Jorge Almirón: la reinvención después de la final de la Copa Libertadores y el desafío de hacer historia ante River
Hay que viajar en el tiempo, instalarse exactamente en el domingo 5 de noviembre de 2023. La derrota de Boca frente a Fluminense en la final de la Copa Libertadores tuvo, en un abrir y cerrar de ojos, una primera víctima. El hombre. Horas después del golpazo, Jorge Almirón renunció como técnico de Boca. Así se lo hizo saber al vicepresidente Juan Román Riquelme, que lo tomó con desagrado. Y por sorpresa.
“Gracias también al cuerpo técnico... él ayer se fue por su decisión. Nosotros queríamos seguir hasta el final”, expresó horas más tarde el ídolo, que estaba convencido de que el “ya está, no da para más”, que habría mencionado el entrenador, era también su pensamiento. Sin embargo, quedaba la ilusión de la Copa Argentina y nadie se había atrevido a tanto en el Mundo Boca, bajo el ala de Román. Irse, así, sin más, más allá de que Almirón sabía que no le iban a renovar el contrato y, además, había cortocircuitos internos. Miguel Merentiel y Jorge Figal, por ejemplo, eran los más exaltados después de la finalísima en el Maracaná.
En los últimos meses, Almirón vivió haciendo equilibrio entre la posibilidad de consagrarse campeón de América y una pésima campaña local, que ubicaba en el puesto 10º al equipo xeneize entre los 14 equipos de la Zona B de la Copa de la Liga Profesional, a dos puntos del último. De hecho, al final, no se clasificó a la siguiente Liberadores, la que se juega ahora. Justamente, la que disfruta el entrenador nacido en San Miguel, de 53 años, simpatizante de Independiente de pequeño, dueño de una trayectoria con altos y bajos, marcados por un Lanús de galera y bastón y un concierto de tropiezos (grandes y pequeños) hasta alcanzar aquella tarde en el Maracaná.
Atlético Nacional, San Lorenzo, Arabia Saudita, Elche en dos estaciones, otra vez Lanús, hasta la Bombonera, por un antiguo gusto del paladar de Román, días después de que Tata Martino se negó con cierto suspenso. En su ciclo, de los últimos 20 partidos, Boca solo ganó tres, igualó 10 y perdió 7. Y no pudo triunfar en los 90 minutos en ninguno de los 7 partidos de la Copa Libertadores de octavos de final en adelante: avanzó en todas las series por penales. Más allá de las manos de Chiquito Romero, algo cambió en el semblante del DT que hizo carrera en México, como jugador y entrenador. Un clic.
Asumió el 4 de enero de 2024 en el Cacique. “Acá me siento representado”, afirmó más de una vez. Se refiere al juego, se refiere a la idiosincrasia. Colo Colo tiene 45 puntos, está a 7 de Universidad de Chile, el líder, aunque tiene dos partidos menos. “No me molestan las críticas, porque sé que es un equipo grande”, cuenta el personaje de esta historia, a quien se lo observa más jovial, con las cartas que no solía jugar en el gigante xeneize. Un 4-4-2 elástico y audaz, que suma seis triunfos en fila. Y hace 9 que no pierde.
“Va a ser un partido épico”, grafica este lunes Almirón, que en Colo Colo no sólo recuperó el colmillo: también supo domar a Arturo Vidal, héroe de la generación dorada, de 37 años, de lengua filosa y de físico frágil. Colo Colo jugará este martes el partido más importante en 16 años en Santiago ante River, desde las 21.30, por los cuartos de final de la Copa Libertadores. Campeones del torneo continental en 1991, es la segunda vez que los chilenos llegan a los cuartos de final en lo que va de siglo. La anterior fue en 2007, pero no lograron avanzar a las semifinales.
El historial entre el Millonario y el Cacique exhibe seis cruces, todos por la Libertadores. El conjunto argentino cosecha cuatro victorias, el chileno ganó una vez y... una igualdad. Todo eso está en la cabeza de Almirón, que prefiere ahora el tono amable, hasta amistoso, si se lo recuerda envuelto en llamas al menos en tres encuentros calientes contra el gigante de la banda.
“Soy argentino, sé lo que significan los equipos grandes en la Argentina y la Copa Libertadores para este rival, que en los últimos años ha sido protagonista. Es normal que lo vean como favorito, porque ha sido protagonista con este mismo entrenador, tiene récord de 17 a favor en partidos de mata-mata...”, contaba horas atrás el Emperador. Y hasta elogió a Marcelo Gallardo: “Su vuelta le viene bien al fútbol argentino y a la Copa Libertadores”.
Como el Muñeco, tiene mañas coperas: con Lanús también alcanzó la final en 2017. “Esas dos derrotas son las que más sufrí en mi vida”, sostiene el DT que ya no tiene cábalas, que prefiere el dibujo 3-5-2 o 4-3-3 y que extraña el asado, al menos, con el clásico corte argentino. Años atrás, en ese año mágico para su historial, logró un triunfo épico, la sentencia exacta que ahora replica. Lanús hizo historia, eliminó a River y pasó a la final de la Libertadores. Fue un frenético 4 a 2 con goles de Pepe Sand (2), Acosta y Silva, aunque matizado de polémicas.
En el siguiente partido, River se cruzó con Boca. Y Enzo Pérez, envuelto en efervescencia al final del primer capítulo, dijo públicamente: “Inventaron el VAR para sacarnos de la Copa”. Esa cita quedó en la historia, detrás de la extraordinaria reacción del elenco que conducía Almirón. El DT, que había perdido en el Monumental en el primer cruce (un 1-0 que quedó corto), años más tarde trastabilló en los dos superclásicos, en este caso, con Martín Demichelis del otro lado. Un 1-0 en el Monumental, un 2-0 en la Bombonera. Las polémicas también fueron parte de la escena, sobre todo, aquél penal marcado por Miguel Borja, en el cierre del espectáculo. Y las rencillas.
“El partido que me tocó jugar en cancha de River todos sabemos que fue un robo. Ni siquiera fue visto en el VAR nuevamente, situación bastante difícil de aceptar”, llegó a decir, en la antesala del segundo superclásico. “Lo del árbitro salió en todos lados, que es hincha de River...”, exclamó, en referencia a Andrés Merlos, después del segundo aplazo. Su imagen, evidentemente, no es querible por el Monumental. “No creo que me llamen”, señaló tiempo atrás, en referencia a la hipótesis de conducir algún día al conjunto de Núñez.
Lleva 16 temporadas sentado en la silla eléctrica y cuenta tres estrellas: todas granates y en 2016. Dos años después, Mauricio Macri, presidente de la Nación y de exitosa etapa como dirigente en Boca, lo lanzó al estrellato para suceder a Jorge Sampaoli como entrenador del seleccionado argentino. La travesía en Rusia había sido un bochorno: sobre todo, fuera del campo de juego. “¿Quién me gusta? Los consagrados están en Europa. Y entre los jóvenes, Almirón. Los equipos que él dirigió marcan algo distinto. Me gusta Jorge Almirón”, rubricaba. Se escribieron varias enciclopedias con su sello luego de esa declaración. No fue a la selección, pero aterrizó en Boca y al mando de Riquelme, un enemigo político de Macri.
Lejos de la gran vidriera, en otra marquesina, prepara el gran golpe. Contra River, frente a Gallardo. Con el Rey Arturo, Mauricio Isla, el hábil Carlos Palacios (el que quería Riquelme) y Javier Correa. “El equipo se fue construyendo, siempre creímos que se podía competir. Nos subestimaron...”, advierte, en voz baja. Para que todos tomen nota.