Giovani Dos Santos, el "crack" que dejó el futbol en silencio y ahora apoya a Sheinbaum

Giovani Dos Santos en un partido entre América y Comunicaciones, de febrero de 2020. (Mauricio Salas/Jam Media/Getty Images)
Giovani Dos Santos en un partido entre América y Comunicaciones, de febrero de 2020. (Mauricio Salas/Jam Media/Getty Images)

Giovani Dos Santos desapareció del mapa futbolístico sin decir mucho. Salió del América en junio de 2021. Entonces la noticia causó revuelo: Las Águilas le decían adiós a un jugador que apenas dos años antes había llegado con el estatus de estrella. Hasta le había dado la camiseta 10, que teóricamente no se le entrega a cualquiera. No cumplió con las expectativas. Incluso fueron indulgentes con él, porque ya antes de llegar al América su nivel en el LA Galaxy había bajado.

Desde entonces, dos años y cinco meses después, Dos Santos no tiene equipo de futbol. Él no ha enviado ningún anuncio oficial sobre su retiro, pero en los hechos ha colgado los botines. Es mucho tiempo de inactividad. Ningún equipo ha tenido esfuerzos reales para contar con sus servicios. Ni siquiera algún equipo de nivel inferior lo ha contratado —seguramente también tiene que ver que sus salarios siempre fueron elevados, y no cualquier oferta lo convence—.

Ni siquiera en redes sociales se le observa tan activo. Su última publicación en Instagram es de abril del año pasado. Desde luego, tampoco ha dado entrevistas. Nunca le gustó mucho hablar con los medios, aunque desde el comienzo de su carrera fuera un futbolista mediático. Por sus cualidades, por alguna declaración hecha por su padre, por su vida personal, por sus indisciplinas. Siempre estaba en el ojo público.

Pero ha habido un par de capítulos que volvieron a traer el nombre de Giovani Dos Santos a la mesa. Y no, no fueron episodios futbolísticos, sino políticos. A principios de año, en enero, mandó un saludo a Adán Augusto López, entonces secretario de gobernación, que delineaba su plan para contender por la candidatura de Morena a la presidencia. Ahora Dos Santos ha cerrado 2023 de manera similar. El diputado morenista Antonio Attolini compartió en X (antes Twitter) un video en el que Giovani externa su apoyo por Claudia Sheinbaum, y la felicita por anticipado al decir que será la primera presidenta de México y hasta expresa que pronto quiere acompañarla en algún evento.

Esto ya no resulta tan críptico como el mensaje a Adán Augusto, que se dio a destiempo, cuando las precampañas no habían comenzado. Aquí el apoyo es claro y directo. Giovani Dos Santos está totalmente alejado de las canchas y sólo ha vuelto a acaparar miradas por su apoyo a políticos. Es así. Una carrera que debía tener brillo de principio a fin se cayó a medio camino. Ahora está retirado sin estarlo: no juega. Sólo es noticia cuando hace propaganda política.

Formado en La Masia del Barcelona, escuela de clase mundial, tenía el talento para figurar a nivel elite. México supo de él hace 18 años, en el Mundial sub-17 de Perú 2005. Entonces todo era perfecto, pues tenía una historia deslumbrante por vivir. No cumplió con lo que se esperaba, pero sí llegó a ser un referente del futbol mexicano, guste o no. Campeón olímpico en Londres 2012, mundialista en tres ocasiones y anotador de dos goles en Brasil 2014, además de tres títulos de la malquerida Copa Oro —incluido el de 2011, cuando selló un gol antológico contra Estados Unidos en la final—. Y claro, el Mundial sub-17, en el que ganó el Balón de Plata (y fue Balón de Bronce en el sub-20 de 2007).

Pasó por muchos equipos de Europa sin encontrar su lugar. Barcelona, Tottenham, Ipswich Town, Galatasaray, Racing de Santander, Mallorca y, finalmente, Villarreal. Justamente en el Submarino Amarillo parecía que se afianzaba en el futbol europeo. Apenas duró dos años, porque cuando estaba en su mejor momento, a los 26 años, partió al LA Galaxy de la MLS. Llegó como una estrella y, al principio, correspondió con ese trato. Luego decayó y ya no hubo vuelta atrás. Arribó al América como hijo pródigo, porque su padre Zizinho había jugado ahí. Fueron dos años de sinsabores. Una carrera suficientemente buena para ser recordada. Una carrera decepcionante como para ser santificada.

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