Hollywood vs. Donald Trump: un choque que lleva cuatro años de grieta mediática
Hace cuatro años, el pequeño gran mundo de Hollywood recibió la noticia del triunfo electoral de Donald Trump como un golpe de knock out. El universo del entretenimiento que había respaldado en aquel momento de manera masiva la candidatura de Hillary Clinton debió resignarse a que el extrovertido magnate se convirtiera en el cuadragésimo quinto presidente de Estados Unidos.
Hoy, ese mismo mundo se prepara para lo que imagina como el despertar de una larga pesadilla. Esta vez, a diferencia de lo ocurrido en 2016, cuando la campaña de la esposa de Bill Clinton contó con el respaldo de rostros famosos en cada acto público de la campaña del Partido Demócrata, la pandemia llevó a actores, cantantes y grandes figuras del entretenimiento a persuadir a los ciudadanos norteamericanos con su influyente presencia desde las pantallas o las redes sociales. Primero piden algo muy simple: "No se queden en sus casas. Salgan a votar". Y después, que cuando lleguen al cuarto oscuro se pronuncien por la fórmula demócrata integrada por Joe Biden y Kamala Harris.
Así se pronunciaron, por ejemplo, el pasado lunes 20 varios de los actores que formaron parte del elenco de los Avengers, en un encuentro público coordinado por los directores Anthony y Joe Russo y que tuvo también la presencia de la propia candidata a vicepresidente. Robert Downey, Jr., Scarlett Johansson, Chris Evans, Don Cheadle, Mark Ruffalo, Zoe Saldana y Paul Rudd participaron de esa reunión virtual bajo la consigna "Voters Assemble, the Cast of the Avengers Unite for Democracy".
El furor por el voto anticipado, que a esta altura ya superó todas las cifras previas del sufragio temprano en la elección anterior, refuerza el optimismo del mundo del entretenimiento. Creen allí que a partir de señales como esta en la noche del próximo martes 3 de noviembre se pondrá fin a la era Trump. Y con el regreso de los demócratas habrá mucha más afinidad entre ellos y la Casa Blanca. En realidad, se conforman con que exista un mínimo de coincidencias. Nada podría ser peor que lo vivido durante los cuatro años de Trump.
Nunca hubo un choque tan frontal como el que protagonizaron Hollywood y Trump en la historia de las relaciones entre la política y el entretenimiento en Estados Unidos. Cuatro años de chicanas, acusaciones, reproches mutuos, burlas, denuncias, amenazas e improperios.
Una grieta profunda con varios momentos memorables. Como el que protagonizó el magnate en marzo de 2018, cuando a través de su recurso predilecto (la cuenta de Twitter @DonaldJTrump) se burló de la entrega número 90 del Oscar, la del rating más bajo de toda la historia de las transmisiones televisivas del premio."Los Oscar con menor audiencia de la historia. El problema es que ya no tenemos estrellas, excepto su presidente (es broma, por supuesto)", escribió.
Thanks, lowest rated President in HISTORY. https://t.co/E01UgDaZ3T&- Jimmy Kimmel (@jimmykimmel) March 6, 2018
Con todo, hay algo de verdad detrás de esa afirmación que Trump relativiza como chiste. El actual presidente norteamericano es la figura más conectada al mundo del entretenimiento que llegó a la primera magistratura de su país desde los tiempos de Ronald Reagan.
De hecho, el Screen Actors Guild (el sindicato de actores de Hollywood) le sigue pagando a Trump una suma anual en concepto de fondos jubilatorios por sus participaciones previas en series y programas de TV, de los cuales el más famoso es el reality show “El aprendiz”. En 2019, el Presidente cobró por esa vía un total de US$90.776 dólares. "¿Vieron? Donald Trump es un integrante de la élite de Hollywood", bromeó George Clooney al enterarse de la novedad.
Esa característica lleva a Trump a atacar sin complejos cada vez que se lo propone al mundo del entretenimiento, que vive cuestionándolo desde el momento en que asumió por múltiples motivos. La reconocida destreza del magnate para el contrapunto verbal y el contraataque queda bien a la vista en las infinitas polémicas que mantuvo con figuras de un mundo que conoce muy bien y que está lejos de intimidarlo.
Tomemos el ejemplo de aquella embestida burlona contra la Academia de Hollywood por la baja audiencia de la transmisión del Oscar 2018. En ese momento Trump también aprovechó para burlarse de Alec Baldwin ("Gracias a la mediocre personificación que hizo de mí pudo recuperar su moribunda carrera", escribió) y cargar contra la muy popular Oprah Winfrey.
