Huracán fue oportuno, golpeó a Independiente y no le da respiro a Vélez
Huracán cree. Contra viento y marea, a años luz del estilo de juego que le dio brillo y alegrías en otras épocas, pero con garra, corazón y gotas de fútbol, no se baja de la lucha por el campeonato. Le ganó 1-0 a Independiente, cortándole al Rojo una racha de 13 partidos sin perder en el torneo y prácticamente lo dejó sin chances en el intento de clasificarse para la Libertadores del año que viene. Lo hizo por “ventaja mínima”, sin más diferencias que la firmeza de sus zagueros y el oportunismo para concretar una de las pocas oportunidades serias que supo construir. Pero ahí está el Globo, y su gente lo celebra como si el equipo fuese un ballet: con el gol de Walter Mazzanti, que valió el triunfo, igualó la línea de Vélez -que juega el lunes ante Deportivo Riestra- en lo más alto de las posiciones de la Liga Profesional.
Es entendible: el hincha del fútbol argentino es un auténtico superviviente. Llena las canchas sin importar demasiado la posición que ocupa su equipo en la tabla, demuestra el amor por sus colores de manera incondicional e incluso exagerada, pero sobre todo, renueva sus expectativas semana a semana, aunque la realidad invite a lo contrario. Huracán e Independiente prometían un duelo ilusionante. Incluso acompañaba la noche primaveral, con la temperatura justa y la luna decorando el cielo. Y sin embargo, como tantas otras veces, el juego fue una defraudación en toda regla.
Entre las estadísticas previas –rivalidades, paternidades, enfrentamientos en choques decisivos–, la única que prevaleció fue la que indicaba que el Globo y el Rojo son los equipos con menor cantidad de goles recibidos en el torneo. Eso, en el fútbol actual, no habla sólo de una buena defensa, sino de un trabajo colectivo puesto a favor de impedirle al rival de turno que exponga sus virtudes en ataque, y fue lo que pudo comprobarse prácticamente durante los 90 minutos.
Frank Kudelka y Julio Vaccari se empeñaron en plagar de obstáculos la llegada del adversario a las inmediaciones de sus arqueros, convirtiendo la mitad de la cancha en zona de guerra o acumulando gente en los alrededores de sus respectivas áreas. Tuvieron éxito, aunque eso significara promover faltas e interrupciones (el árbitro Darío Herrera fue un gran colaborador en ese sentido), convertir a Hernán Galíndez y Rodrigo Rey en espectadores la mayor parte del tiempo y, en definitiva, cancelar la emoción.
En la mitad inicial, apenas hubo para contar un remate de Gabriel Ávalos que rechazó Galíndez con apuros; un tiro libre de Santiago Montiel y un disparo llovido de Rodrigo Cabral con zurda desde la derecha muy cerca del travesaño. Demasiado poco.
Hay un dato algo inadvertido en la campaña de Vaccari al frente del Rojo. No ganó ninguno de los primeros cuatro partidos, cuando debido a las inhibiciones no pudo incluir a los incorporados en el mercado invernal. A partir de ese momento, de 14 encuentros sólo había caído ante Vélez por la Copa Argentina. Es cierto que con más empates que victorias, pero suficiente para sumar puntos y confianza en sí mismo. Lo que casi nunca había logrado era quitarle a sus hinchas el disgusto por el juego ofrecido.
En el último triunfo ante Unión, Vaccari había modificado el 4-3-3 que ha mantenido desde su llegada y le fue bien. Se sintió cómodo su equipo dominando la mitad de la cancha y fue más profundo arriba. Sin embargo, en el Ducó regresó a su librito de cabecera, y volvió a dar varios pasos hacia atrás.
Al Globo lo caracterizan el trabajo a destajo de los chilenos Rodrigo Echeverría y Williams Alarcón (esta vez suplente por molestias físicas) en el medio, y la explosión de los tres delanteros. Apenas hubo noticias de ello en la primera mitad, pero la fórmula funcionó a los 14 de la segunda. Perdió una pelota en la salida el Rojo, capturó el rebote Echeverría, cruzó el pase a espaldas de Damián Pérez para Walter Mazzanti y el puntero definió muy bien ante Rey.
El gol acható aún más el ritmo del partido. Los cambios, un gato negro que invadió la cancha, las pérdidas de tiempo del local, las charlas interminables jugaron a favor del Globo. Vaccari ayudó desfigurando lo poco de coherente que venían enseñando los suyos: llenó el campo de delanteros al tiempo que perdía cualquier opción de conducción de la ofensiva.
Huracán no jugó bien, ni mucho menos lindo. Pero enseñó su garra y su oportunismo, herramientas que en la pobreza de nuestro fútbol alcanzan para soñar. ¿Independiente? Falló en una noche en la que hacía falta inteligencia para entender qué le conviene más a un conjunto que carece de brillo natural. Falló su técnico en la comprensión y los jugadores en la ejecución. Se le cortó la racha y se le encogieron las ilusiones. Esas que los hinchas argentinos sostienen a pesar de todos los pesares.