El hombre nuclear: un actor casi desconocido, un explosivo romance y una boda final
Las tardes televisivas de los primeros ochentas tenían un mantra que muchos espectadores, especialmente los más jóvenes, podían recitar de memoria: "Steve Austin. Astronauta. Su vida está en peligro. Lo reconstruiremos. Poseemos la tecnología para convertirlo en un organismo cibernético, poderoso, superdotado." Tal era la narración de la extraordinaria secuencia de créditos que abría cada episodio de El hombre nuclear, el título que recibió la serie norteamericana “The Six Million Dollar Man” (estrenada en los Estados Unidos durante 1974) en América latina. La locución original en inglés era un poco menos concisa, pero resultó igualmente cautivante para su audiencia, al punto de que la frase "Gentlemen, we can rebuild him. We have the technology" se volvió una contraseña irónica de la cultura pop y el cierre original, "Better... Stronger...Faster", encontró su camino hacia el título de un hit de Daft Punk.
Esta muy buena secuencia inicial que se sostiene sin caer en el ridículo hasta la actualidad tuvo, como mucho en esta serie, una primera versión muy fallida: las imágenes de naves espaciales, quirófanos y computadoras eran acompañadas por una canción pegadiza interpretada por la cantante de soul Dusty Springfield que parecía mucho más a tono con una comedia de enredos que con la historia futurista de un robot humano.
El reemplazo de "El hombre de los seis millones de dólares" por el "El hombre nuclear" en Latinoamérica resulta curioso, no solo porque muchos países de la región están más familiarizados con los dólares que con la tecnología nuclear, sino también porque hay que adentrarse bastante en la genealogía de la serie hasta descubrir exactamente qué tiene de nuclear el protagonista (para no alentar un misterio que no lo merece: los miembros prostéticos que recibió el personaje tras su horrible accidente, y cuya fabricación y mantenimiento costaban 6 millones de dólares, estarían alimentados por un pequeña batería nuclear). En Israel, el título también fue cambiado y el protagonista perdió su valuación, porque la cifra "6 millones" remitía a las víctimas del Holocausto. Y hay que reconocer también que, en casi cualquier época de la Argentina, la traducción de un precio fijo, aunque fuera de millones, pronto podía quedar desactualizada.
La narración de los títulos cuenta toda la historia que necesitamos saber: Steve Austin (Lee Majors) es un exastronauta que sufre un accidente catastrófico mientras prueba una nueva nave espacial. Sobrevive, pero pierde las piernas, un brazo y un ojo. La agencia gubernamental de espionaje OSI, al comando del hierático Oscar Goldman (Richard Anderson), recurre a un tratamiento experimental para reemplazar sus extremidades por miembros "biónicos" creados por el Dr. Rudy Wells (Alan Oppenheimer) y así obtener un agente imbatible, dado que estos implantes tecnológicos proporcionan habilidades sobrehumanas: Austin adquiere visión telescópica e infrarroja, con sus nuevas piernas puede correr a 100 kilómetros por hora y su brazo tiene la fuerza de una pala mecánica. Cómo es que el brazo no se desprende dolorosamente de su cuerpo cuando lo usa para levantar un camión u otra cosa igualmente pesada es algo que nunca se explica y que los espectadores del momento, fascinados entonces por los hoy precarios efectos especiales, tampoco se preguntaron.
Este punto de partida para la serie fue tomado del best seller Cyborg (1972) del novelista Martin Caidin por el guionista y productor Glen A. Larson, que luego produciría algunos de los mayores éxitos de los años 80 como “BJ”, “Magnum” y “El auto fantástico”. Larson convirtió esa novela en un telefilm de 1973 titulado The six million dollar man que desarrolla el origen del personaje y una primera aventura. Caidin escribió tres secuelas de su éxito que serían libremente adaptadas para otros dos telefilms, “The six million dollar man: Wine, Women and War” y “Solid Gold Kidnapping”. Estas películas son más alambicadas y "adultas" que la serie que las sucedió ya que muestran a su protagonista como una especie de James Bond cibernético que se involucra en conflictos internacionales y en la seducción de espías soviéticas. La buena recepción de estos telefilms llevó a la producción de la serie.
El hombre nuclear comenzó a emitirse en 1974 y pronto se volvió un éxito global: fue vendida a más de 70 países y se prolongó por cinco temporadas. La primera opción para el personaje protagónico fue el actor Monte Markham, hoy olvidado, pero finalmente el rol recayó en el semidesconocido Lee Majors cuando Larson vio su interpretación en el drama legal Owen Mashall. Majors no solo se volvió una estrella internacional por este papel, al que siempre estará unido, sino también un ícono de los años 70, ayudado por su inconfundible estilo (en la serie, el personaje suele vestir joggings de colores estridentes, con la parte superior abierta y sin remera, dejando al descubierto su velludo tórax) y también por su promocionado romance y luego boda con el futuro "ángel de Charlie" Farrah Fawcett. Su popularidad fue tal que desarrolló una amistad con Elvis Presley y, por 1975, aparecía ocasionalmente en shows del cantante donde, tras ser presentado como su "nuevo guardaespaldas", hacía una rutina humorística en la que demostraba sobre el escenario sus habilidades biónicas.
