El legado de Free Lance, mi última nota en LA NACION y también en el periodismo
Hugo Mackern (17 de noviembre de 1909-27 de abril de 1998) es la referencia máxima cuando se habla del periodismo de rugby; la pluma de este deporte. Los textos que escribió durante 50 años en la revista “El Gráfico” bajo el seudónimo de Free Lance no sólo retrataron los inicios y el crecimiento del rugby en el país, sino que también contribuyeron a su difusión. Emblema de un periodismo que ya no es tal como lo fue, Mackern también resultó un hombre de rugby: como jugador, dirigente y, especialmente, como referee, además de ser socio vitalicio de dos clubes tradicionales como el Buenos Aires Cricket & Rugby Club y el Club Universitario de Buenos Aires (CUBA).
Mackern fue el único periodista presente en el origen de los Pumas, ya que cubrió para “El Gráfico” la gira de 1965 y estuvo en Johannesburgo en el partido en el cual el seleccionado venció a los Junior Springbks, el primer hito internacional del rugby argentino. Su crónica de ese encuentro, titulada “Esto es historia…”, comenzó así: “Ellis Park, testigo de tantos momentos cumbres del rugby mundial, ha presenciado hoy, con mezcla de asombro y credulidad, un momento clave para la historia del rugby argentino”. A esta nota le siguió otra aún más conmovedora una semana después, en la misma revista. Su título fue “La tarde que daba miedo mirar a la tribuna”.
Hijo de irlandeses y también de profesión abogado, Mackern trabó una gran relación con el grupo de los Pumas del 65, que lo acogieron como un padre. Emocionado, antes de regresar a la Argentina desde Sudáfrica en aquel viaje, Mackern les había dicho: “No tuve hijos, pero de haberlos tenido me hubiera gustado que fueran como ustedes”. La soltería la mantuvo hasta su muerte. Su familia adoptiva fueron los Contepomi. Los chicos, entre ellos el actual entrenador de los Pumas, lo llamaban “abuelo”.
Mackern poseía la principal virtud que debe tener un periodista: la honestidad. También la sobriedad, a sideral distancia del ego. Fue secretario rentado y voluntario de la UAR, y durante 27 temporadas refereó divisiones infantiles y campeonatos colegiales. Nunca lo hizo en la Primera, porque consideraba que no debía hacerlo por su condición de periodista. A los 17 años empezó a escribir en el diario “The Standard” de rugby, cricket y fútbol, y además de “El Gráfico”, fue cronista hasta finales de los 80 en el Buenos Aires Herald. Escribió un libro fundamental (”Historia del rugby argentino ,1917-1930. La era San Isidro-Gira Británica de 1927″), y también la historia de CUBA al cumplirse 70 años. Fue un gran investigador e historiador del rugby y un referente ineludible para todos los periodistas que empezaron a escribir de rugby en esos años. Su presencia al lado del touch con su libreta de apuntes era un paisaje más de los partidos.
Recordar la figura de Mackern es la mejor manera de culminar este espacio periodístico semanal que nos viene encontrando desde hace 15 años. De alguna manera, intenté seguir el legado de Free Lance en todo este tiempo, en el cual el rugby no sólo tuvo Pumas y Mundiales, sino importantes transformaciones y fuertes conexiones sociales. El filósofo alemán Peter Sloterdijk sostiene que “la vida actual no invita a pensar”. De lo que traté aquí, entre otras cosas, fue de invitar a pensar. De estar en los hechos, pero también de dar un paso atrás para observarlos, sin otro compromiso que el de tener siempre en cuenta al lector. Darle valor a la palabra y vida a los textos.
Este último párrafo es absolutamente personal. Esta es mi última nota en LA NACION y también en el periodismo tal como lo entiendo: llegué a la edad jubilatoria, y la acepté. Fueron 45 años –gran parte dedicados al rugby- en este oficio. Es hora de reposar y abrir espacios. Estoy agradecido a todo y, en cuanto al diario, a la libertad y respeto que tuve en todo este tiempo. Con aquel legado de Mackern y demás maestros, resultó un viaje maravilloso. Vendrán otros.