Popal, la afgana que arriesga su vida por el fútbol femenino y está cambiando el mundo

Le dispararon y la echaron de su casa, pero no dejará de luchar por las niñas

Shokria Popal, la madre de Khalida Popal, excapitana de la selección nacional femenil de fútbol de Afganistán, hojea un álbum de fotografías de la infancia de Khalida, en Helsingor, Dinamarca, el 20 de noviembre de 2021. (Charlotte de la Fuente/The New York Times)
Shokria Popal, la madre de Khalida Popal, excapitana de la selección nacional femenil de fútbol de Afganistán, hojea un álbum de fotografías de la infancia de Khalida, en Helsingor, Dinamarca, el 20 de noviembre de 2021. (Charlotte de la Fuente/The New York Times)

Khalida Popal, la excapitana de la selección femenil de fútbol de Afganistán, se despertó en el suelo de su apartamento cerca de Copenhague, Dinamarca, temblando y empapada en sudor.

Se había desmayado y no podía hablar. Una ambulancia llegó a toda prisa.

El mes pasado se cumplieron dos años de cuando los talibanes tomaron el control de Afganistán. Las seleccionadas del equipo que Popal ayudó a crear en 2007 estaban desesperadas por dejar el país, pues temían que los talibanes las mataran por jugar el deporte.

Las jugadoras abrumaban a Popal con peticiones de ayuda y a ella la asfixiaba la culpa. Durante más de 15 años, gran parte de ese periodo en el exilio, había animado a las niñas afganas a participar en todas las áreas de la sociedad, incluidos el deporte, el trabajo y la educación.

El mensaje era todo lo que los talibanes despreciaban.

“Me siento responsable de estas chicas”, admitió Popal más tarde. “Preferiría morir que darles la espalda”.

Así que, aquella tarde de 2021, Popal tuvo un ataque de pánico y pensó que podía estar muriendo. Sin embargo, en un alarde de su resiliencia, ignoró a los médicos y regresó a su escritorio para seguir coordinando una evacuación de jugadoras y sus familias de Kabul, la capital afgana.

Khalida Popal, excapitana de la selección nacional femenil de fútbol de Afganistán, sostiene su premio de la FIFPro en Helsingor, Dinamarca, el 20 de noviembre de 2021. (Charlotte de la Fuente/The New York Times)
Khalida Popal, excapitana de la selección nacional femenil de fútbol de Afganistán, sostiene su premio de la FIFPro en Helsingor, Dinamarca, el 20 de noviembre de 2021. (Charlotte de la Fuente/The New York Times)

Con el apoyo de una red que había construido gracias a su activismo, ayudó a rescatar a 87 personas, incluida la selección nacional mayor. Meses después, a otras 130.

Ahora, Popal tiene otra misión, una que alcanzó su punto más alto en la Copa Mundial Femenina de este verano. Está intentando persuadir a la FIFA, el órgano rector del fútbol mundial, de que les permita a las jugadoras de la selección femenil afgana volver a representar a su país después de que los talibanes prohibieron que las niñas y mujeres practicaran deportes.

Las jugadoras, después de escapar de Afganistán con la ayuda de Popal, viven en Australia, la sede del Mundial de este año junto con Nueva Zelanda. Aunque el equipo compite para el club de fútbol Melbourne Victory, la FIFA se niega a reconocerlo como selección nacional porque la Federación de Fútbol de Afganistán afirma que no existe. Bajo el régimen talibán, no existe ningún equipo femenil.

“Estas futbolistas soñaban con jugar fútbol por Afganistán y unos hombres simplemente llegaron y les arrebataron ese sueño”, afirmó Popal. “La FIFA dice: ‘Chicas, lamentamos que hayan perdido su derecho a jugar fútbol, aunque no hayan hecho nada para merecerlo’. Es repugnante”.

En un comunicado enviado por correo electrónico, la FIFA señaló que no puede reconocer a una selección nacional a menos que primero la reconozca su federación nacional.

Banderas de la FIFA
Banderas de la FIFA

Un vocero de la Federación de Fútbol de Afganistán mencionó que la organización no podía hacer nada para ayudar porque la selección nacional femenil se disolvió cuando las jugadoras huyeron del país, una afirmación que las jugadoras rechazan.

