Japón quería más inflación. Ya está aquí, pero incomoda

Un mercado de anguilas en Kioto, Japón. El compromiso del banco central japonés con las bajas tasas de interés ha provocado la caída del yen, encareciendo la importación de alimentos, combustible y otros productos básicos. (Shoko Takayasu/The New York Times)
Un mercado de anguilas en Kioto, Japón. El compromiso del banco central japonés con las bajas tasas de interés ha provocado la caída del yen, encareciendo la importación de alimentos, combustible y otros productos básicos. (Shoko Takayasu/The New York Times)

La economía japonesa se tambalea después de que un aumento de los precios llevara a los consumidores a recortar el gasto.

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Mientras el resto del mundo luchaba por mantener a raya la inflación, un país la recibía con los brazos abiertos.

En los últimos años, Japón vio en el estallido de la inflación, estimulado por los problemas de la cadena de suministro provocados por la pandemia y las conmociones geopolíticas, una forma de sacar a la economía de un ciclo de décadas de crecimiento débil y presión deflacionista. Así, mientras los grandes bancos centrales como la Reserva Federal de EE. UU. subían las tasas de interés para frenar los precios, el Banco de Japón las mantenía bajos mientras la inflación se aceleraba.

La teoría era que, manteniendo las tasas por los suelos, el banco central podría aprovechar el repunte temporal de los precios para fomentar el tipo de inflación que buscaba desde hacía tiempo: moderada, constante y de apoyo al crecimiento económico.

Las empresas podrían aducir el aumento de sus costos para justificar las subidas de precios, lo que se traduciría en mayores ingresos que se destinarían a aumentar los salarios de los trabajadores. Con más dinero en el bolsillo, los consumidores podrían gastar más, creando un ciclo económico positivo.

La economía japonesa se ha contraído en dos de los tres últimos trimestres, y con ello le ha cedido su puesto como tercera del mundo a la alemana. (Shoko Takayasu/The New York Times)
La economía japonesa se ha contraído en dos de los tres últimos trimestres, y con ello le ha cedido su puesto como tercera del mundo a la alemana. (Shoko Takayasu/The New York Times)

Ha habido algunas señales prometedoras: algunas empresas japonesas grandes como Toyota han registrado ganancias considerables y han prometido los mayores aumentos salariales para los trabajadores en décadas. En marzo, el Banco de Japón subió su tasa de interés oficial por primera vez en 17 años, tras concluir que la economía había alcanzado el “círculo virtuoso” entre salarios y precios que había previsto.

En la antesala de una reunión del Banco de Japón esta semana, cada vez hay más indicios de que no todo va según lo planeado.

El empeño del banco central en los últimos años por mantener las tasas bajas no solo ha permitido que la inflación se dispare. (Lleva más de dos años por encima del objetivo del 2 por ciento fijado por los responsables de las políticas). También ha provocado la caída del yen, lo que ha encarecido repentinamente a productos básicos importados como alimentos, combustible y más. Los consumidores han respondido recortando drásticamente el gasto.

Las pequeñas empresas, ante la baja demanda, tienen dificultades para subir los precios y salarios, como esperaban los responsables de las políticas. Y sigue sin estar claro si los aumentos salariales de las grandes multinacionales se están extendiendo a las empresas japonesas más centradas en el mercado nacional.

Algunos economistas sugieren que el débil consumo que está afectando a la economía japonesa es una respuesta a la postura de tasas bajas del Banco de Japón, que ha suscitado en los consumidores el temor a que la inflación siga superando los aumentos salariales en los próximos años. Los analistas están divididos sobre si los funcionarios del Banco de Japón subirán las tasas o las mantendrán estables el miércoles, cuando está previsto que anuncien su decisión.

“El Banco de Japón esperaba que la inflación transitoria diera lugar a una inflación persistente al aumentar los salarios, lo que le daría a la inflación una segunda oportunidad. Pero no creo que sea el caso”, afirmó Takahide Kiuchi, economista ejecutivo del Instituto de Investigación Nomura y antiguo miembro de la junta de políticas del banco central japonés.

En su opinión, la “sorprendente debilidad” del gasto de los consumidores y la caída del yen “tienen una misma raíz: los errores de política monetaria cometidos en Japón durante varios años”.

Si el Banco de Japón hubiera subido las tasas años antes, dijo Kiuchi, “el yen no se habría depreciado tanto, la actividad de los consumidores habría sido más estable y la economía probablemente iría mejor.”

