Los esfuerzos del Masái Mara para evitar las avalanchas de turistas

Mercedes Ortuño Lizarán

Masái Mara (Kenia), 26 jul (EFE).- "Es su casa, no la nuestra", dice a EFE un tajante Jackson Looseyia, guía de safaris durante más de 25 años, investigador y experto en grandes felinos, esos cuyo hábitat es el Masái Mara pero a los que el turismo de masas irresponsable puede costarles incluso la vida.

Looseyia, al igual que otros experimentados guías, aplaude las últimas medidas contra lo que él llama "turismo de baja calidad", tomadas por el condado de Narok (sur de Kenia), encargado de la gestión de la Reserva Natural del Masái Mara, que alberga la mayor concentración de vida salvaje del país del este de África y que es testigo cada año de la "octava maravilla del mundo": la Gran Migración.

Desde hace unas semanas, los ñus se encuentran ya en la parte sureste del Mara, después de atravesar el Serengueti, en Tanzania, en su viaje anual en busca de hierba para alimentarse, una de las migraciones terrestres más grandes y espectaculares del mundo.

Aparte de más de 1,5 millones de mamíferos, este fenómeno atrae cada año al sur de Kenia a miles de turistas y hace de los meses de julio a septiembre la temporada alta en el Masái Mara.

De 70 a 200 dólares de entrada

Unas 920 personas visitaban de media al día la reserva antes de que las autoridades de Narok aumentaran el precio de la entrada para extranjeros de 70 a 100 dólares por día entre enero y junio y a 200 de julio a diciembre. Para los kenianos entrar cuesta de 1.500 a 3.000 chelines (entre 11 y 22 dólares), dependiendo de la época del año.

Looseyia considera la medida un "buen inicio" para "mantener un turismo de calidad, más responsable y que se interesa por las comunidades locales".

"Ahora en lugar de ver cien vehículos en línea durante un avistamiento, vemos como mucho diez o quince", aplaude también Dominic Maatany, conductor y guía en el campamento Enkewa, en una conversación con EFE desde su todoterreno en mitad de la sabana.

Cada vídeo viral de cientos y cientos de coches rodeando, por ejemplo, a una familia de leones le "rompe el corazón" a Maatany, que califica esta medida de "gran logro para la naturaleza", pues en su primer mes de aplicación ya se ha logrado "reducir mucho el ruido, la contaminación y la masificación".

Pero lamenta que muchas personas ya no podrán acceder a la reserva "porque no pueden pagar".

"No hay un solo Masái Mara"

Mientras que la mayoría de vehículos se agolpan en el norte -más accesible desde el resto de Kenia y a tan solo cinco horas en coche de Nairobi-, para Looseyia todas las zonas deberían parecerse más al suroeste de la reserva, conocido como Triángulo del Mara, con menos concentración de campamentos y sin grandes senderos.

"Se tienen que acabar las carreteras para safaris y convertirlas en pequeñas redes de caminos para ir lento, disfrutando de los pájaros y otros animales", aboga Looseyia.

Además, resalta que cada vez hay más reservas gestionadas de forma privada, con sus propias normas y limitaciones, lo que dispersa el turismo de masas.

"No hay un solo Masái Mara, hay muchos Masái Maras", añade Maatany sobre este territorio de 1.510 kilómetros cuadrados.

Maatany subraya la importancia de que haya guías profesionales y formados que conozcan el reglamento de los parques nacionales y respeten la "ética de guiar" que él aplica en sus avistamientos, como mantener distancia con los animales y alejarse de los lugares con demasiados coches.

"La gente no guía safaris por vocación, sino porque es el trabajo disponible (...). Se encuentran muy pocas personas entrenadas y que pertenezcan a la Asociación Profesional de Guías de Safaris de Kenia", lamenta, y llama a los alojamientos a contratar solo a guías cualificados.

Según Looseyia, muchas veces es el propio turista el que empuja a conductores y guías a adoptar actitudes reprobables: "Amenazan con no dejar propina si no les sitúan en la posición correcta. No les importa la vida salvaje, solo les importa su foto".

Los guepardos, los más amenazados

Leones y leopardos deambulan a escasos centímetros de los coches que los observan parados, miles de ñus abren camino a los todoterrenos a su paso, las cebras ni se inmutan al oír el rugido de un motor... Todos los animales están acostumbrados a la presencia humana en el Mara.

Y todos sufren la masificación, pero el guepardo especialmente.

Ya en la entrada de la reserva un cartel avisa de que, desde 1900, la presencia de estos grandes felinos se ha reducido un 93 % y de que tan solo quedan unos sesenta ejemplares adultos en todo el territorio del Mara.

"Los guepardos son animales estrictamente diurnos. Si la gente se agolpa, no pueden cazar. Tampoco pueden ver a un depredador como un león si están rodeados de coches", razona Maatany.

Es muy complicado a día de hoy ver a una gueparda como Nashipai, la más famosa del Mara, y a sus cachorros. Pero hay una buena razón detrás, como explica Looseyia: "Los guardaparques están las doce horas al día que hay turismo con ella para protegerla de las masas".

(c) Agencia EFE