La serie da por sentado que el público estaba familiarizado con los telefilms precedentes y, más allá del resumen de los títulos, presenta a un personaje plenamente formado. La nueva narración, sin embargo, se ocupa de construir un conjunto de convenciones un poco insólitas. La más extraña es que cada vez que Steve Austin usa sus habilidades biónicas, como desplazarse con aceleración sobrehumana, el movimiento que, se supone, es velocísimo, a los espectadores se nos muestra en cámara lenta, es decir que lo muy lento, extrañamente, significa muy rápido. Este curioso código y otros (como el zoom sobre la cara de Austin cada vez que mira por el ojo biónico o el efecto de percusión electrónica con eco cada vez que usa su fuerza superior) no solo funcionaron sino que fueron retomados por otros programas (como “El increíble Hulk”) e incorporados a la cultura popular en incontables parodias.
La estructura de la narración, característica de la televisión de la época, es de episodios autoconclusivos que ubican a los personajes en un presente continuo: su mundo al finalizar cada capítulo vuelve a ser idéntico al del comienzo, toda alteración restaurada, toda herida cauterizada. Solo ocasionalmente la narrativa introduce un cambió que perdura, como la presentación, en la segunda temporada, de la "mujer biónica", Jaime Sommers, interpretada por Lindsay Wagner (eventualmente también aparecería un can biónico, el animal de laboratorio en el que se testearon los implantes artificiales). Sommers es una tenista profesional que sufre un accidente practicando paracaidismo y es reconstruida de modo similar al de Austín (pero tiene un oído biónico, en lugar de un ojo). Este personaje se volvería recurrente hasta obtener su propio título, el spin offLa mujer biónica, una serie acaso más avanzada que la original, ya que reemplaza el machismo de Majors por un profético empoderamiento femenino y también presenta una mayor complejidad narrativa dado que el personaje padece amnesia y debe reconstruir su identidad.
En un telefilm Bionic Ever After, posterior a la cancelación de la serie, el hombre nuclear se casa con la mujer biónica
A diferencia de los films precedentes, El hombre nuclear abandona cualquier pretensión de ser una versión televisiva del agente 007 y cada semana encara la resolución de un misterio de ribetes fantásticos que, a veces, regresa a tópicos tradicionales de la ciencia ficción pulp como científicos desquiciados, fembots, o computadoras fuera de control pero, mucho más seguido, se nutre de la mitología de los tabloides norteamericanos, como la presencia secreta de extraterrestres entre nosotros, las habilidades extrasensoriales e incluso, en el conjunto de episodios más bizarro, el avistamiento de Sasquatch -o Pie grande-, el gigantesco humanoide salvaje que habitaría en los bosques de Norteamérica y cuya presencia suele reportarse junto a la del monstruo del lago Ness o el Yeti.
Estas historias terminaron por alienar al público adulto y la serie se concentró en la audiencia juvenil. De hecho, en la televisión argentina casi siempre ocupó el horario del regreso de la escuela. Luego de tres temporadas, en los Estados Unidos los ratings empezaron a caer y para 1978, tras cinco años y 99 episodios, fue finalmente cancelada. La mujer biónica también fue cancelada ese mismo año. Sin embargo, gracias a la sindicación (es decir, la reprogramación en pequeñas emisoras locales de los EE.UU.) los personajes nunca fueron olvidados y en 1987 volvieron para el telefilm The return of the six million dollar man and the bionic woman. La saga de estos personajes llegó a su cierre en 1994 con la última aparición de todo el cast original en Bionic ever after?, otro telefilm que retoma el romance inconcluso entre Steve y Jaime. A pesar de que muestra su boda, esta película lamentablemente no revela el misterio que desveló a una generación: hasta dónde llega exactamente la reconstrucción biónica de los miembros inferiores de los protagonistas.
Lee Majors no volvió a interpretar el rol que lo hizo famoso, pero en 2003 fue convocado para una participación en la serie Jake 2.0, que también presenta a un agente especial que adquiere habilidades sobrehumanas gracias a la cibernética y que puede ser considerada una remake no oficial de El hombre nuclear. El programa, sin embargo, fue cancelado tras la primera temporada. La historia de La mujer biónica fue recuperada en 2007 para un rebooteo en una serie de ocho episodios capitaneada por David Eick y Laeta Kalogridis (la showrunner de Altered Carbon) y protagonizada por Michelle Ryan. Este show tampoco logró cautivar al público y fue levantado tras la huelga de guionistas de ese año.
Desde hace dos décadas está en desarrollo el proyecto de llevar El hombre nuclear al cine. Primero iba a convertirse en una comedia, con Jim Carrey en el protagónico y Todd Philips (Guasón) en la dirección. El proyecto no prosperó y quedó en el olvido hasta que capturó el interés de Mark Wahlberg y el realizador Peter Berg. Damián Szifrón, tras la nominación al Oscar por Relatos Salvajes, había sido contratado para escribir el guion y, más tarde, por la salida de Berg, también para dirigir el film. Sin embargo, tras el colapso de la productora The Weinstein Company por las acusaciones del Me Too a Harvey Weinstein el proyecto pasó a Warner y Szifrón quedó afuera. Mel Gibson expresó efímeramente un interés por actuar y/o dirigir que nunca se concretó. Finalmente, el año pasado se anunció el ingreso del director de “Bumblebee”, Travis Knight pero la película entró en el hiato de todas las producciones por la pandemia de coronavirus. A casi 50 años del estreno del primer telefilm, El hombre nuclear agoniza. No hay dudas de que tenemos la tecnología para reconstruirlo y hacerlo mejor. Lo que no está claro es que le quede un público masivo porque la nostalgia también tiene fecha de vencimiento.
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