Freddie Roach, el entrenador con párkinson que salvó su vida gracias al boxeo
Freddie Roach (Massachusetts, 1960) entró por primera vez a un gimnasio de boxeo cuando tenía seis años. No conoció otro consuelo en su vida. Era el camino que tenía que seguir. Pronto se apropió de un sueño: ser campeón del mundo. Su padre era peleador profesional y su madre se había desempeñado como referí. La imitación resultó inevitable y Roach emprendió un camino hacia el profesionalismo que, en teoría, serviría también para paliar las adversidades económicas en las que había crecido.
Su formación no se limitó a los gimnasios: protagonizó peleas clandestinas que, en retrospectiva, pudieron tener consecuencias nefastas. En 1978 hizo su debut en el boxeo de pago. Todo arrancó bien en su carrera. Aunque no era un virtuoso natural, el título del mundo se vislumbraba como una posibilidad. No pasó. Su carrera cambió para siempre cuando le diagnosticaron Parkinson a los 26 años, en 1986. Su entrenador, el legendario Eddie Futch —mentor de Muhammad Ali y Joe Frazier—, le dijo que sus días en el ring habían terminado. No había vuelta atrás. Roach no hizo caso, inicialmente, y entrenó bajo la tutela de su padre. La evidencia en en el ring fue desoladora: perdió cinco de sus seis últimas peleas (su récord terminó en 41-13).
La medicación excesiva para tratar su enfermedad, la cual mata las neuronas de una zona del cerebro, lo llevó a la depresión. Sin otra opción, volvió a los gimnasios como asistente de su exentrenador, Eddie Futch, y aprendió la escuela cubana de boxeo, la cual consistía en que el entrenador acompañara los movimientos de su boxeador. Es decir, protegerse en todo el cuerpo, y darle indicaciones de cómo moverse y lanzar los golpes, una modalidad en la que el entrenador se vuelve parte activa y no se limita a supervisar las acciones.
Con sus ahorros, Roach puso su propio gimnasio, el Wild Card. No era lujoso y, de hecho, tenía muchas carencias. Pero su vida cambió para siempre en 2001. Un desconocido Manny Pacquiao se había cansado de tener altibajos en Filipinas: tenía que irse a Estados Unidos. Pasó de gimnasio en gimnasio sin sentirse cómodo. Por obra de la casualidad, Pacquiao entró al Wild Card, el lugar donde lo aceptaron y que había abierto unos días antes de que él llegara. No salió de ahí en veinte años.
"Yo no me enfermo con demasiada frecuencia. Cuando estoy enfermo, yo sólo voy al gimnasio y se va. Con el Parkinson, a veces te despiertas y piensas: '¿Por qué me eligieron a mi? Pero eso es parte de la vida. Algunos de los medicamentos causan depresión y así sucesivamente, algunas mañanas voy a pensar acerca de las cosas malas. Pero luego me iré al gimnasio y voy a trabajar y todo lo malo se va”, dijo Roach a The Telegraph
La primera victoria de ambos, entrenador y pupilo, llegó en 2001 contra Lehlohonolo Ledwaba, pero el salto definitivo hacia el estrellato mundial tuvo lugar en 2003, cuando el Pacman detuvo en once asaltos a Marco Antonio Barrera. Esa victoria marcó el inicio de un mote inolvidable: El Devorador de Mexicanos. Aunque Pacquiao ya era un peleador fuerte, Roach pulió su estilo y lo dotó de las herramientas técnicas necesarias para brillas en categorías en las que siempre tendría una desventaja física.
Juntos conquistaron el mundo. Pacquiao ganó cinco títulos mundiales (absolutos) a las órdenes de Roach —ya había sido campeón una vez en Filipinas—. Arrollaron a los mejores peleadores de la época y se convirtieron en el arquetipo insuperable del entrenador cuyas enseñanzas necesitan al practicante ideal, y el peleador con talento que no ha tenido el adiestramiento adecuado. Por las cátedras de Roach han desfilado luminarias como Óscar de la Hoya, Miguel Cotto, Amir Khan y Ruslan Provodnikov. En total, ha entrenado a 28 campeones del mundo.
“Pacquiao es por mucho mi momento más feliz. Él es mi Muhammad Ali. Cuando hablo con las personas siempre me preguntan por qué construí un gimnasio, y yo le respondo que nunca saben cuando el próximo Muhammad Ali va a tocar la puerta de tu gimnasio y yo sabía que el mío era Manny Pacquiao”, contó a Un Round Más.
Pocos momentos han provocado tanta indignación como cuando Antonio Margarito, excampeón del mundo mexicano, se burló de la enfermedad de Roach. En un video difundido en los medios, Margarito parodió la forma en que Roach movía sus manos debido al Parkinson. El estadio de los Cowboys, en Dallas, atestiguó una paliza antológica. Pacquiao vengó cada momento de burla esa noche de noviembre de 2010. En algún momento, el propio Manny pidió al referí que acabara la pelea: la deuda quedó saldada. Desde 2001 hasta 2021, que anunció su retiro, Pacquiao nunca tuvo otro entrenador.
Con 62 años, Freddie Roach sigue siendo uno de los entrenadores más valorados en todo el mundo. Él disfruta su trabajo y hasta lo prefiere por encima de la recreación. "Casi no tengo un día de descanso. Mi vida es estar todos los días en el gimnasio. Es lo que me gusta, no conozco de vacaciones. En lugar de tomar unas vacaciones, prefiero hacer lo que me gusta"; contó en 2015 a The Telegraph.
El boxeo ha sido el salvoconducto perfecto para soportar la enfermedad que le fue diagnosticada hace 32 años. "Yo tenía un montón de preguntas después de Robin Williams, el actor que tenía Parkinson y tenía un montón de otros problemas, quien se suicidó. Estoy en los mismos medicamentos que estaba él. Vas al campo de entrenamiento y estás en esta pequeña habitación de hotel durante varias semanas - pensando en saltar por la ventana unos días. Sólo estoy matando el tiempo. No voy a hacerme daño. Tengo que convencer a mi neurólogo que no soy ese tipo de persona".
Roach no se convirtió en campeón del mundo, pero hizo a su propio Muhammad Ali: materializó sus años en los puños del boxeador más importante del siglo XXI. Y lo más importante, salvó su vida gracias al deporte que lo abrazó desde que abrió los ojos.