Popal, de 36 años, ha compartido la historia del equipo afgano con cualquier persona que la escuche. Mientras trabajaba para Right to Dream, una organización sin fines de lucro dedicada al fútbol, y Girl Power, su propia organización sin fines de lucro, inició una petición que han firmado más de 175.000 personas desde su publicación en línea a finales de julio. Más de cien políticos respaldaron una carta que Popal le escribió a la FIFA junto con Julie Elliott, miembro del Parlamento británico, y Malala Yousafzai, la ganadora del Premio Nobel de la Paz que recibió un disparo en la cabeza de los talibanes cuando tenía 15 años.

“Khalida le recuerda al mundo que seguimos aquí, que no nos olviden”, comentó Fati Yousufi, capitana y arquera de la selección afgana. “Sé que muchas de nosotras hemos dicho: ‘Quiero ser como Khalida algún día, una mujer fuerte y poderosa’”.

Quien quiera ser como Popal debe comprender que su defensa de la selección afgana ha llegado tras importantes sacrificios.

“Le ha pasado una factura enorme”, opinó Kelly Lindsey, una estadounidense a quien Popal reclutó para entrenar a la selección afgana en 2016. “Pero no se detiene ni un momento para cuidar de sí misma. Porque, si lo hiciera, no le quedaría tiempo para cuidar de los demás”.

Durante el primer mandato de los talibanes, cuando Popal tenía entre 9 y 14 años, quedó atrapada en una ciudad de tiendas de campaña para refugiados pakistaníes y el fútbol era su única válvula de escape. Cuando su familia regresó a Kabul en 2002, después de que la coalición que lideraba Estados Unidos expulsó a los talibanes, Popal estaba ansiosa por desarrollar el deporte.

Su madre, Shokria Popal, le ayudó a reclutar jugadoras, a menudo enfrentándose con padres que la llamaban prostituta que intentaba destruir la cultura. De los esfuerzos de las Popal nacieron equipos de bachillerato. Cinco años más tarde, la Federación de Fútbol de Afganistán aceptó al equipo de Khalida como selección nacional femenil.

El equipo, el cual jugaba sus partidos oficiales fuera del país, se convirtió en noticia nacional por primera vez en 2010, cuando se enfrentó a soldados de la OTAN en Kabul. En declaraciones a periodistas, Popal denunció a los talibanes. Hubo un costo inmediato.

Obligaron a renunciar a algunas de sus compañeras porque sus familias no sabían que estaban jugando. Popal recordó haber recibido amenazas de muerte, incluso de una persona que la llamó para decirle que la iba a cortar en pedazos.

En 2011, Popal trabajaba como directora de finanzas y fútbol femenil en la federación, la cual por otro lado la conformaban solo hombres, cuando se quejó en televisión nacional de que la selección femenil no recibía suficiente apoyo y culpó a las autoridades deportivas corruptas.

Popal comentó que, días después, una camioneta embistió el coche en el que viajaba. Unos hombres uniformados dispararon a través de las ventanas, pero ella no sufrió daños físicos. Luego, cuando la sede del Comité Olímpico de Afganistán fue vandalizada, se culpó a Popal, entre otras personas.

Aunque negó su involucramiento, la policía emitió una orden de arresto en su contra. Horas antes de que el gobierno le prohibiera viajar, abordó un avión hacia la India.

Popal se dio a la fuga. Cambió varias veces de número de teléfono y de hotel, pero las amenazas llegaban hasta ella.

Llegó a Dinamarca después de que la empresa de ropa deportiva Hummel, patrocinadora de la selección afgana, la ayudara a solicitar asilo en el país europeo.

En el exilio, Popal en algún momento se ofreció como voluntaria para dirigir el programa de la selección nacional afgana, organizaba apariciones en torneos y contratando entrenadores. También coordinó salidas subrepticias a países seguros para jugadoras homosexuales que temían la persecución y los matrimonios forzados.

