Eurocopa vs Copa América, la comparación inevitable en la que siempre hay un claro vencedor

Copa América: Lionel Messi en el partido entre Argentina y Chile. (Rich Graessle/Icon Sportswire via Getty Images)
Copa América: Lionel Messi en el partido entre Argentina y Chile. (Rich Graessle/Icon Sportswire via Getty Images)

A veces una bendición viene cargada de ciertas condiciones: hay futbol todos los días. El motivo de tal gracia es simple: la Eurocopa y la Copa América han empalmado sus calendarios. Debería ser total la felicidad para los aficionados a este deporte. Por las mañanas y tardes, voltear a ver lo que pasa en el otro lado del Atlántico y, ya en la tarde-noche, sintonizar los cotejos de la región. Sólo ha habido un problema que ha acabado con el entusiasmo general: la diferencia de nivel entre una competencia y otra, la cual se ha visto reflejada de manera amplia en apenas una semana.

No era tan habitual que estos torneos se empalmaran. Particularmente porque la Copa América tenía una dinámica, hasta 2001, muy especial: se jugaba cada dos años. Eso cambió para la edición de 2004, que fue tres años después de su antecesora. Luego la de 2007 se jugó con otros tres años de distancia. Y a partir de esa edición se determinó que el torneo más importante del continente se jugara cada cuatro años, el mismo intervalo de las Copas del Mundo y de la propia Euro.

Así, con ese formato, iba a ser imposible que coincidieran. Y, en parte, ambas se veían beneficiadas, pues tenían todos los reflectores para sí. Pero en 2016 los torneos volvieron a compartir espacio temporal porque la Conmebol decidió organizar la Copa América Centenario, que se trató de una edición especial. Un año antes se había jugado la edición normal. En ambas salió campeón Chile. En aquella ocasión, 2016, ya la comparación directa entre competencias arrojó una percepción favorable a los europeos.

Podía verse lo mismo que en este año: un nivel dispar, selecciones chicas de Europa que, pese a no contar con grandes figuras, ofrecían un gran espectáculo. Sorpresas, futbol atractivo, emoción. Del otro lado, en América, prevalecían los partidos ríspidos, de mucha intensidad física y poco tacto con el balón. Parecía que esa experiencia no volvería a vivirse porque, vale recordar, esa Copa América fue una excepción para celebrar los 100 años de aniversario que cumplía.

Pero pasó algo raro en los siguientes años. En 2019 se jugó la edición normal. Sin mucho interés en justificarla, se realizó una nueva versión para 2020, la cual, igual que la Euro, debió aplazarse un año por la pandemia de covid-19. Iba a pasar de manera inevitable: otra vez las competencias se cruzaron. En 2021, la Copa América estuvo cargada emotividad: final en Maracaná entre Brasil y Argentina; Messi, campeón por primera vez con La Albiceleste. Esas variantes hicieron que la comparación no fuera tan desnivelada, aunque otra vez el veredicto resultó claro: la Euro era sencillamente superior.

¿Por qué? No hay excusas. No se trata de calidad solamente, porque hasta selecciones modestas ofertan futbol de calidad. Y sorpresas: ahí está Austria quedándose con el liderato del grupo que compartieron con Francia y Países Bajos. Los partidos, y eso que aún no se juega más allá de la fase de grupos, son emocionantes y atractivos de ver. En la Copa América, hasta a las selecciones tradicionalmente más potentes, como Argentina y Brasil, les cuesta trabajo sentirse cómodas.

Algunos, como Danilo, veterano brasileño y Jaime Lozano, entrenador de México, han culpado a la cancha: en Europa juegan en alfombras mientras acá hay campos de NFL que debieron ser adaptados. Las ediciones pasadas no se jugaron en Estados Unidos y el margen de diferencia fue el mismo. Quizá todavía no se entiende que, en realidad, no es tan buena idea poner a los dos torneos a exhibir sus fortalezas al mismo tiempo.