Kim Kardashian y las reformas al sistema de justicia penal

Kim Kardashian West habla junto al presidente Donald Trump durante una conferencia de prensa sobre las reformas al sistema de justicia penal en la Sala Este de la Casa Blanca, en Washington, el 13 de junio de 2019. (Doug Mills/The New York Times)
Kim Kardashian West habla junto al presidente Donald Trump durante una conferencia de prensa sobre las reformas al sistema de justicia penal en la Sala Este de la Casa Blanca, en Washington, el 13 de junio de 2019. (Doug Mills/The New York Times)

El mes pasado, Kim Kardashian West entró a una churrasquería en Washington, D.C., con un atuendo blanco brillante que tenía una gigantesca flor de tela en la solapa. Técnicamente, era un traje deportivo, pero más ajustado y más fabuloso que sus primos de Beltway.

Dentro del restaurante Charlie Palmer, con sus ventanas de placa de vidrio con vista al domo del Capitolio de Estados Unidos, el enorme séquito que acompaña a Kardashian se paseaba por una zona que tiene una decena de mesas. En el centro de una, donde había platos de tartar de atún y ensalada para compartir, Kardashian West se sentó junto a dos abogados y tres mujeres que dos semanas antes habían sido liberadas de la prisión federal. Hicieron lo mejor que pudieron para fingir que los camarógrafos de “Keeping Up With the Kardashians” no estaban colocando un micrófono de filmación arriba de sus entradas.

En una mesa cercana había bolsitas de regalo de la Casa Blanca, llenas de gorras de MAGA y documentos firmados de conmutación. Esa mañana, Kardashian West había acompañado a sus invitados para que el presidente Donald Trump pudiera reunirse con las mujeres cuyas sentencias había reducido y convencerlo de dejar que otras personas también salieran de prisión.

Ese día hizo publicaciones en Twitter sobre cada una de las tres mujeres: Crystal Munoz, de quien dijo que estuvo sentenciada a veinte años por conspiración por posesión y distribución de marihuana, y dio a luz a su segunda hija mientras usaba grilletes; Judith Negron, a quien le dieron 35 años por conspiración para cometer un fraude de atención médica, su primer delito; y Tynice Hall, quien pasó casi catorce años en prisión por cargos de conspiración de narcotráfico después de que su novio usó su casa para sus actividades de narcotráfico.

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Al día siguiente, publicó una noticia muy distinta para sus 64 millones de seguidores en Twitter. Se trataba de suaves blusas sin mangas y batas tejidas: “RECIÉN REABASTECIDOS: Nuestros exitosos modelos en @skims de Cozy Collection en colores hueso y atardecer”.

A lo largo de los dos últimos años, Kardashian West se ha convertido en una fuerza en el mundo de las reformas en la justicia penal. Ha presionado exitosamente a Trump, habla por teléfono con gobernadores y legisladores, escribe cartas de apoyo para las peticiones de clemencia y paga los gastos legales de las personas que tratan de salir de prisión. Tiene un documental que saldrá el domingo en Oxygen: “Kim Kardashian West: The Justice Project”, en el que apoya la liberación anticipada de cuatro personas que fueron sentenciadas por cargos que incluyen el asesinato.

Kardashian West, de 39 años, incluso está estudiando para volverse abogada, y participa en un programa de formación que requiere dieciocho horas de trabajo legal cada semana. Escribe memorandos o mociones, lee transcripciones y hace investigación legal para un grupo de reformas al sistema de justicia penal llamado #Cut50. Este 2020, planea tomar el primer examen de los estudiantes de Derecho de primer año.

Todo es bastante inesperado. Kardashian West vive el momento álgido de la celebridad en el siglo XXI, la cultura de ser famoso por ser famoso. Aprovechó su prominencia en el mundo de la telerrealidad para crear varios negocios y productos, incluyendo Skims, KKW Fragrance, KKW Beauty y “Kim Kardashian: Hollywood”, un juego para dispositivos móviles. Tiene 164 millones de seguidores en Instagram, donde hace algunas publicaciones patrocinadas sobre productos para el cuidado del cabello, el servicio de videollamadas de Facebook y, a pesar de la indignación de gran parte de los usuarios de internet, suplementos alimenticios de Flat Tummy Co. Según una demanda que presentó el año pasado en la que acusó a una tienda minorista en línea de usar su imagen para vender imitaciones de sus atuendos, puede cobrar cientos de miles de dólares por una sola publicación.

Sin embargo, en años recientes ha usado esa fama para impulsar sus iniciativas de activismo, mezclando ambas facetas para lograr resultados. Mientras que Jane Fonda pasaba sus viernes de otoño siendo arrestada en el Capitolio para enfatizar el aprecio de la crisis climática, Kardashian West pudo entrar al Despacho Oval para hablar directamente con el presidente. Claro, la ayuda el hecho de conocer a las personas correctas: Ivanka Trump y Jared Kushner son algunas de sus amistades.

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Durante décadas, adoptar una postura severa respecto del crimen se consideraba la única opción política en Estados Unidos, lo cual provocó un apogeo en la construcción de prisiones, largas sentencias con periodos mínimos obligatorios y un índice de encarcelación extremadamente alto en comparación con otros países. Actualmente, las reformas del sistema de justicia penal están gozando cada vez más del apoyo bipartidista, junto con iniciativas por parte de celebridades como John Legend y Jay-Z.

