Erling Haaland, el súper hombre que ya es el mejor de Europa, pero no hace olvidar a Messi ni CR7

Erling Haaland tras recibir el premio a mejor jugador del año del futbol de Europa. (Valerio Pennicino - UEFA/UEFA via Getty Images)
Erling Haaland tras recibir el premio a mejor jugador del año del futbol de Europa. (Valerio Pennicino - UEFA/UEFA via Getty Images)

Erling Haaland ha sido nombrado como el mejor futbolista de Europa durante la temporada 2023-2024. El noruego se cansó de hacer goles con el Manchester City, equipo campeón de casi todo en el último año futbolístico (únicamente erraron en la consecución de la Carabao Cup y la Community Shield). Fueron 52 goles en 53 encuentros. Una brutalidad que dejó su estatus muy claro: es el atacante más letal del Viejo Continente. Pero algo falta. La comparación, por nivel o por nostalgia, es inevitable: Haaland no es Lionel Messi ni Cristiano Ronaldo.

Se han llevado mucho, más de lo deseable, los dos monarcas del futbol mundial con su partida a tierras ajenas a Europa: nadie los puede olvidar. Y quizá lo único que se les pueda reprochar es que no hayan preparado a la afición para sus despedidas. No dejaron a ningún sucesor. Hoy el futuro es Haaland y sus goles a racimos. Es también Mbappé y se velocidad de otro planeta. Pero el vacío sigue ahí y nadie, ni siquiera ellos, dos jugadores virtuosos hasta la exageración, pueden llenarlo.

Sí, se le puede dar gusto a los amantes de la estadística: Haaland, que tiene 23 años, lleva más goles de los que habían rubricado Ronaldo y Messi cuando tenían esa edad. Y, pese a ese dato numérico que fríamente le favorece, su influencia todavía dista muchísimo de la que tuvieron sus dos antecesores. Puede hablarse, por ejemplo, de que no hizo ningún gol durante las finales que el City jugó en el último año. Pero eso también sería injusto: nadie niega que Haaland, por mera presencia, genera peligro. Los defensas lo cuidan el doble y eso tiene un beneficio colateral: hay espacios que otros jugadores aprovechan.

Sin embargo, la insuficiencia de jerarquía tiene que ver con otros factores más allá de lo futbolístico, y que incluso no encuentran explicación total en el ámbito objetivo. Desde que incursionaron como profesionales, Messi y Cristiano imantaron todos los reflectores a punta, sí, de goles, pero de otra colección de cualidades que hoy escasean en el futbol mundial. Atrevimiento, explosión, regate, un sentido ciertamente irresponsable para entender el juego, pero que resulta indispensable para disfrutarlo y hacer disfrutar: pensar el futbol más allá de los números.

Hoy esa emoción no se siente. Y que nadie se confunda: seguramente Haaland, como Mbappé, seguirá reventando todas las redes de Europa al menos por diez años más. Y es cuestión de tiempo, ahora sí, para que alguno de los dos, o ambos en diferentes años, ganen el Balón de Oro que la historia les tiene reservado. Pasará más pronto que tarde. De hecho Haaland ha dado un paso gigante hacia esa meta individual. Es ya, según la UEFA, el mejor del continente. Y, por lo tanto, ya con Messi lejos del panorama europeo, la siguiente estación es ponerse la corona de mejor jugador del mundo —este año puede ser, pero Messi todavía tiene a favor la obtención del Mundial en Qatar—.

Haaland pudo haber hecho uno y mil goles en las finales del City, y la sensación sería exactamente la misma. Porque Haaland no es Cristiano en el Luzhniki en 2008: la cara llena de lágrimas por ganar su primera Champions League con el Manchester United, ejemplo de que los rockstars también son de carne y hueso. No es Messi en Roma y ese salto espacial para cabecear un balón imposible e inaugurar la edad de oro del Barcelona. Haaland es poder puro, goles a todas horas, pero sin esa dosis de heroísmo que tienen todos los ídolos masivos y atemporales. Mbappé se acerca más a ese ideal, pero en París se encuentra estancado: da la impresión de que, a los ojos del Mundo, aparece cada cuatro años. No hay consuelo. Se acabó una era que conectó a generaciones distantes entre sí. Toca vivir la era de la frialdad, de los goles eternos desprovistos de mística.

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