tener paz. Que si querés algo, lo tenés que lograr trabajando. Aprendí a tratar de ayudar y cómo conocer a la gente. Me dijo que cuando la gente te critica mucho es porque estás bien encaminado. Me enseñó cosas de la vida que, cuando no estuvo, las ví reflejadas. Fue clave para mi.
–Y así llegaste a lo que es La Natividad hoy: un suceso. ¿Creías que podías generar ésto?
–No, fui siempre un laburante en todo lo que emprendí. Es el día de hoy en que no ando pensando en lo que hice o lo que gané. Yo quiero seguir trabajando y tratar de que al otro le vaya bien. Lo más importante se generó cuando me voy de La Dolfina, a fines de 2010. Mis hijos eran chicos, pero fanáticos del polo, así que le puse todas las fichas a ellos. Y de a poquito se fueron dando las cosas.
–Sos un tipo sanguíneo, pero con gran sensibilidad. Y me parece que cuando más caliente estás, mejor ves las cosas. Una lucidez notable en vez de nublarte. Es un don analizar en caliente.
–Siempre que me pusieron pruebas de fuego es cuando mejor salí. Te lo dice mi vieja. Cuando estoy caliente es cuando mejor pienso. Te hago un cuento: Cambiaso me quería hacer calentar en los partidos. Y les decía a los demás: “Cuándo más caliente se ponga, ahí es cuando mejor está, más claro”. Eso fue la vida. Y el deporte es lo mismo. Afuera parezco de lo más tranquilo. Obvio que estoy nervioso por el equipo, pero digo las cosas, aliento, soy muy positivo. Pero sí, no me bloqueo. Me desbloqueo del todo. Digo las cosas. Y sí, soy resensible. Quiero que todo el mundo esté bien. No sé lo que es el rencor ni la envidia. Yo me peleé con Cambiaso y te digo acá: cuando yo jugaba era hincha de Adolfito. Me encantaba cómo jugaba al polo, me parece el número 1 e hinchaba para él.
–Cero celos.
–¡Má qué celos! Lo disfrutaba. Ahora estuvo desgarrado y te digo que si Cambiaso no está en La Dolfina es otro equipo. Yo sé lo que piensa y cómo hace las cosas, y lo disfruto. Obvio que le quiero ganar porque juega contra mis hijos y La Natividad es mi equipo. Pero sé cómo trabaja, cómo hizo todo. Y yo también hice lo mismo…pero con un poquito menos de taqueo (risas). Jugando, yo tenía que hacer lo mío y él era un superastro. Trataba de ayudarlo para ganar. Lo que les dije a mis hijos es eso: hay que estar todos en el mismo barco. Y si nos toca enfrentar a Cambiaso o a cualquier otro, respetarlos como lo que son, pero dentro de la cancha hay que jugar al polo. Quiero ganar siempre, claro, pero no se muere nadie si perdés.
–Aquel equipo del 2010, con Cambiaso, vos, Monteverde y Stirling, ¿estaba para seguir? ¿Cuando se rompe y entran Mac Donough y Nero, cuántos años más creés que le quedaban?
–Fue una lástima que terminó como terminó ese La Dolfina: si no, yo hubiese estado a la par de Cambiaso para pelear. Lo hubiese ayudado. Así como soy sensible, sé tomar decisiones. Cuando digo me voy, me voy. Volvi con La Natividad un par de años para formar un equipo, pero después dejé. Me dijeron muchos que demasiado joven, pero ya estaba.
–¿La pelea tuya y de Adolfito era evitable?
–Sí, era hablar las cosas de frente. Tampoco quiero volver a eso. A mí me decís las cosas de frente y no pasa nada. Pero ya pasó. Está todo bien.
–Están mejor entre ustedes. Pasaron 14 años.
–Sí, está todo bien. Nunca más tuvimos la relación de antes. Son personas de la familia y yo soy un tipo muy positivo y pienso que ahí, a partir de lo que pasó, se armó La Natividad. Por algo pasan las cosas. Y ojo, no estoy diciendo que como venganza se armó La Natividad. Se dio así.
–Con La Dolfina en el 2000 pasó lo mismo.
