José Luis Castillo, el mexicano que venció a Floyd Mayweather y fue robado con descaro
El mexicano José Luis Castillo venció a Floyd Mayweather Jr. el 20 de abril del 2002. Lo hizo con claridad y a la luz de las estadísticas. Todos lo sabían, incluso el propio Mayweather. Pero la brillante actuación del tijuanense en Las Vegas quedó registrada en los libros de historia como una aplastante derrota por decisión unánime.
¿Qué pasó? Un robo descarado. Eso pasó. Ni siquiera se esforzaron en disimular. Mayweather, por entonces todavía diamante en bruto, subió al ring con la victoria en la bolsa. Solamente tenía que asegurarse de no ser noqueado. El resto del trabajo le correspondía a los honorables jueces.
Castillo hizo lo que no pudieron hacer Manny Pacquiao, Óscar de la Hoya, Marcos Maidana, Juan Manuel Márquez y Saúl Álvarez: derrotó al boxeador más opulento de todos los tiempos. Si los hampones hubieran tenido un ataque de decencia, es seguro que Money Mayweather nunca habría sido apodado Money Mayweather.
El morbo de ver perder a Floyd alimentó al boxeo durante dos décadas. Tenía que existir alguien en la faz de la Tierra que pudiera darle su merecido a ese escurridizo y burlón peleador que presume sus billetes como si fueran campeonatos.
Ese día en el MGM Grand no hubo abrazo capaz de detener a un fúrico Castillo. Era el campeón mundial de peso ligero. El Temible le decían. Y había que mirar la cara de Mayweather durante la pelea para validar esa carta de presentación. El azteca descifró cada movimiento de Pretty Boy durante la segunda mitad de la pelea.
Mayweather dominó los primeros rounds. El segundo título del mundo en su carrera parecía cuestión de tiempo. No había oposición. Defensa de acero y puños límpidos. La táctica infalible que lo entronizó. Enemigo de las florituras, el boxeo de precisión siempre caracterizó a Floyd.
Pero en la otra esquina había un tipo dispuesto a estampar sus guantes en la humanidad de la joya estadounidense. Quería salir de Las Vegas con el orgullo intacto y el cinturón por lo alto. Por eso comenzó a presionar con firmeza y encontró los golpes precisos para rebajar la autoestima de Floyd.
Si Mayweather quería salir con su juego de piernas, Castillo lo perseguía sin descanso. Así lo habría hecho aunque Mayweather huyera al fin del mundo. Le acortó el ring con una maestría sublime. Tenía que atacar de frente para hacer valer el viejo adagio de que no existe mejor defensa que un buen ataque.
Refugiado en las cuerdas, el retador hacía esfuerzos sobrehumanos por esquivar los puños de Castillo. El tijuanense, haciendo gala de un boxeo cerebral, buscaba las zonas blandas cuando no encontraba el mentón o el rostro. La meta era clara: aniquilar cualquier sospecha que pudiera seducir a los jueces.
Castillo perdió un punto en el round 8 por golpear a su rival luego de que el referí los separara de un abrazo. La sanción perdió gravedad dos rounds después: Mayweather también perdió un punto tras usar los codos. Al final de la contienda esos puntos importaron un bledo.
El combate mantuvo un ritmo candente que alcanzó su cénit en los asaltos finales. Castillo lanzó golpes como si no hubiera un mañana mientras Mayweather se acorazaba a piedra y lodo. Al final de la reyerta nadie tenía dudas: El Temible había ganado. Y con claridad. HBO marcaba 115–111 para Castillo en sus tarjetas. Los gestos delataban a uno y otro. Mientras esperaban la decisión, Castillo alzaba los brazos con la confianza de que había ganado; por su parte, Mayweather tenía perdida la mirada, a la espera de un milagro.
Y el milagro llegó. Money ganó con dos tarjetas 115-111 y otra 116-111. Escandaloso. Un empate, sin dejar de ser injusto, habría sido más discreto. La frialdad de los números fue el refugio preferido del Pretty Boy en sus noches más complicadas. Con la estadística de su lado, siempre se esfumaba la más mínima sospecha de atraco. Acá esos argumentos también fueron desbaratados. Castillo lanzó 506 golpes y conectó 203, efectividad del 40%. Floyd lanzó 448 y acertó 157, un 35%, de acuerdo con Compubox. Además, la citada tarjeta de HBO se apoyaba en esas mismas cifras de computadora round a round.
El invicto de 50-0 se hubiera quedado truncado en 27-0. Adiós a unos cuantos autos de lujo, menos fajos de billetes que relucir y un poquito de humildad para un ególatra compulsivo. ¿Floyd Mayweather Jr. sería el peleador con más PPV vendidos en la historia boxeo si le hubieran registrado aquella derrota? Hubo revancha cortesía de Bob Arum. Mayweather ganó con claridad.
Como buen púgil mexicano, Castillo no se derrumbó después de esas duras caídas. Todavía le quedó combustible para ser campeón del mundo de nuevo. Y le brindó al público uno de los combates más espectaculares que se hayan visto. Fue contra Diego Corrales en 2005.
Castillo, en un universo alterno donde el boxeo es un deporte justo, cambió la historia para siempre.