Jimmy Kimmel, el anfitrión de aquella velada, le retrucó con una frase típica de los shows nocturnos de la TV norteamericano. "Gracias por sus palabras, Presidente con la más baja calificación de la historia", dijo Kimmel, una de las estrellas de esos late night shows.
La convicción de que Trump no está a la altura del cargo que ocupa se extiende desde el primer día en el mundo del entretenimiento. Hay muchos nombres famosos que todavía no se explican cómo el magnate llegó a ser el candidato triunfante del Partido Republicano en las elecciones presidenciales de 2016. En aquel momento solo se especulaba con esa posibilidad desde el absurdo.
Cuando Trump derrotó a Hillary Clinton muchos recordaron un episodio visionario de “Los Simpson” emitido en 2000. Allí vemos a Bart en un casino, frente a una imagen que le adelanta el futuro. Allí aparece su hermana Lisa, ya convertida en presidenta de Estados Unidos, muy preocupada por los efectos del déficit presupuestario que le dejó como herencia su predecesor. Donald Trump.
"Simplemente parecía la última parada lógica antes de tocar fondo", dijo a propósito de Trump Dan Greaney, guionista de la serie, cuando ese episodio estaba en preproducción y sus colegas le preguntaron cuál podría ser el nombre más absurdo que se le ocurría para ocupar la presidencia de Estados Unidos.
Hollywood se animó hasta por anticipado a burlarse de Trump, pero el magnate siempre encontró la oportunidad para responder esos ataques con su estilo frontal y no menos irónico. Se acostumbró a hacerlo en tiempos del Oscar. Un año antes de aquel reproche mencionado más arriba sobre la fiesta de más bajo rating de la historia, en marzo de 2017, calificó a la Academia de Hollywood como "un grupo de amateurs" incapaz de organizar como corresponde una fiesta de esa envergadura. Ese año, todo el mundo asistió al final de la velada al papelón del anuncio de “La La Land” como ganadora del premio mayor, cuando en realidad el reconocimiento era para otro título, “Luz de luna”.
Y este mismo año cuestionó el Oscar a la mejor película para la surcoreana “Parasite”. Dijo no entender cómo había ganado ese premio una película extranjera que, para colmo, había sido hecha en un país con el que su administración enfrentaba divergencias relacionadas con el comercio. También se preguntó por qué ganaba “Parasite” cuando en realidad "hay que recuperar grandes películas del Hollywood clásico" como “El ocaso de una vida” (“Sunset Boulevard”) y “Lo que el viento se llevó”.
A propósito de “Lo que el viento se llevó”, verdadero símbolo de la llamada "política de la cancelación" vigente en los últimos años dentro de la industria de Hollywood y señal de lo que ese mundo no quiere para el presente y el futuro desde la afirmación de un mundo más diverso y distante de toda clase de discriminación, otro escenario de la pelea frontal entre Hollywood y Trump tiene que ver con el racismo.
Uno de los enemigos confesos del magnate y actual presidente de Estados Unidos en el mundo del entretenimiento es Spike Lee.
"Las elecciones de 2020 están a la vuelta de la esquina. Tenemos que movilizarnos. Tenemos que ponernos del lado correcto de la historia. Hacer una elección moral entre el amor y el odio. Hagamos lo correcto", dijo Lee en la ceremonia del Oscar 2020 al recibir el premio por el mejor guión adaptado para “El infiltrado del KKKlan”.
Fiel a su costumbre, Trump contraatacó desde Twitter: "Estaría bien que Spike Lee pudiera leer sus notas, o aún mejor, que no tuviera que usarlas en lo absoluto. Ha dado un golpe racista contra su presidente, que ha hecho más por los afroamericanos que casi cualquier otro".
El enfrentamiento tuvo otros rounds, previos y posteriores, en los que Lee, sin nombrar a Trump, lo invocó con durísimos calificativos, además de insinuar que tenía actitudes favorables hacia el Ku Klux Klan con su constante indulgencia hacia las acciones de los grupos de supremacistas blancos.
Los enconos contra el magnate se hicieron más y más ruidosos y explícitos a lo largo de estos últimos cuatro años. Algunas manifestaciones de ese rechazo fueron anónimas. La estrella en forma de baldosa que lleva el nombre de Trump en el Paseo de la Fama de Hollywood fue dañada de distintas maneras en varias ocasiones.
