Julián Álvarez desnuda al fútbol argentino
Diego Maradona tenía 17 años y César Luis Menotti no lo llevó al Mundial ‘78. Juan Román Riquelme iba a cumplir 20 y Daniel Passarella no lo sumó a Francia ‘98. Javier Saviola tenía 20 y Marcelo Bielsa no lo subió a Corea-Japón 2002. José Pekerman sí creyó en los 19 de Lionel Messi. Jorge Sampaoli no le hizo lugar a los 20 de Lautaro Martínez. Julián Álvarez cumplirá 22 el último día del próximo enero. Asoma Qatar y no debería perdérselo, pero Julián Álvarez apenas es un prototipo de sí mismo.
Una lesión que preocupa a Scaloni y a la selección
Hernán Crespo se fue de River tras ganar la Copa Libertadores de 1996. Gonzalo Higuaín partió después de enloquecer a Boca en un clásico. Javier Saviola se marchó como el goleador millonario más precoz. Todos eran desequilibrantes en River, intratables para el resto y algo así como el terror de las defensas rivales. Sin embargo, realmente se convertirían en excelentes futbolistas años después, cuando Europa pulió su auténtico potencial. Ocurrió lo mismo con el Kun Agüero, con Carlos Tevez y con Lautaro Martínez. Ojalá que por esas huellas transite Julián Álvarez. Será una demostración más de la pobreza del fútbol argentino. ¿Cómo? Aquí podrán ser los mejores –y de eso no quedan dudas–, pero cuando el tiempo demuestra su crecimiento, se confirma la flaqueza de la liga argentina. Competitiva, seguro, pero mala. Los cracks en la Argentina resultan apenas una muestra de lo que llegarán a ser. Si todo sale bien, claro.
Julián Álvarez no es el culpable de nada, solo habrá que prepararse para extrañarlo. Se irá más temprano que tarde. Pero su fenómeno desnuda al fútbol argentino. No es la joya, es el carbón camino a transformase en diamante. Como Crespo, Higuaín, Saviola, Agüero, Tevez y Lautaro. Como ellos, cuenta con todos los recursos. Pero el torneo argentino no es la medida, apenas es un muestrario. En los minutos que le ha dado Scaloni en la selección –bienvenidos, porque es una etapa sin urgencias– aparecieron síntomas: contra Brasil, ese Julián capaz de hasta lo inimaginable en las canchas argentinas, no movió ni inquietó e Eder Militao y a Marquinhos. Ese es el roce internacional pendiente.
Lautaro Martínez algún día confesó que en su aterrizaje en el seleccionado, en tiempo de Sampaoli, estaba un par de segundos detrás de sus compañeros que desembarcaban de la elite. Solo debía evolucionar, a partir de la exigencia y del contexto. Un año del calcio le demandó la calibración. Y hoy es crack. El progreso de Álvarez estará en Europa, siempre que acierte el destino y entienda que la paciencia deberá ser su aliada. Un aparente paso atrás, resultará, en realidad, una manera de tomar impulso. Ser la figura en la Argentina permite la transferencia, pero la inserción y el protagonismo en Italia, España o Inglaterra exige más. Mucho más. Asumirlo es ganar tiempo.