–Claro, salió de una ruptura con Ellerstina. Pero la vida sabe lo que pasa. Obvio que iba a ponerle todo a La Natividad porque estaban mis hijos. Me decían que estaba loco, que tenía que seguir enfrente. Pero me propuse empezar el camino de mis hijos, con mis armas, con mis cosas. Porque yo sabía armar una organización. Los metí a los chicos, les fui creando la cabeza, cómo progresar.
–Los chicos de ustedes los acercaron. Los primos siempre tuvieron onda: Barto, Jeta, Benicio, Poroto, Mía.
–Tengo mucha relación con Poroto, hablamos de cosas de la vida…
–Bueno, sos el tío.
–Me parece un guacho de primera. Le doy consejos. Me llama para preguntarme cómo jugarle al padre la final del US Open. Y le digo “jugá así y así, no lo dejés respirar porque te caga”. Boludeces. Pero es algo lindo. Claro, estoy hablando en contra del padre, pero Poroto quería ganar el US Open. Hablo desde el corazón con Poroto muchas veces. Es como si hablara con cualquiera de mis sobrinos, con los hijos de mi hermana. Tengo un corazón especial. Y los chicos no tienen nada que ver con lo que pasó entre nosotros.
–Eso está claro y lo han manejado con mucha madurez. ¿Y Camila? Para ella debe haber sido un tema incómodo estando de por medio el hermano. Era la otra pata de la historia. ¿Tenías algún temor de cómo podía reaccionar en ese momento?
–Cero. Si mi mujer vio cómo son las cosas, cómo fueron, y es de la familia y quiere defender una cosa que no es, yo no estaría con Camila hoy. Yo tomo las decisiones así. Es blanco o negro. No existen los grises para mí. Pero no lo digo mal, ¿eh? Es una convicción, lo sigo diciendo hoy después de muchos años. Se puso la camiseta de sus hijos, de La Natividad. La decisión que tomó fue muy buena, ella ayudó a que se cree todo esto. No era cuestión de pelearse: empezamos a hacer nuestro camino.
Yo no tengo falsa humildad, yo soy como soy. No soy de la figureteada. A mi la figureteada me mata. Me vuela la cabeza. Eso del Instagram, del coso, de aquello… Al 85 por ciento de la gente le interesa la figureteada, el pertenecer. A mi no me interesa. Yo quiero laburar para ganar. No me llena ir a un evento y que me digan “¡Qué bueno lo que hiciste!”. Me llena el alma levantar la copa de Palermo
Lolo Castagnola
–La Natividad en poco tiempo se transformó en un club impresionante, con enorme proyección. ¿Qué te provoca eso?
–Me produce satisfacción. Tengo satisfacción cuando salen las cosas bien. Trabajo para eso. Yo no creé La Natividad: la hicieron todos los que trabajan acá, como pasa con cualquier club. Pongo límites porque tengo que hacerlo al ser el más grande, pero estamos todos en lo mismo.
–¿Te molestan los elogios?
–Siempre lo tomé así. Cuando estaba con Cambiaso también. No me molestan los elogios a otros.
–Pero cuando te elogian por lo estás haciendo, por tus hijos, por ejemplo, siempre le bajás el precio.
–Lo siento así, trabajo para eso. A mi lo que más me irrita es la falsa humildad. Yo no tengo falsa humildad, yo soy como soy. Viene gente y me dice “Ché, tus hijos son mejores que vos”. Me quedo mirándolos. No sabés lo que les contesto... “¿Quién sos Einstein, de dónde saliste?”. ¿Qué más me puede poner feliz como padre que ver a mis hijos así? Es lo que más quiero. Ni me comparo. No juego más al polo, trato de ayudarlos a que les vaya mejor a todos. No soy de la figureteada. A mi la figureteada me mata. Me vuela la cabeza. Eso del Instagram, del coso, de aquello… Al 85 por ciento de la gente le interesa la figureteada, el pertenecer. A mi no me interesa. Yo quiero laburar para ganar. Vivo para eso. Lo que me llena es cuando nos va bien. No me llena ir a un evento y que me digan “¡Qué bueno lo que hiciste!”. Me llena el alma levantar la copa de Palermo. Los elogios, como le digo a los chicos, mañana pegaste una trastabillada y te olvidan. Ni sos crack cuando ganás ni inservible cuando perdés, como nos pasó ahora en Tortugas. Tenés que trabajar para ganar. Yo lo tomo así.