Varios artistas que perdieron sus viviendas en los terribles incendios de 2018 en California le reprocharon al magnate por dar respuestas "sin corazón" desde la Casa Blanca a la adversidad. Y también le cuestionaron a Trump su escaso apoyo al movimiento #MeToo, aunque el Presidente se defendió elogiando la condena al productor Harvey Weinstein. Dijo que era "un gran triunfo para las mujeres" y de paso aprovechó para agregar que los demócratas "lo amaban".
Antes de caer en desgracia por su condición de abusador serial, Weinstein fue un gran benefactor de ese partido y puso mucho dinero en las campañas de recaudación de fondos previas a las elecciones.
Veamos algunos ejemplos más de choques entre el presidente Trump y los famosos de Hollywood con nombre y apellido. Robert De Niro cerró su aparición en la entrega de los premios Tony 2018 en Nueva York con un "F&#% Trump", recurrió a metáforas artísticas en su mensaje ("Cuando ustedes iniciaron la universidad, este país era un inspirador y edificante drama. Ahora que se están graduando se ha convertido en una trágica y estúpida comedia") y volvió a recordar su disposición a darle una trompada, como había insinuado ya en 2016, cuando todavía era nada más que un candidato.
Después, De Niro tuvo que reconocer que por la investidura presidencial había ido demasiado lejos. Pero últimamente volvió a cargar con dureza contra Trump, tal vez con reflejos propios de una campaña electoral. Lo mismo puede decirse de Sacha Baron Cohen, el cómico que recurrió a métodos de dudosa ética para atacar frontalmente al Presidente y su entorno (en especial a su abogado y exalcalde neoyorquino Rudolph Giuliani) en la secuela de Borat recientemente estrenada.
Meryl Streep hizo en enero de 2017, al recibir el premio a la trayectoria en la fiesta de los Globos de Oro, uno de los más extraordinarios discursos pronunciados por una figura del espectáculo en la era Trump.
"Todos aquí pertenecemos a los segmentos más vilipendiados de Estados Unidos en este momento: Hollywood, los extranjeros y la prensa", y cuestionó con dureza al Presidente por sus gestos públicos de mofa a un periodista de The New York Times con discapacidad.
Sharon Stone, con lágrimas en los ojos, pidió en agosto pasado directamente el voto para la fórmula Biden-Harris después de calificar a Trump como "asesino" luego de revelar el delicado estado de salud de su hermana, contagiada de covid-19.
Y un mes después Debra Messing, la estrella de la serie “Will & Grace”, fue demasiado lejos al pedir directamente la identificación pública y el repudio a todos los que concurran a una gala solidaria organizada por el Presidente."Por favor impriman una lista de todos los que vayan. El público tiene el derecho a saber", reclamó en una suerte de inédito llamamiento al "escrache" en tierras norteamericanos.
En sus ataques a ese Hollywood que califica como demasiado progresista (liberal, en la terminología política norteamericano) para su visión conservadora, Trump se respalda en un puñado de figuras que suelen elogiar sus políticas y sus actitudes personales frente a cada ataque adversario. En ese grupo aparecen con distinto grado de exposición Sylvester Stallone, Dennis Quaid, James Caan, Roseanne Barr y Jon Voight, quien llegó a decir que Trump era el mejor presidente desde los tiempos de Abraham Lincoln. En respuesta a ese apoyo recibió una designación como miembro del Consejo Administrativo del Centro Kennedy para las Artes Escénicas y la Medalla Nacional de las Artes.
¿Y Clint Eastwood? El último clásico de Hollywood, tradicional exponente de los valores históricos del Partido Republicano (fue quien cerró su convención en 2012, cuando el candidato presidencial era Mitt Romney) y las tradiciones del individualismo, hoy toma distancia de las políticas de Trump y prefiere identificarse con las ideas menos confrontativas del exalcalde neoyorquino Michael Bloomberg. Identificar hoy a Trump con Eastwood sería un error mayúsculo de simplificación ideológica.
Con todo, la reducción a los extremos parece una de las tendencias del momento. El propio Trump parece dispuesto en su campaña a extremar su estrategia de todo o nada y del otro lado la comunidad hollywoodense recoge el guante.
Detrás de los fuegos de la campaña electoral conviene siempre escuchar las voces más sensatas. "Crecí buscando orientación calmada e informada en nuestros líderes. Y hoy no creo que la tengamos", dijo hace poco Tom Hanks, uno de los tantos astros de Hollywood identificados con la fórmula demócrata. Como tantos otros colegas suyos, sueña con terminar el martes a través del voto con lo que toda la comunidad del entretenimiento, tal vez como ninguna otra en la sociedad norteamericano, vive desde hace cuatro años como una larga e interminable pesadilla.
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