Gobierne quien gobierne, el deporte es mucho más que un club SA o un título en Qatar

El Club Atlético Calchín, en Córdoba, donde surgió Julián Álvarez, campeón del mundo con la selección argentina
El Club Atlético Calchín, en Córdoba, donde surgió Julián Álvarez, campeón del mundo con la selección argentina - Créditos: @Diego Lima

“El fútbol”, decía Henry Kissinger, “es la encarnación de la experiencia humana”. Unos meses antes de su muerte (el miércoles pasado, con 100 años de edad), el ex superpoderoso Secretario de Estado de los Estados Unidos explicaba su pasión futbolera a la web del club alemán Bayern Munich. “Al más alto nivel”, decía Kissinger en aquella entrevista, “el fútbol es complejidad disfrazada de simplicidad”. Es “un juego maravilloso para las masas, que pueden identificarse plenamente con sus pasiones, sus triunfos repentinos y sus decepciones inevitables”. Un juego que “garantiza una adicción permanente a una mezcla de esperanza, miseria y júbilo”. Y con héroes (decía Kissinger, que amaba a Franz Beckenbauer) que “se convierten en mitos cuando enriquecen la vida de todos y tocan nuestros corazones”.

Su arribo a la Argentina en pleno Mundial 78 sirvió al dictador Jorge Rafael Videla para mostrar apoyo. Pero también era real que Kissinger iba siempre a los Mundiales. Amó al Brasil tricampeón de México 70 de Pelé (a quien llevó luego a Estados Unidos a jugar para el Cosmos) y contó que también se deleitó con la final que Argentina le ganó a Francia en Qatar. Arquitecto de la geopolítica mundial, el hombre que rompió el hielo entre Estados Unidos y “la China roja”, que condujo la Guerra Fría con la Unión Soviética, que aconsejó a doce presidentes de Estados Unidos, que salió de Vietnam después de tres millones de muertes y ocho millones de toneladas de bombas, que ordenó invasiones y masacres en Asia y África y golpes de Estado en América Latina, describía al fútbol casi como un poeta sensible y popular del Río de la Plata.

Henry Kissinger, un Secretario de Estado de los Estados Unidos muy cercano al fútbol
Henry Kissinger, un Secretario de Estado de los Estados Unidos muy cercano al fútbol - Créditos: @WIN MCNAMEE

Nacido en 1923 en Alemania, Kissinger amaba tanto el fútbol que, en pleno nazismo, iba a estadios desafiando carteles que prohibían la presencia de judíos. Trece parientes cercanos murieron en cámaras de gas o campos de concentración. Los sobrevivientes que conoció, escribió una vez, “habían aprendido que mirar hacia atrás significaba dolor, que el dolor era debilidad y que la debilidad era sinónimo de muerte”. Podía ser sutil, como cuando dijo una vez que para entender a Vladimir Putin había que leer “a Dostoievski” y no “Mi lucha”. Cínico (“lo ilegal lo hacemos de inmediato, lo inconstitucional tarda un poco más”). Y poderoso (“si alguien hace una filtración, seré yo quien filtre”). Decía que “el poder es el mayor afrodisíaco”. Y decía también al mismo tiempo que el fútbol permitía “sentir la gran inmensidad de la condición humana”.

Si lo acusaban de “crímenes de guerra”, Kissinger podía replicar “bromeando” que Estados Unidos no podía permanecer “impasible y ver cómo un país” se hacía “comunista debido a la irresponsabilidad de su gente” (salvando las distancias, claro, una reflexión parecida argumentó el Real Madrid de Florentino Pérez cuando decidió que también el fútbol era “algo demasiado importante” como para dejarlo en manos de futbolistas. Le dio su manejo a un ex director de marketing. El equipo de “galácticos” fue el aviso de lo que vendría). Kissinger, en cambio, comprendió acaso mejor la naturaleza del fútbol. Asumió la derrota cuando la FIFA le dio el Mundial 86 a México y no a Estados Unidos, como él gestionó. Sabía que el fútbol era un asunto más delicado. Sensible a “la condición humana”.

Henry Kissinger junto al entonces presidente Jorge Rafael Videla y al Embajador Raúl Castro en la quinta de Olivos, el 22 de junio de 1978.
Henry Kissinger junto al entonces presidente Jorge Rafael Videla y al Embajador Raúl Castro en la quinta de Olivos, el 22 de junio de 1978.

Por eso, hasta Kissinger entendería tal vez que cierta “motosierra” que se exhibe hoy aquí en otros escenarios, podría provocar en cambio reacciones impensadas en el fútbol. Allí están hoy Boca, sus socios e hinchas, y un nuevo fallo de Cámara que ahora los autoriza a votar. El fútbol como inesperado primer freno a cierta prepotencia de los tiempos nuevos. Capitales árabes para el negocio inmobiliario de mudar la Bombonera. Modelo Boca y ley que facilite el ingreso de capitales extranjeros en medio del debate reflotado de Clubes SA, como desea el nuevo gobierno de Javier Milei y también alienta el ex periodista Ricardo Schlieper, representante de jugadores designado como nuevo encargado del deporte y que esta misma semana comenzó a pasar largas horas dentro del Cenard.

Nuestro deporte, que tiene apoyo estatal y compite casi siempre, puede ser los Pumas 7s campeones flamantes en Sudáfrica. O Las Leoncitas subcampeonas mundiales en Chile. Y el primer plano del fútbol. “Los mejores del mundo juegan en clubes que son SA. El fútbol en casi todo el mundo es de SA”, tuiteó Schlieper semanas atrás. Y recordó que Aston Villa (Dibu Martínez) “pertenece a un empresario egipcio”, que Atlético de Madrid (Molina-De Paul) y Benfica (Otamendi-Di María) son SA, que Tottenham (Cuti Romero) “pertenece a un grupo financiero inglés”, Inter Miami (Messi), Chelsea (Enzo Fernández) y Liverpool (MacAllister) a “grupos americanos” y Manchester City (Julián Álvarez) a Abu Dhabi.

Tan cierto como que los campeones mundiales fueron formados por General Urquiza, San Lorenzo de Córdoba, Villa Real, Náutico Fitz Simon, El Tala, Don Bosco, Grandoli, Liniers, El Torito y Calchín, entre otros. Casi todos ellos parte de las 6500 instituciones de todo el país inscriptas en los últimos años en el Registro Nacional de Clubes. Así recibieron apoyo clave, y no motosierra, para sobrevivir en plena pandemia. Y para seguir formando y conteniendo no solo a campeones mundiales. Y entender que el deporte, gobierne quien gobierne, es mucho más que un Boca-negocio o un título en Qatar.