–Cuando los chicos tomaron el polo con fanatismo, y pensando en los genes, ¿creías que iban a ser lo que son hoy?
–Los genes están en todos lados. Obvio que tenían sus genes, pero se hicieron fanáticos de chicos. O lo sentís o no por más genes que tengas. Si lo sentís, lo vivís y lo querés, hay que trabajarlos. A ellos les interesaba todo: videos, caballos, Palermo. Eran locos, no dormían por el polo. Los ayudé. Se potenció todo de muy chicos.
–Me dijiste una vez que jugando con Jeta de chico le veías cosas que te hacían acordar al tío de cuando jugaban juntos. ¿Hay cosas de Jeta que no haya tenido Adolfito?
–Yo a Cambiaso lo saco del lote, como a Maradona del fútbol. Es el día de hoy que les digo “copien a su tío”. “Con la mitad de la fuerza que tenía antes, miren lo que hace, cómo ve los espacios, cómo se mueve. Copien en el buen sentido”. Por eso lo saco, no lo comparo con nadie. Jeta es el Jeta, Barto tiene una cabeza impresionante. Jeta es un tipo que vive su vida, es muy tranquilo. Yo recordaba las prácticas con Cambiaso y también la anticipación y cómo veían la cancha, me resultaban parecidos. Pero no voy a decir que va a ser como Cambiaso. Sería una falta de respeto hablar así. De chico era muy vivo como el tío. Eso fue.
–¿Y qué te provoca verlo? ¿Qué te llama la atención?
–Lo que más me gusta es la autocrítica que tiene. Me gusta cuando juegan, lo fanáticos que son, pero me gusta la autocrítica, el afán por mejorar que tiene. Cambia el taco, cambia la montura cada dos minutos. Quiere superarse. Me da placer.
–Y por ahí hizo 12 goles en el partido…
–Sí, y te dice “hoy no jugué nada”. No vé muchos videos de él porque le parece que tiene que hacer las cosas mejor. Me gusta que no se la crea.
–¿La cabeza de Barto que tiene?
–Me encanta. Cuando él está bien, todo el equipo anda bien. A veces le digo “¿cómo hacés para estar tan tranquilo dentro de una cancha de polo?” Trabaja mucho y en los momentos bravos, el tipo está perfecto. Va al frente. Lo puede perder el partido, pero no se achica. En los momentos claves lo tenés siempre.
–¿Es un Juancarlitos Harriott o un Gonzalo Pieres de la era moderna en cómo juega la cancha?
-A Juancar no lo vi nunca en mi vida. A ver, Gonzalo, Miguel Novillo Astrada, todos anduvieron muy cómodos en la cancha. Vos los veías y jugaban sin despeinarse. Barto es esa onda: de los que andan tranquilos y llegan una hora antes a la jugada. Barto se va a equivocar, pero en general, toma buenas decisiones.
–Otra cosa a favor de tus hijos es que entendieron el mensaje tuyo cuando los bajás a tierra. Se los ve siempre prudentes.
–Se hicieron así. Trabajamos mucho con la familia. Mi vieja los viene a visitar todos los días. Tiene siete nietos. Eso no se perdió y la boludez del exitismo hay que saberla tratar porque si no, sos boleta. No hay que creérsela nunca. Siempre les dije que capaz que no ganan nunca más un partido o una copa si no siguen trabajando. Arrancás el año, ganás Hurlingham y después perdés en Tortugas y te quedás afuera. No hay misterios. En eso tuvo que ver mi viejo. Me fueron quedando sus enseñanzas y yo se las pasé a ellos.
–¿Esta Natividad es mejor que la de Polito Pieres y Nachi Du Plessis?
–No, son iguales. En la de Polito y Nachi recién empezábamos, había menos caballos y Jeta tenía 17 años y Barto 19. Jugaban bien. La Natividad de Polito fue impresionante. Y Nachi es uno de los tipos más queridos dentro del club. No se pudo seguir, uno nunca sabe lo que va a pasar. No estábamos organizados para seguir y decidimos juntar organizaciones cuando se sumaron Facundo Pieres y Pablo Mac Donough.
