Una escuela primaria pone a prueba una idea ‘radical’: operar 12 horas al día
NUEVA YORK — Suena como un sueño para los padres que trabajan: una escuela que permanece abierta 12 horas al día, desde temprano, a las 7:00 a. m., hasta después de la cena, a las 7:00 p. m., y sin ningún costo.
Una escuela primaria, Brooklyn Charter School, decidió experimentar con esta idea a fin de resolver dos problemas a la vez. El primer problema era un descenso marcado en el número de estudiantes en las escuelas urbanas. En todo el país se observa que las familias han dejado de enviar a sus hijos a las escuelas públicas de las ciudades, incluso en la ciudad de Nueva York, lo que ha llevado a algunos distritos a considerar la posibilidad de fusionar escuelas o incluso cerrarlas.
El segundo problema era la pesadilla logística en que viven muchos padres cuando intentan malabarear su trabajo con el servicio de guardería.
Millones de familias tienen dificultades para encontrar opciones que cubran las horas entre la salida de la escuela, alrededor de las 3:00 p. m., y el fin de su jornada laboral, varias horas más tarde. Muchas deben lidiar permanentemente con las largas listas de espera para los programas extraescolares. Otras sencillamente no pueden costearlos. Los padres de menores ingresos por lo regular tienen más problemas para encontrar servicios de primera calidad.
Estos obstáculos, sumados a las rentas elevadas y el alza en el costo de la vida, fuerzan a las familias a dejar las ciudades. La primaria subvencionada Brooklyn Charter School se encuentra en Bedford-Stuyvesant, un barrio del que se han mudado muchísimas familias negras y que ha experimentado cambios rápidos. La escuela, cuya matrícula está integrada por tres cuartas partes de estudiantes negros, perdió casi el 30 por ciento de sus alumnos durante la pandemia de coronavirus, época en que sus inscripciones cayeron de más de 230 niños a menos de 165.
“Llegamos a la conclusión de que debíamos tomar medidas radicales”, indicó la directora, Joanne Hunt. “El horario escolar no está hecho para las personas que trabajan”.
Hasta ahora, la idea de mantener sus puertas abiertas 12 horas al día parece estar funcionando. Alrededor de 80 alumnos se registraron para el horario ampliado y ahora la matrícula de la escuela es de casi 200 estudiantes. Esto parece indicar que, en una ciudad cara, el servicio escolar de más peso para algunos padres de familia quizá no sea un laboratorio científico de vanguardia ni un salón multimedios, sino un servicio de guardería asequible.
“Nos encanta”, comentó Ayanna Souza cuando recogió a su hija de 10 años de edad, Jada Lee, una tarde reciente. “Antes de que existiera esta opción batallaba mucho”, explicó.
Aunque muchos de los alumnos registrados en el programa no se quedan en la escuela las 12 horas, los miembros del personal reconocen que es mucho tiempo para que los niños estén fuera de su casa y que puede ser difícil tanto para ellos como para su familia. Pero los días largos son comunes en una ciudad en la que muchos padres deben cubrir un horario de trabajo prolongado para ganar suficiente y los traslados al lugar de trabajo pueden sumarle varias horas a la jornada laboral.
Algunas investigaciones muestran que los programas extraescolares, en especial los de buena calidad, ayudan a mejorar la asistencia de los niños, sus resultados académicos y otros parámetros de bienestar, incluida la salud mental.
El problema es que, en vista de las limitaciones de presupuesto con las que batalla la ciudad, se ha perdido la esperanza de que haya más lugares disponibles en los programas extraescolares, e incluso se han eliminado algunos programas. Las escuelas subvencionadas en general reciben financiamiento y subvenciones de grupos externos, lo que les permite ofrecer programas que algunas escuelas de distrito no pueden costear.
Brooklyn Charter solía abrir a las 7:30 a. m. Ahora, unas cuantas decenas de alumnos llegan media hora más temprano. Leen algún libro y cuentan historias en un auditorio supervisados por un trabajador social.
El horario normal de la escuela es de 8:30 de la mañana a cuatro de la tarde. Un martes hace poco, hubo bloques de estudio de matemáticas, exámenes de práctica de literatura y una feria del libro. Al concluir el horario formal, comenzó la diversión para los poco más de 80 alumnos que se quedan tarde supervisados por orientadores.
Primero fue la comida. Angela Alegria, quien trabaja en la cocina de la escuela, sacó papas fritas del horno para acompañar sándwiches de pescado. Pero los palitos de pollo y las tiras de queso mozzarella son los platillos favoritos, según un grupo de amigos de 6 años, Aaron, Ashton y Mia.
Después de la comida esa tarde, arrancó una sesión bulliciosa de comedia. Los alumnos hicieron sonar un redoble en las mesas para recibir en el escenario (una enorme plataforma de embalaje al centro del comedor) a sus amigos, que comenzaron a contar chistes. Una niña pequeña se llevó el espectáculo con esta pregunta: “¿Por qué la vaca fue a la sala de conciertos?”.
Hizo una pausa antes de dar su respuesta, que hizo estallar en carcajadas a la audiencia: “Porque quería escuchar múuuuusica”.
Luego, los alumnos se dividieron en grupos para realizar distintas actividades.
En Nueva York, menos de la mitad de las escuelas públicas ofrecen servicios gratuitos financiados por la ciudad después del horario escolar. Además de estimular el aprovechamiento académico, estas actividades pueden evitar que los estudiantes se metan en problemas: la mayoría de los delitos juveniles ocurren en las horas siguientes a la salida de la escuela. Por desgracia, la mayoría de esos programas concluyen a las 6:00 p. m., o incluso más temprano.
La falta de opciones está captando cierta atención política. El Senado del estado hace poco anunció que planea explorar opciones para establecer programas extraescolares universales. Un legislador demócrata y posible candidato a alcalde, Zellnor Myrie, ha dicho que una iniciativa de este tipo podría “cambiar por completo” la vida de las familias.
En Brooklyn Charter, muchas familias solo querían mejores servicios de guardería. “La necesidad era enorme en nuestra comunidad”, afirmó Roger Redhead, el encargado del programa.
En el transcurso de la tarde, los padres llegaron poco a poco después del trabajo. Princess Williams, cuyo hijo Adonis por lo regular se queda unas dos horas después de la salida, compartió que el programa le ha facilitado mucho las cosas a su familia. “Es maravilloso”, dijo.
Para las 6:30 p. m., solo quedaban unos cinco niños.
Se entretuvieron con partidos intensos de tres en raya en una mesa del comedor. Algunos querían quedarse todavía más tarde y seguir jugando cuando llegaron sus familiares.
Entonces, los padres les recordaron a sus hijos: “¡Vas a ver de nuevo a tus amigos… en 12 horas!”.
c.2024 The New York Times Company