El presidente lo ha adoptado como un asunto distintivo de su gobierno, transmitiendo una campaña multimillonaria durante el Súper Tazón que enfatizaba una reforma a las sentencias que convirtió en ley el año pasado, la cual fue considerada por la Casa Blanca como una manera de acercarse a los electores negros. El anuncio fue protagonizado por Alice Marie Johnson, una mujer que fue liberada anticipadamente de prisión después de que Kardashian West ayudó a defender su caso.

El éxito de Kardashian West también es el de Trump.

En una época tan divisoria, eso podría ser peligroso. Además de trabajar de cerca con un presidente despreciado por la izquierda, alguien a quien muchos de sus fanáticos (y clientes) quizá detesten, está expresando su opinión en un asunto que, aunque cada vez se está aceptando más, sigue siendo contencioso. Como lo han temido los políticos durante años, hay probabilidades de que algunas personas que son liberadas cometan otros delitos.

Si lo que está haciendo le ayuda a la imagen de Trump, eso no parece importarle a Kardashian West. Mientras tanto, parece que a su marca le está yendo bien. En las últimas elecciones presidenciales, apoyó públicamente a Hillary Clinton. No obstante, esta vez, enfocada en el tema de las reformas al sistema de justicia penal, ha dicho que no apoyará a nadie.

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“Me encanta ver que muchos posibles candidatos están hablando al respecto”, dijo, con el edificio del Capitolio —que se veía un poco sucio al fondo—, en contraste con el pulcro blanco de su traje. “Trabajaré con cualquier gobierno”.

Como muchos de nosotros lo hemos notado hace poco, es difícil trabajar cuando tus hijos están cerca. Así que, varias veces a la semana, Kardashian West conducía —o su equipo de seguridad la llevaba— a las oficinas de Los Ángeles de #Cut50 en un edificio anodino de dos pisos no muy lejos de su casa. (Eso era en épocas normales, antes de que llenara una casa adicional que tiene con alimentos, suministros de limpieza y papel de baño). En la oficina, se ponía a trabajar con sus contratos o carpetas de “ley penal” y un pequeño chocolate mocha blanco, caliente, con crema batida. Dijo que su “mochila escolar” color verde militar marca Yeezy, creada por su esposo, se rompió porque sus libros eran muy pesados.

Como aprendiz en #Cut50 (el director nacional del grupo, Michael Mendoza, reía mientras la llamaba “nuestra becaria”), debe hacer por lo menos dieciocho horas de trabajo legal para ellos cada semana, cinco de las cuales deben ser supervisadas. Así que Jessica Jackson, una de las cofundadoras del grupo, vuela a Los Ángeles para estudiar con ella, donde se le une un consejero sénior de #Cut50, Erin Haney. Ambas mujeres dividen su tiempo entre el área de la bahía y Washington, D.C. Se acomodan en una habitación donde las paredes blancas están llenas de libros de derecho mientras Kardashian West toma notas en lo que Jackson describe como una “caligrafía absurdamente bonita”. Kardashian West paga sus viáticos, aunque actualmente se conforman con realizar sus actividades por FaceTime y por llamadas telefónicas.

A cambio de los esfuerzos de Jackson y Haney, #Cut50 obtiene una becaria con gran presencia en el mundo y acceso a su enorme lista de contactos.

Una buena causa también ayuda a la imagen, porque pule la marca. Kardashian West dijo que comenzó a escuchar que debía encontrar una cuando se volvió muy conocida hace años. Los publicistas sugerían Operation Smile, que realiza cirugías para niños con labio leporino, y algo sobre rescatar a los delfines, comentó. Y aunque de inmediato dijo que ambas son causas válidas, no le llamaron la atención.

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Hasta hace dos años y medio, tampoco el tema de las reformas al sistema de justicia penal le llamaba la atención. No conocía a nadie que hubiera estado en prisión. Su esposo, Kanye West, tiene un primo que está encarcelado por asesinato, pero nunca lo conoció. No tenía una conexión con la causa, comentó.

Eso cambió —dónde si no en Twitter— cuando vio un video sobre Johnson que argumentaba que, después de más de veinte años, ya no debería estar en prisión por un delito no violento de narcotráfico. Kardashian West contactó a un amigo de su familia, un abogado llamado Shawn Holley, que trabajó con su padre, Robert Kardashian, en el juicio de O. J. Simpson, y le preguntó si había algo que pudiera hacer. Holley llamó a otros abogados (a quienes Kardashian West les pagó, dijo Holley) mientras ella llamaba a Ivanka Trump.

Cuando Momolu Stewart estaba cumpliendo una cadena perpetua en el Central Detention Facility en Washington, Kardashian West se convirtió en tema de conversación. Se divulgó la información de que había ayudado a Johnson a ser liberada, así que quizá también ayudaría a otros.

“Hay muchas personas que solo se dedican a eso: se enfocan en salir de la cárcel”, dijo Stewart, quien habló con Kardashian West en el documental, antes de su propia liberación.

Así que las personas en las prisiones de todo el país, junto con sus familiares y abogados, comenzaron a escribirle cartas a Kardashian West. Y más cartas. Y más cartas. Calcula que recibe cientos de cartas al mes, enviadas a través de todos los canales disponibles, incluyendo #Cut50 y su gerente de negocios.

Su equipo de seguridad las abre, y a veces son clasificadas por su asistente o alguien de #Cut50, y llegan a su escritorio casi todos los días en un fajo organizado, la mayoría escritas a mano. Dijo que las lee todas.

This article originally appeared in The New York Times.

© 2020 The New York Times Company