–Hay más caballos.
–Sí. Pero los dos equipos son muy buenos. No tengo preferencias.
–¿Vos también estás ansioso como la gente por ver a tus hijos jugar junto con Poroto Cambiaso? Es una pregunta recurrente.
–La ansiedad la tengo en cosas del día a día. Lo de Poroto, obvio que van a jugar juntos. Es una decisión de ellos. Si juegan, me voy a cagar de risa, a Poroto lo voy a tomar como un hijo más. Me llevo muy bien con Poroto. Sería un lujo. Pero respeto mucho lo que está pasando, este equipo. Hay que respetar lo que estás viviendo. El equipo funciona y es la gente que está al lado tuyo hoy. Por eso no se habla del futuro. Jeta, Barto y Poroto son primos hermanos, se llevan bien, se da todo natural para que jueguen. Ya será su momento.
–¿Te sorprendieron los resultados que se dieron en Tortugas? Perdieron ustedes, Ellerstina, La Dolfina.
–No, qué se yo. Nosotros jugamos mal contra Ellerstina. Pero prefiero que pase ahora. Se renueva la energía y los chicos saben que no pueden desconcentrarse. Ya perdieron, ya está. La Dolfina no me sorprendió porque todavía no lo vi con el funcionamiento que sabemos que puede tener. Pero claro, ahora se viene Palermo y volvió Cambiaso.
–¿Con las cábalas estás mejor?
–Tengo, siempre. Soy cabulero.
–¿Cuál fue la peor?
–La billetera en el bolsillo trasero derecho cuando jugaba.
–¿La billetera estaba completa, con plata y tarjetas?
–Completa. Tenía que coserla al pantalón para que no se me saltara la billetera en la cancha. Y era incómodo llevarla.
–¿Y de dónde nació esa cábala?
–Porque un día me olvidé de sacarla y fue de los mejores partidos que tuve. Era en el 97, uno de los primeros partidos con Ellerstina. Y gané mi primer Palermo. No me la saqué nunca más, jaja un estúpido.
–¿No te decían de sacártela?
–Claro, pero andá a decírselo a mi cabeza. Yo pensaba “¿A vos te molesta o a mi? A mi no”.
–A ver, te pongo otro caso, extremo. Están yendo a suplementario y en el cambio de chukker te dan para tener un caniche toy en brazos. Hace un gol Jeta y ganan la semifinal. ¿A la final vas con el perro?
–Jajajaja noooo, ni loco me dan un perro, ni en pedo me ponen un caniche toy, los saco cagando. No lo agarro por más que me digan que trae suerte. A ese extremo no llego ni loco.
–¿Ahora andás con alguna cábala?
–No, ahora tranquilo. Tenía la de la herradura, que en el 2021 me cayó a mi y no la solté más. La tengo por ahí colgada. ¡Qué se yo! Sí, me pongo unas zapatillas cuando arranca la temporada. Uso esa sólo para los partidos.
–¿Y si perdés?
–Sigo con las mismas. No dejo de creer. Las uso con la idea de que salga todo bien. Me gusta ganar, laburo para ganar. Para participar me voy al campo.
–¿Alí Albwardy, el patrón de Dubai, cambió mucho La Natividad?
–Todo. La adelantó él. Un tipo que me dijo “vamos a meterle. De acá a unos años tenés que estar ganando el Abierto”. Fue en el 2018. La vio. Aprendí mucho de él. Es un tipo que va para adelante.
–¿A él lo conocías desde?
–Desde el 97. Fui, volvi. Son 27 años. Imaginate. Un soporte impresionante para La Natividad. Todas palabras de agradecimiento para él. Un soporte de los que no hay.
–¿Qué hubiera sido del polo profesional si a los patrones no les hubiese gustado jugar al polo?
–Y, estaríamos jugando con algún sponsor, vendiendo caballos o trabajando en el campo para jugar el Abierto. Yo lo pensé eso. Como la antigua época. Es otra escala. Los patrones te permiten otra cosa. No harías tantos clones, hubieses hecho menos embriones, menos cosas.