Recientemente, en una sofocante tarde en el noroeste de Tokio, Yumiko Umemura, de 49 años y madre de dos hijos, pasó por una carnicería para comprar una mezcla de carne molida de res y cerdo. Umemura dijo que la factura de la compra ha subido en los últimos años, mientras que su salario en una empresa de procesamiento de datos no ha variado, una presión sobre el presupuesto familiar que piensa que durará algún tiempo.

Por eso busca formas de ahorrar, como comprar 250 gramos de carne en lugar de 300. “Comprar sin excesos, así es como he ido recortando”, afirmó.

Yoshimasa Yamamoto, el propietario de la tienda, dijo que estaba lidiando con la combinación de la desaceleración de las ventas y el aumento de los costos. Incluso la carne de origen local cuesta más, explicó, porque el pienso para el ganado es en su mayoría importado.

Yamamoto afirmó que le gustaría subir los precios, pero siente que no puede porque durante décadas sus clientes solo han conocido precios estancados.

“Los clientes están acostumbrados a nuestros precios y, si los subimos, no comprarán”, afirmó. “De todas formas, la gente ya ha dejado de comprar tanto: ¿cómo vamos a subir los precios?”.

Esta dinámica está empezando a manifestarse en la economía japonesa en general. Los salarios, aunque han aumentado, no han podido seguir el ritmo de los precios, lo que ha provocado que los salarios ajustados a la inflación hayan caído durante 26 meses consecutivos, hasta mayo. El gasto de los consumidores, ajustado a la inflación, ha caído durante cuatro trimestres seguidos.

La economía japonesa se ha contraído en dos de los tres últimos trimestres, con lo cual ha perdido su puesto como tercera del mundo en favor de la alemana. Este mes, la Oficina del Gabinete de Japón recortó su previsión de crecimiento económico para el año fiscal hasta marzo de 2025, del 1,3 por ciento al 0,9 por ciento, debido sobre todo a un menor gasto por parte de los consumidores.

“La demanda de los consumidores es baja. La tasa de ahorro ha caído a cero. La gente está teniendo que gastar sus ingresos”, dijo Richard Katz, economista y autor de un libro reciente, The Contest for Japan’s Economic Future (La contienda por el futuro económico de Japón). “Suponer que las empresas podrán repercutir en los salarios: el Banco de Japón está viendo las cosas a través de un prisma que les dice lo que quieren ver”.

Según algunos economistas, una de las razones por las que Japón ha tenido dificultades para gestionar los efectos de la subida de precios es que a los funcionarios les ha costado mucho dejar atrás políticas establecidas destinadas a fomentar la inflación cuando no la había. La reticencia a subir las tasas porque podría frenar la demanda, dicen, ha dado paso al reconocimiento de que el gasto de los consumidores es quizá aún más sensible al temor a una inflación persistentemente alta.

El yen ha recuperado parte de su valor en las últimas semanas —en parte porque las expectativas de una reducción de las tasas de interés en EE. UU. han hecho más atractivos a los activos japoneses—, pero sigue siendo mucho más débil que antes de la pandemia.

Las esperanzas de que el círculo virtuoso de aumento constante de la inflación, los salarios y el gasto pueda seguir en marcha están ligadas a los aumentos salariales acordados durante las negociaciones laborales de primavera conocidas como shunto.

El aumento de tasas realizado por el Banco de Japón en marzo se produjo pocos días después de que la mayor federación japonesa de sindicatos afirmara que las negociaciones entre las grandes empresas japonesas y los empleados sindicalizados habían dado lugar al mayor aumento salarial en décadas.

Los aumentos salariales procedentes del shunto, que cubren alrededor del 16 por ciento de la fuerza laboral, comenzaron en abril y se aplicaron gradualmente hasta junio, por lo que los economistas siguen vigilando su impacto más amplio. El impacto económico de los aumentos del shunto del año pasado, también considerables, acabó siendo “una gran decepción”, dijo Katz.

“Los indicios apuntan a que esta vez será mejor”, añadió. “Pero ¿por cuánto? Aún no lo sabemos”.

Hisako Ueno colaboró con la reportería.


River Akira Davis
cubre Japón, incluyendo su economía y negocios, y tiene sede en Tokyo. Más de River Akira Davis

Hisako Ueno colaboró con la reportería.

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