Henry Kissinger, el urdidor que conspiró contra Allende e impulso la dictadura en Chile
Santiago de Chile, 30 nov (EFE).- El hecho de que Estados Unidos fue un instrumento esencial en la conspiración militar para acabar con el Gobierno democrático del socialista Salvador Allende (1970-1973) es un secreto que se ha gritaba a voces antes incluso que el golpe liderado por el general Augusto Pinochet consiguiera en septiembre de 1973 lo que no lograron las dos intentonas fallidas previas, impulsadas todas por el mismo urdidor, Henry Kissinger.
Libros como el de la periodista chilena Mónica Gonzalez “La Conjura: los mil días del golpe”, explican de manera vasta y explícita como la CIA, instruida por el oscuro asesor de Seguridad Nacional del presidente Richard Nixon, tendieron una red clientelar tanto con políticos como empresarios locales para hundir social y económicamente el Gobierno de Unidad Popular, que Allende había logrado consensuar con el Partido Comunista y otras fuerzas progresistas.
Y como el Pentágono ayudó a consolidar este plan recurriendo a los tentáculos que había extendido por toda Latinoamérica desde la infame Escuela de las Américas, lugar en el que se formaron la mayoría de los militares golpistas y ultraderechistas que en el último cuarto del siglo XX ensangrentaron el continente.
"Kissinger es sinónimo de golpe de Estado" resume a EFE Cristián Castro, director de la Escuela de Historia de la Universidad Diego Portales (UDP), sobre el ‘Rasputín’ norteamericano, fallecido este jueves.
Documentos declasificados
Desde 2023, 50 años después de la asonada en Chile, ese capitulo transmitido a retazos por terceras fuentes ha pasado a ser una realidad histórica incontestable gracias a la descalcificación de una parte de los documentos secretos atesorados en el Archivo de Seguridad Nacional (NSA) norteamericano.
En ellos se confirma que la la conspiración empezó nada más ganar Allende las elecciones, como relata González, durante una reunión celebrada en el Despacho Oval de la Casa Blanca en la que participaron cuatro hombres: el presidente Nixon, que dio la orden, el director de la CIA, Richard Helms, que la ejecutó, el fiscal general, John Mitchell, que la justificó, y el propio Kissinger, cerebro gris de una política que afectó a todo el planeta.
El hombre que elevó el comunismo al grado de amenaza global y diseñó un campaña que causó miles de muertos, lo había verbalizado de forma muy sencilla unos meses antes: “No veo por qué tenemos esperar y permitir que un país se vuelva comunista debido a la irresponsabilidad de su propio pueblo”, le dijo a Helms en junio de 1970.
Según los anales históricos, la pronunció durante una de las sesiones del Comité 40, una oscura organización de alto nivel estadounidense creada para frenar el avance del comunismo en el mundo.
"La relación de Estados Unidos con América Latina y con Chile es mucho más larga que solo el golpe de Estado. EEUU estableció una relación con América Latina de tipo imperialista desde principios del siglo XX, que culminó con estas políticas más concretas de intervención como el golpe de estado", responde Castro sobre si el alzamiento contra Allende había existido sin Kissinger.
Escuela de dictadores
"Entrenó incluso a militares de las distintas naciones, llevándolos a Estados Unidos, entregándoles la ideología de la Guerra Fría donde Estados Unidos cumplía un rol de protección frente al comunismo", recuerda.
Por ello, insiste en que "está totalmente demostrada la intervención de Estados Unidos en el golpe de Estado pero hay que decir que la intervención fue producto de un trabajo de más larga data que hizo el gobierno norteamericano a través del entrenamiento de militares", señala.
No dejaré que Chile se eche a perder
En este contexto, otra de las conversaciones recientemente desclasificadas señala que Kissinger insistió a Helms en que la Administración de Nixon "no dejará que Chile se eche a perder” y le dijo a su predecesor en el departamento de Estado, William Rogers, que se debe "tomar una decisión a sangre fría y ejecutarla”, pero ”discretamente, para que no salga el tiro por la culata”.
Según las notas de Helms, en aquella reunión del 15 de septiembre de 1970 en el Despacho Oval se trazó un plan al que se pidió que se trabajara “a tiempo completo” con “los mejores hombres que tenemos” y cuyo primer paso fundamental sería lograr “que la economía grite”.
Tres años después, el grito era el de la población chilena bajo las bombas y las balas de su propio Ejército y el de los conspiradores celebrando con champaña en el Despacho Oval el amanecer de una de las dictaduras más crueles y sangrientas de Latinoamérica, que daría paso a una represión que también contaría con la rúbrica de Kissinger.
"La operación Cóndor", pero esa es otro escabroso capítulo de historia largo de relatar que también implicó a las dictaduras vecinas de Argentina y Uruguay.
Javier Martín
(c) Agencia EFE