John Dillinger: la trama del asesinato del hombre más buscado de los Estados Unidos

Las distintas imágenes que la policía norteamericana utilizó para reconocer a John Dillinger a la salida de un cine
Las distintas imágenes que la policía norteamericana utilizó para reconocer a John Dillinger a la salida de un cine

Resumen de las crónicas publicadas en LA NACION el 23 y el 24 de julio de 1934.

CHICAGO.- Un grupo de empleados del Departamento de Justicia, elegidos por su dominio en las armas de fuego, esperó a la puerta de un pequeño cine-teatro, durante dos horas y media, hasta que salió el pistolero John Dillinger, que puso en jaque a las autoridades de todo el país durante varios meses, después de su evasión. Cuando Dillinger estuvo en la acera los agentes hicieron fuego contra él y lo mataron.

El Departamento de Justicia confirmó oficialmente la muerte de Dillinger a quien se llamaba “el enemigo público N° 1″ de los Estados Unidos .

Quién era Dillinger

Después de ser una sangrienta pesadilla y sin perder ese carácter, John Dillinger había escalado ya la categoría legendaria . Era el bandido que todos aprendimos a reconocer en los episodios truculentos cinematográficos, armado de una ametralladora, segando vidas de “policemens” y transeúntes. Un día ese bandido, que encarnaba la ficción en los estudios de Hollywood, se hizo realidad y se lanzó a la calle, para convertirse en el terror de las avenidas y en la obsesión de la justicia. Su nombre, pronunciado súbitamente en una reunión de gente tranquila, sonaba a tableteo de ametralladora y provocaba el desbande de los peatones. Su presencia o la simple presunción de ella bastaba para que cayeran unas cuantas víctimas en un improvisado tiroteo.

En los días posteriores a la muerte de Dillinger, la gente agotó las entradas para ver el film Manhattan Melodrama, en el mismo cine donde el pistolero pasó sus últimas horas
En los días posteriores a la muerte de Dillinger, la gente agotó las entradas para ver el film Manhattan Melodrama, en el mismo cine donde el pistolero pasó sus últimas horas

Por mucho tiempo se creyó en una fantasía. John Dillinger carecía de corporeidad. Se conocían los terribles efectos de su aparición por el fuego graneado que llovía repentinamente en una zona de la ciudad, por los cadáveres que cubrían las calles, por las persecuciones espectaculares que se prolongaban de barrio en barrio, detrás de una sombra que siempre se desvanecía. El nombre de John Dillinger aparecía de inmediato en todas las crónicas, eclipsando al de Al Capone, el de Jack Diamond y otros famosos bandidos de la realidad norteamericana.

Todos los días una nueva proeza criminal se sumaba a una historia sentimental de aquel jefe de “gangsters” de Chicago, que alardeaba de poderosas relaciones en los círculos políticos y en los estrados judiciales. Algo de esto debía de ser verdad, porque John no caía jamás en las redes de la policía. En vano los altos funcionarios policiales hacían declaraciones públicas, afirmando que el famoso pistolero sería detenido, para demostrar su desvinculación en un asunto que había llegado a las altas esferas federales y que se había propalado con notas de escándalo en los diarios de la oposición. Dillinger era intangible. Y al decir de aquellas publicaciones, se paseaba tranquilamente por los centros más concurridos de la ciudad, alternando con funcionarios de alto rango administrativo y con caracterizados miembros de los tribunales.

La imagen de la primera detención de John Dillinger, en 1924, en Indiana
La imagen de la primera detención de John Dillinger, en 1924, en Indiana

Su banda se había distribuido por Chicago y no pasaba día sin que cometiese una de sus fechorías. Ya era habitual la crónica roja que contenía el nombre del terrible pistolero. Asaltos y venganzas, despojos en la vía pública y en despoblado. Siempre eran Dillinger o su lugarteniente quienes ejecutaban aquellos hechos.

Al fin el clamor público llegó a extremos talees que fue forzoso escucharlo. Dillinger cayó en las manos de la policía y fue encerrado en la cárcel, en octubre del año pasado. Asegurado con barrotes, guardado con siete llaves en Crown Point, permaneció muy poco tiempo. Un día el cable dio la noticia de su fuga. Se hizo un severo sumario en el penal para investigar la forma en que había huído, y todos los carceleros coincidieron en afirmar que su evasión había llegado a los límites de lo prodigioso. Dillinger, a pesar de la guardia que le vigilaba constantemente y de las medidas tomadas para impedir su fuga, había desaparecido , dejando en la celda muestras humorísticas de su inmunidad. Dos funcionarios de la cárcel perdieron sus puestos y otro más, Harry Pierpont, fue condenado a la silla eléctrica por haber permitido su huída.