–¿En los clones creías?
–Yo creo en lo que anda. Cuando vi que funcionaban, hice clones. ¿Cómo no iba a hacerlos? Al principio me resultaba raro, me daba cosita. Adonde veo que puedo mejorar algo, lo agarro.
–Están Poroto, Jeta, Barto ya lanzados. ¿Quiénes te llaman la atención detrás de ellos?
–Hay muchos chicos. Cantidad que saben jugar al polo. Sería injusto nombrar uno... Me gustan Antonio Heguy, los Lauhlé, los Chavanne, los Donoso, Lukín Monteverde, que ya está. Hay una tanda de chicos impresionante. Después es un tema organizativo. Pero la materia prima está. Volvió a verse. En un tiempo, las nuevas generaciones tomaron un camino de poco profesionalismo y mucha boludez.
–¿En qué sentido?
–El teléfono mató a varios, la tecnología mató a muchos deportistas que no llegaron por el teléfono. Si estás todo el día con el aparatito en la mano…. No me digas que es sano. Te mata hasta al petisero bueno que había antes. Ahora van todos mirando el teléfono, la gente que labura. Cuando se solucionó ese tema, volvió a verse la materia prima. Que estaba.
–Hablás de tecnología y te recuerdo con tu viejo Nokia 1100, ese que marcó una era. No querías saber nada con los modelos avanzados…
–Ese teléfono… ¡Me lo sacó Ali! Cuando volvimos a estar juntos en el 2017 me dijo: “¿Qué hacés con eso? Vos tenés que usar otro teléfono. Tenés que tener wasap”. Jajaja. Yo no le daba bola al celular, lo quería sólo para hablar, por eso me alcanzaba con el 1100. Reconozco que el wasap es lo más grande que hay. Vuelvo a lo que te decía antes: estar todo el día con el Instagram… Me había agarrado un poco la boludez. Si no tuvieras el teléfono, estarías haciendo más cosas. Un deportista, cualquier personal normal. A todos nos sirve para el laburo, pero antes los maestros, que eran unos genios, no la tenían tan fácil y lo resolvían igual. Cambió para bien en algunas cosas, pero nos hizo dependientes y es lo peligroso. Y eso afectó a muchos chicos. Sigue afectando, ¿eh?.
–Tenés un Abierto más ganado que Ernesto Trotz y que los Heguy de Chapaleufú. ¿También le vas a bajar el precio?
–No, pará. En esos 7 Abiertos, hay 5 ganados en suplementarios. Igual hay que ganarlos. Pero veo los videos de Trotz y era impresionante lo que jugaba al polo. No comparo el tema de tener un Abierto más. Se los digo a mis hijos. A mi me gusta ponerles el sistema que tenía Chapaleufú, esa dinámica me volvía loco. Les saco un poco a todos, a los Heguy lo buenos que fueron jugando al polo, la dinámica de Chapa; también la defensa de Chapa II y de La Aguada. ¡Lo que era La Dolfina: una computadora! Aquel Ellerstina nuestro del 97-98, que tuvo un talento impresionante, pero daba algunas ventajas y pudo haber ganado más. Son todos respetables. Nunca dije “gané 7 Abiertos”. Me da cosa decirlo.
–¿Qué caballo de tus hijos te hubiera gustado jugar en tu época?
–Antes de la final de Hurlingham, Barto me dijo: “Jugame estas dos yeguas una práctica”. ¡La Drogba y la Fragancia! Yo tuve dos caballos a la par de los de ahora: el Toro y la Guajira. No sé al lado de la Show Down, de Barto. Esa la monté de nuevita, era de Charlie Armstrong. Nunca la probé, pero me impresiona. Si tengo que elegir dos de La Natividad, son la Show Down, de Barto, y la Santa Anna, de Jeta.
–Bueno, te subiste a Drogba. ¿Cómo la sentiste?
–Pfffff. Me sentía como un volver a nacer. En un momento pegó una curva que fue una locura. Pensé: “Me mato arriba de esto”. Ahí me di cuenta lo pesado y falto de ritmo que estoy.