Los inmigrantes de Lahaina consideran sus opciones ante un futuro incierto

Dolientes se reúnen en el Parque de la Playa Honokowai en Honokowai, Hawái, para recordar a Keyiro Fuentes, una de las víctimas más jóvenes del incendio forestal en Lahaina, el 14 de octubre de 2023. (Michelle Mishina Kunz/The New York Times)
Dolientes se reúnen en el Parque de la Playa Honokowai en Honokowai, Hawái, para recordar a Keyiro Fuentes, una de las víctimas más jóvenes del incendio forestal en Lahaina, el 14 de octubre de 2023. (Michelle Mishina Kunz/The New York Times)

Era una vida agradable la vida junto al mar.

Cuando Nancy Morales se mudó de la Ciudad de México a Hawái hace más de veinte años para escapar de la delincuencia y la pobreza extrema, pensó que se quedaría un par de años, ganaría algo de dinero y se iría a casa. Pero después de dos hijos y un divorcio, no podía concebir ser madre soltera en México, así que se hizo una vida en Maui, en el histórico poblado de Lahaina.

Tenía dos trabajos: limpiaba habitaciones de hotel y horneaba pan de plátano en una panadería local, lo que significaba vivir con el hecho de que se encontraba en el país sin documentos de residencia. Pero encontró una medida de felicidad: tenía paz, un sentido de comunidad, hermosas puestas de sol y un apartamento cerca del océano Pacífico.

Ahora, hasta ese modesto pedacito de paraíso está en peligro, tras el incendio forestal que asoló Lahaina en agosto y cobró la vida de 99 personas. Mientras las llamas atizadas por el viento iban abriéndose paso, Morales apenas logró salvarse en las calles atascadas por el tráfico. Poco después, tuvo que irse a vivir al hotel donde trabajaba, y por primera vez en mucho tiempo experimentó la dolorosa incertidumbre de no residir legalmente en Estados Unidos, pues algunas ayudas del gobierno quedaban fuera de su alcance debido a su situación y el riesgo de ser deportada era una temible y cercana probabilidad.

“Ustedes pueden iniciar una nueva vida en otro lugar”, les había dicho a sus hijos. Muchas familias enfrentan dilemas similares mientras se preguntan si habrá lugar para ellas en el futuro en Lahaina.

Ya han pasado casi tres meses desde que la catástrofe golpeó ese poblado, hogar de alrededor de 13.000 personas. Casi un tercio de los residentes de la ciudad nacieron en el extranjero, una tasa de más del doble de la del resto de Estados Unidos y bastante mayor que la de Hawái.

Edificios destruidos por el incendio forestal de agosto en Lahaina, Hawái, el 11 de agosto de 2023. (Philip Cheung/The New York Times)
Edificios destruidos por el incendio forestal de agosto en Lahaina, Hawái, el 11 de agosto de 2023. (Philip Cheung/The New York Times)

La historia de la inmigración de Lahaina es casi tan antigua como el pueblo mismo. Se remonta a los misioneros del siglo XVIII y luego a oleadas de personas provenientes de China, Japón y Portugal que vinieron a trabajar en los cañaverales y las plantaciones de piña.

Hoy, vienen de México, El Salvador y Honduras, así como de las islas del Pacífico y las Filipinas. En Lahaina, encuentran trabajos en la economía del turismo, en hoteles, campos de golf, tiendas y restaurantes.

“Son seres humanos que limpian habitaciones, podan el césped, arreglan jardines y cuidan de ancianos y niños”, afirmó Sonny Ganaden, representante estatal demócrata de Oahu. Ganaden es un filipino-estadounidense de segunda generación que ha trabajado con la comunidad inmigrante de Lahaina.

Muchos inmigrantes que lloran a sus seres queridos también perdieron sus casas y años de sueldos y propinas que tenían guardados en ellas. Se preguntan dónde trabajarán y vivirán a corto plazo y muchos han pensado en abandonar Lahaina.

“Hacen que funcione esta economía basada en el turismo”, dijo Ganaden. “Así que si no los apoyamos, no podremos volver a encarrilar esta economía”.

Genesis Gil, quien trabaja en la organización Roots Reborn, formada después del incendio para ayudar a la comunidad migrante de Lahaina, dijo que sus clientes le decían sin cesar: “Si no encuentro un lugar donde vivir, tendré que marcharme”. Según Gil, algunos ya se han trasladado a Oahu, la isla donde se encuentra Honolulu, o a California. Volver a su país de origen es “la última opción para muchas familias. Vinieron aquí para dejar todo eso atrás”, aseguró.

Morales mencionó que la ansiedad por lo que debía hacer era ineludible. “Me está matando poco a poco”, dijo.

Su hija de 21 años, Ashley Angeles, ignoró las súplicas de su madre para que se fuera e iniciara una nueva vida en otro lugar. “Nos ha criado sola toda mi vida”, comentó Ashley Angeles, quien actúa en un grupo de danza local. “¿Cómo voy a dejarla?”.

Aun así, la familia no ha descartado la posibilidad de mudarse, quizás a Las Vegas, que cuenta con una vibrante comunidad hawaiana. “Queremos quedarnos en Maui porque aquí es donde nacimos y crecimos”, dijo Ashley Angeles. “Pero como el precio de la vivienda está subiendo mucho en el lado oeste, hemos estado hablando de que tal vez, llegado el caso, tengamos que abandonar la isla”, agregó.

Algunos de los residentes de origen mexicano de Lahaina han recibido ofertas de trabajo temporal en la industria vinícola de California con el boleto de avión incluido en viaje redondo a San José. Aunque la paga es tentadora, a Morales le preocupa viajar sin tener un estatus legal.

Para otros inmigrantes, el dolor de la pérdida de seres queridos hace imposible pensar en el futuro. Sonia José Castro, mexicana, logró escapar del incendio con su hija después de estar atrapada en el tráfico durante más de una hora. Su marido y su primo, que iban detrás en otro coche, fallecieron.

Castro, de 35 años, limpiaba casas para vivir, pero no ha trabajado desde el incendio. Dijo que estaba decidida a quedarse, al menos para que su hija, Yisell, pudiera terminar el bachillerato. “Extraño a mi marido, a mi primo. Es muy difícil”, comentó.

Además, la reapertura del oeste de Maui a los turistas en las últimas semanas ha aumentado la incertidumbre de muchos inmigrantes. Los líderes estatales y locales han permitido que los visitantes regresen por fases, algo necesario, según ellos, para reactivar la economía y ayudar a los residentes que trabajan. Pero eso también ha incrementado las tensiones en la isla.

“¿Cómo le piden a la gente de Lahaina que se vaya de los hoteles solo para que vuelvan los turistas?”, preguntó Ashley Angeles, y añadió que había sido muy doloroso ver a los turistas divertirse mientras la gente seguía de luto. “Eso no está bien”.

c.2023 The New York Times Company