Tras Dillinger se lanzaron los policías de Chicago y de los estados limítrofes. Se le veía, pero resultaba impalpable. Cuando estaban a punto de echarle mano, la ametralladora, que manejaba con una precisión fatal, tendía entre él y sus perseguidores una cortina de fuego que lo hacía inalcanzable. De pronto se le reconocía en varias partes a la vez, y hasta se llegó a la detención de personas que poseían una gran semejanza con él. Un estudiante de Indiana, de extraordinario parecido físico con Dillinger, tuvo que pagar las consecuencias con varios días de cárcel.

Según los investigadores, Dillinger se efectuó operaciones para cambiar su rostro y no ser reconocido por la policía
Según los investigadores, Dillinger se efectuó operaciones para cambiar su rostro y no ser reconocido por la policía

Al cabo de varios días de persecución, Dillinger volvió al penal, pero declaró que no estarí mucho tiempo entre rejas. Efectivamente no tardó en cumplir su promesa, y por cierto que lo hizo con su acostumbrada audacia. Sólo llevaba en la mano cuando huyó una minúscula pistola de madera, con la cual se impuso a sus carceleros, a quienes atemorizaba su infalible puntería.

Desde entonces Dillinger ha tenido tras de sí a toda la policía de los Estados Unidos. Hace tres meses, pues la última fuga ocurrió en el mes de abril último, que todas las fuerzas disponibles de la Unión lo perseguían sin tregua, en una empresa que ya resultará una cuestión de honra. Desde la época del rapto del hijo de los esposos Lindbergh, la policía no había desplegado tanta actividad, ni se hallaba ante un caso de tan extraordinaria agitación . De esta manera fueron cayendo verdaderos o presuntos compañeros de Dillinger. El único que se salvaba siempre era el jefe, refugiándose unas veces en las ciudades de los alrededores o en la propia Chicago. Su confianza, su convicción, de que las personas que lo habían ayudado no lo abandonarían ni aún ahora en que la “caza” se había declarado en todo el territorio como una necesidad imperiosa para terminar con la tiranía del bandido, lo perdió. En la puerta de un cinematógrafo halló la muerte el legendario personaje.

Una lucha que no termina

WASHINGTON.- El Departamento de Justicia anunció que la muerte de Dillinger no pondrá fin a la campaña del Gobierno tendiente a librar al país de delincuentes, que se inició el día en que el Congreso aprobó una ley para autorizar al gobierno federal a tomar parte más activa en la busca y castigo de criminales. Desde entonces ha disminuido mucho el número de pistoleros peligrosos.

Lester Gills, alias Jorge Cara de Nene Nelson, asesino y asaltante de bancos, que fue camarada de Dillinger es buscado ahora por el Gobierno con gran interés. Otros criminales destacados que quedan libres aún son también dos miembros de la banda de Dillinger: John Hamilton y Homer Van Meter. Se han ofrecido cinco mil dólares por la captura de Nelson.

Se sabe ahora que Dillinger adoptó varios disfraces cuando preparaba los asaltos que hicieron famoso su nombre. En una ocasión, acompañado por Van Meter, visitó el despacho de un “sheriff” y dijo que eran redactores de una revista policial y que deseaban conocer las armas que por lo común emplea la policía para combatir a los pistoleros. El “sheriff” le mostró el arsenal y, días más tarde, la oficina fue asaltada y robaron todas las armas. Otra vez, Van Meter se hizo pasar, en un banco, por un vendedor de muebles y consiguió que le mostraran el tesoro y otras partes del edificio, que fue después asaltado por una banda que robó una suma apreciable.

Uno de los automóviles que utilizaba John Dillinger que se conserva en el Museo del Crimen en los Estados Unidos
Uno de los automóviles que utilizaba John Dillinger que se conserva en el Museo del Crimen en los Estados Unidos

Los funcionarios del Departamento de Justicia declararon que esperan pagar los cinco mil dólares ofrecidos a quien diera informaciones que permitieran el arresto de Dillinger, pero que el nombre de las personas que lo delataron no será dado a conocer, por temor a las represalias que puedan tomarse contra ellas. Se negaron a confirmar el rumor de que las amigas de Dillinger lo habían delatado. En los días en que Dillinger estaba en libertad fueron arrestadas tres jóvenes, acusadas de haberle ocultado, pero por falta de pruebas se las puso en libertad y el Departamento de Justicia informó que regresaron inmediatamente junto con el pistolero y tomaron parte activa en los delitos de la banda. Las mujeres fueron de mucha utilidad para los delincuentes, sobre todo en lo que se refiere a la elección de sitios donde ocultarse.

El Gobierno busca ahora, con especial empeño, a los siguientes miembros de la banda de Dillinger: Cara de Nene Nelson, por asesinato del agente Carter, que murió al querer impedir la sensacional fuga de Dillinger del café Little Bohemia; John Hamilton, por el asesinato del “sheriff” Sarber, en 1933; Van Meter, por el asalto de un banco; Charles Floyd, por la matanza de Kansas City, en 1933, en que murieron cinco personas, y Richard Galatas, por el mismo hecho.

