Iga Swiatek, cuando el control es fuerza

Cracovia (Polonia), 7 nov (EFE).- El éxito de la mejor tenista del mundo, la polaca Iga Swiatek, se debe menos a su fortaleza física que a su sobrehumana capacidad de concentración.

Unos minutos antes de comenzar a disputar el partido que al devolvió a la cumbre de la WTA y volviese a ser "1ga" -un apodo usado en los medios que sustituye la primera letra de su nombre con el 1 de primera en la clasificación mundial-, se podía ver a la joven polaca caminando con los ojos cerrados y unos auriculares puestos.

Iga estaba en lo que ella llama "el túnel": un estado de concentración total que le permite "ver todo lo que ocurre en la cancha" y analizarlo.

Con solo 22 años, esta joven introvertida que solía entrenar sola y confesaba tener dificultades para relacionarse con otras personas fuera de sus dos sitios favoritos -la casa familiar y la cancha de tenis- se ha convertido por segunda vez en la número uno del tenis mundial, al recuperar el trono que perdió en septiembre y que defendió durante 75 semanas.

La final de Acapulco contra la estadounidense Jessica Pegula fue toda una metáfora de cómo funciona el universo Iga: una cancha irregular, que provocaba botes erráticos en la pelota, un viento impredecible que complicaba las cosas y una rival experimentada.

A pesar de todo ello, antes de una hora Swiatek ya había sentenciado con un contundente 6-1 y 6-0 el partido.

Solo alguien capaz de procesar las emociones como un factor más a tener en cuenta en su estrategia para la victoria podría soportar, con solo 22 años, la presión competitiva y mediática de la élite del tenis mundial.

Al igual que su ídolo Rafael Nadal, Iga hace gala de un poder de autocontrol casi obsesivo que la llevó, por ejemplo, a quejarse de que un tablero de publicidad electrónica había parpadeado durante uno de sus primeros partidos como profesional.

Cuando esta joven de Varsovia ganó el campeonato junior de Wimbledon en 2018, muchos se apresuraron a anticipar su ascenso al Olimpo de la WTA, pero no fue hasta dos años después, con su inesperada victoria en Roland Garros, cuando sus "túneles" de concentración la llevaron hasta la luz del triunfo en un Grand Slam.

Solo una semana antes, Iga aún se preguntaba si debía empezar a estudiar una carrera o si dedicarse por completo al deporte, al igual que su padre, que participó en los Juegos Olímpicos de Seúl en la competición de remo.

Veinte meses después, tras su segundo triunfo en la arcilla francesa, Iga se aupaba hasta el número 1 de la WTA y para celebrarlo se permitía una muestra de emoción inaudita en ella: cayó de rodillas por unos segundos, antes de incorporarse rápidamente y felicitar a su rival.

Durante toda su trayectoria, la joven polaca ha mantenido un perfil bajo, alejado de las estridencias de otras estrellas del deporte y centrada en sus entrenamientos, en pasar tiempo con su familia y en canalizar obras benéficas para las que ha donado en total más de un millón de euros.

También ha expresado en múltiples ocasiones su apoyo a Ucrania y desde que comenzó la guerra luce un pin con la bandera ucraniana en su gorra.

Las tres armas que Iga Swiatek lleva a cada partido son su implacable golpe de derecha, con el que lanza la bola más rápido que muchos campeones masculinos; su extraordinaria condición física, con unas piernas que el jugador Andy Roddick confesó mirar más que a la bola cuando sigue los partidos de Iga por televisión; y su fortaleza mental, pues no en vano es la primera deportista profesional de Polonia que lleva a un psicólogo en sus viajes.

Su imagen de chica modesta, madura y equilibrada ha llevado a sus rivales a admitir que "todas tienen buenos días, malos días... Iga simplemente juega".

Uno de esos malos días, Iga sufrió una derrota en México en 2021 y declaró que "probablemente el síndrome premenstrual" afectó a su rendimiento, lo que le ganó el aprecio de una parte de la afición que parecía desconocer su faceta más humana.

Del mismo modo, muchos se sorprenderían al saber que, entra la música que Iga Swiatek escucha en sus auriculares para meterse en "el túnel" está el rock duro de AC/DC.

Por Miguel Ángel Gayo Macías

(c) Agencia EFE