No obstante, ni siquiera las mujeres que permanecían en el equipo estaban a salvo. En 2018, Popal fue testigo de cómo autoridades de la federación acosaban sexualmente a jugadoras en un campo de entrenamiento en Jordania. Las jugadoras le contaron que esos y otros directivos, entre ellos Keramuddin Keram, quien era el presidente de la federación y un poderoso político, habían abusado sexualmente de ellas. Popal reportó lo que había oído, pero durante ocho meses los representantes de la FIFA no hicieron nada, según Popal y Lindsey.

Khalida Popal, ex capitana del equipo nacional de fútbol femenino de Afganistán, durante la Conferencia Anual de la FIFA sobre Igualdad e Inclusión en la sede de la FIFA el 6 de marzo de 2017 en Zúrich, Suiza. (Foto: Valeriano Di Domenico - FIFA via Getty Images)
Khalida Popal, ex capitana del equipo nacional de fútbol femenino de Afganistán, durante la Conferencia Anual de la FIFA sobre Igualdad e Inclusión en la sede de la FIFA el 6 de marzo de 2017 en Zúrich, Suiza. (Foto: Valeriano Di Domenico - FIFA via Getty Images)

Popal persuadió a diez jugadoras para que declararan y obtuvo planos de la sede de la federación. Esos planos mostraban que Keram tenía un dormitorio secreto anexo a su oficina donde, según le contaron las jugadoras, las golpeaba y violaba.

Al final, la FIFA vetó de por vida a Keram en el deporte y los tribunales afganos lo castigaron a él y a otras cuatro personas.

La noticia del caso llegó a otras jugadoras de la selección nacional, incluidas las de Haití, Argentina, Canadá y Venezuela. Se sintieron alentadas a denunciar los abusos sexuales que habían cometido los hombres en su deporte, afirmó Jonas Baer-Hoffmann, secretario general de FIFPro, el sindicato de futbolistas profesionales que ayudó a Popal con el caso de los abusos.

“Khalida inició una gran ola”, comentó. “Está cambiando el mundo”.

Khalida Popal, Directora del Equipo de Mujeres Afganas con miembros del Equipo de Mujeres Afganas en Ultra Football el 19 de agosto de 2023 en Melbourne, Australia. (Foto Kelly Defina/Getty Images)
Khalida Popal, Directora del Equipo de Mujeres Afganas con miembros del Equipo de Mujeres Afganas en Ultra Football el 19 de agosto de 2023 en Melbourne, Australia. (Foto Kelly Defina/Getty Images)

A la Copa Mundial Femenina le faltaba un día para terminar y Popal estaba obteniendo con dificultad toda la publicidad que podía para el equipo afgano antes de que el mundo dejara de verlo.

Yousafzai, la activista pakistaní, le ayudó con eso.

Después de leer en The New York Times sobre Fati Yousufi y el equipo afgano, quiso conocer a las jugadoras y ayudar a Popal en sus esfuerzos.

En una pequeña cancha bajo techo, con la presencia de alrededor de una docena de cámaras de televisión, Popal escuchó los discursos de Yousafzai y Yousufi. Respiraba profundo y miraba al suelo para contener las lágrimas.

Yousafzai afirmó que la FIFA debía cambiar su reglamento para permitir que el equipo compita, porque jugar un deporte es un derecho humano básico.

Llegó la hora de que la gente decida que no está del lado de los talibanes

Yousufi fue la siguiente.

Les pedimos que abran la puerta, que le abran la puerta a nuestro equipo, les abran la puerta a las mujeres de Afganistán”, dijo refiriéndose a la FIFA. “No queremos perder esta oportunidad”.

Popal nunca pensó que trabajaría con alguien de la talla de Yousafzai ni que jugadoras como Yousufi se convertirían en líderes contundentes a nivel mundial.

La ganadora del Premio Nobel de la Paz, Malala Yousafzai, el Honorable Steve Dimopoulous, Ministro de Turismo, Deporte y Eventos Importantes, y Khalida Popal, Directora del Equipo Femenino Afgano, posan para una foto con miembros del Equipo Femenino Afgano en Ultra Football el 19 de agosto de 2023 en Melbourne, Australia. (Foto: Kelly Defina/Getty Images)

“Es tan solitario y agotador hacer esto sola, algo que hice durante mucho tiempo, pero ahora veo que la nueva generación lo entiende”, comentó, entrecortada. “Ya no cae todo sobre mis hombros”.

c.2023 The New York Times Company

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