La celada

CHICAGO.- La banda de John Dillinger robó por lo menos 250.000 dólares en asaltos de bancos. Dillinger estaba acusado de un asesinato y de complicidad en otros seis.

Era difícil reconocer al criminal, pues se había teñido el pelo; gracias a operaciones quirúrugicas había hecho desaparecer las cicatrices que antes tenía en la cara, y se había hecho enderezar la nariz.

Llevaba anteojos y un bigote negro. Además, se había cauterizado los dedos con ácido, tratando, en vano, de borrar las huellas.

"Enemigo público N° 1": las autoridades norteamericanas ofrecieron recompensas por su paradero y lanzaron una búsqueda desesperada de John Dillinger en 1934
"Enemigo público N° 1": las autoridades norteamericanas ofrecieron recompensas por su paradero y lanzaron una búsqueda desesperada de John Dillinger en 1934

Cuando Dillinger salió del cinematógrafo a las 22.40, Melvin H. Purvis, jefe del servicio del Departamento de Justicia de Chicago, que esperaba al criminal en un automóvil, hizo una señal moviendo el brazo, e inmediatamente varios agentes avanzaron revólver en mano .

El pistolero, apenas se dio cuenta del peligro, escapó corriendo por un pasaje cercano y trató de sacar su revólver, pero los agentes hicieron cinco disparos y Dillinger cayó herido de tres balazos. Dos mujeres que asistían a la persecución resultaron heridas en las piernas.

Gran número de agentes de policía, al oír las detonaciones acudieron rápidamente al lugar del tiroteo y mantuvieron el orden de la muchedumbre atemorizada.

Dillinger, herido, fue llevado en una ambulancia al hospital, pero falleció durante el viaje sin haber recobrado el conocimiento. Su cadáver fue depositado en la morgue.

En los bolsillos del pistolero se encontraron poco menos de ocho dólares y un retrato de Evelyn Grenchette, una hermosa india que era favorita de Dillinger.

Melvin H. Parvis, que había preparado la celada gracias a una información secreta que recibió, dijo que esperaba capturar a Dillinger con vida, pero temió que el criminal se resistiese hasta el último momento.

La noticia de la muerte de John Dillinger conmocionó a la población norteamericana y tuvo enorme despliegue en los medios
La noticia de la muerte de John Dillinger conmocionó a la población norteamericana y tuvo enorme despliegue en los medios

La recompesa federal de 10.000 dólares y la ofrecida por el estado de Indiana, que es de 5000, no podrán ser aceptadas por los agentes que encontraron a Dillinger, pues la policía federal no está autorizada a recibir recompensas.

El golpe se realizó sin contratiempos. Los agentes sabían desde hace varios días que se hallaba en el barrio norte de Chicago y Purvis supo que tenía la intención de concurrir a un cinematógrafo. Eligió a quince excelentes tiradores entre su personal, y, acompañado por ellos, fue a apostarse a la puerta de la sala.

Los agentes llegaron a tiempo para ver a Dillinger comprando las entradas. Luego el pistolero entró en el cinematógrafo, donde se exhibía una película policíal titulada “Manhattan Melodrama”.

Agentes de la policía de Chicago entraron también en la sala y esperaron que terminase la función.

Purvis declaró: “Tomé medidas para rodear el cinematógrafo con hombres armados solamente con revólveres, pues no quise que se utilizaran fusiles o ametralladoras por temor a hacer peligrar la vida de los transeúntes. Yo me instalé en un automóvil cerca. Poco antes de las 21 vi por primera vez a Dillinger, que estaba en mangas de camisa, con sombrero y anteojos de oro. Pasó frente a mi automóvil y, como ya había estudiado detenidamente todas sus fotografías, logré reconocerle inmediatamente por la forma de la parte posterior de su cabeza. Mientras compraba su entrada lo vi de perfil y de frente y me convencí de que no me había equivocado. Entré dos veces en el teatro para tratar de saber dónde se había sentado, pero la sala estaba demasiado oscura.

“Las dor horas que Dillinger pasó en el teatro fueron las más largas de mi vida. Entretanto hice que mis hombres se colocaran de modo de cubrir ampliamente toda la zona vecina. Cuando salió volvió a pasar delante de mi coche sin verme. Apenas pasó alcé el brazo y lo dejé caer con el puño cerrado, haciendo la señal convenida. Instantáneamente mis hombres aparecieron de todos lados. Dillinger nos miró como hace un animal acorralado y trató de huir por una callejuela en la que lo esperaban varios de mis hombres. Mientras corría sacó un revólver, en vista de lo cual mis agentes hicieron varios disparos”.

Veredicto

CHICAGO.- El fiscal y el jurado calificaron de “homicidio justificado” la muerte del tristemente famoso bandido, ultimado a balazos por la policía federal.

Circulan insistentes rumores de que los agentes federales protegen secretamente a una joven que, según las mismas versiones, reveló a la policía el lugar donde se hallaba el pistolero, con el propósito de obtener la recompensa de 10.000 dólares.

De la Agencia AP