El destino pone a Lucho González en su debut como DT de Paranaense contra Racing, el club de sus amores

Lucho González jugó seis temporadas en Paranaense, en el que se retiró a los 40 años
Lucho González jugó seis temporadas en Paranaense, en el que se retiró a los 40 años

Como si faltara algún ingrediente para sumar tensión en Racing a la espera del partido crucial que se jugará este jueves, llegaron novedades desde Brasil. En la madrugada del martes se conoció que Athletico Paranaense, rival de esta llave de cuartos de final de la Copa Sudamericana, despidió a su entrenador, el uruguayo Martín Varini, luego de empatar por 0 a 0 ante Criciúma, por la 27a fecha del Brasileirão, en el que marcha 13°. Lo curioso no es sólo que Varini fue cesado pese a haber ganado 1 a 0 en el partido de ida y a poco más de 48 horas de que se juegue el de vuelta. Lo llamativo es que su sucesor será Lucho González, símbolo del equipo de Curitiba, al punto que ganó dos veces esta misma Sudamericana en su época de futbolista. El ex mediocampista de la selección argentina es, además, un confeso hincha de la Academia, más allá de que nunca vistió la camiseta celeste y blanca.

Hijo de papá uruguayo y mamá chilena, como contó en una reciente entrevista con el canal Clank!, de Juan Pablo Varsky, Lucho se hizo fanático de Racing durante la adolescencia. Solía ir a la popular junto a su papá y su hermano, mientras pateaba potreros en Parque Patricios y ya empezaba su carrera en las inferiores de Huracán. Tal como usaban los jóvenes a finales de la década del 90, González llevaba en sus muñecas y en su cuello collares de mostacillas celestes y blancas, y no precisamente por los colores de la selección, con la que luego jugaría el Mundial de Alemania 2006 y sería campeón Olímpico en Atenas 2004. El mediocampista no escondía de qué cuadro era hincha. Incluso, a los 15 años, se hizo un tatuaje para reflejar su amor por la Academia. Hasta que en un partido de octava oyó el grito de un espectador que le decía: “Ocho, acá, en Huracán, los colores de Racing no”. En el entretiempo se cortó las pulseras y los collares. Y todo pasó a ser recuerdos.

Aquella confesión de Lucho González

Como aquella noche de semifinales de la Copa Libertadores de 1997, ante Sporting Cristal, de Perú. “Era el día en que se iba a inaugurar la bandera gigante, que se decía que era la más grande del mundo. Yo quería verla y mi viejo me decía que teníamos que ir al lugar al que íbamos siempre, que era a la derecha de los Racing Stones. Y yo quería ir enfrente para ver si realmente era tan grande. Al final, fuimos donde él quiso. Las semanas siguientes fui y me compré la foto”, contó en una entrevista con el sitio Goal, en 2016, cuando era jugador de River. Casualmente esa noche que recordó González fue la última vez que la Academia logró meterse entre los cuatro mejores de un torneo continental.

El mismo desafío que intentará llevar adelante mañana Gustavo Costas, que sabe que además de una cita con la historia el choque ante Paranaense puede marcar el final de su cambiante ciclo, al que él mismo le puso la exigencia de conseguir un título. La Sudamericana parece ser esa ilusión a la que se aferra. Como ocurrió en la previa del partido ante Boca, el entrenador dispuso una concentración XL de 48 horas. Un síntoma de lo que está en juego.

Desde aquellas semifinales de 1997, en la que el equipo de Alfio Basile cayó ante Sporting Cristal, pasaron 16 intentos por volver a meterse entre los cuatro mejores de una copa (siete en la Libertadores, en2003, 2015, 2016, 2018, 2020, 2021 y 2023; seis en la Sudamericana, en 2002, 2012, 2013, 2017, 2019 y 2022; dos en la Copa Mercosur, en 1998 y 1999, y una en la Supercopa 1997). Este jueves por la noche, Racing buscará romper esa barrera de 27 años sin poder protagonizar un torneo internacional. Para lograr cruzar por fin el Rubicón deberá remontar el 0-1 que se trajo de Brasil la semana pasada. Lucho González estará presente en el estadio, como aquella noche de 1997. No será desde la tribuna sino en el banco de suplentes visitante, buscando ocupar el papel de verdugo.

Más allá de su fanatismo juvenil, dos veces estuvieron cerca de cruzarse de manera profesional los caminos de Lucho y la Academia. A finales de 2001, aseguró el propio Lucho, Huracán necesitaba vender a uno de sus futbolistas más prometedores de una buena camada de juveniles. Tomó la delantera River, pero también preguntaron por él Boca y… Racing. “Vos sos hincha, tenés que venir a jugar acá”, contó que le dijo un dirigente de aquel entonces. La Academia le ofrecía ser el mejor pago del plantel, además de un millón de dólares al Globo. El Millonario había ofertado 800 mil. Pero el mediocampista le había dado su palabra a River. Y agradeció la oferta. La segunda fue en 2015, con un desenlace similar. Después de dos temporadas en el Al-Rayyan de Qatar, Lucho pensaba en pegar la vuelta al fútbol argentino. “Racing es una posibilidad, nunca le cerraré las puertas a nadie”, decía en aquel entonces. Sin embargo, otra vez se decantó por River.

El afiche de presentación de Lucho González como entrenador de Paranaense;
El afiche de presentación de Lucho González como entrenador de Paranaense; "Algún día me gustaría dirigir a Racing", dijo el argentino en el comienzo de su nueva carrera

El regreso al equipo de Marcelo Gallardo no fue el esperado. Tuvo poca participación. Y emigró a Brasil, al Athletico Paranaense, donde jugó seis temporadas hasta su retiro con los 40 años ya cumplidos. Allí también dio sus primeros pasos como entrenador, en la función de asistente. Un rol similar al que cumplió junto a Eduardo “Chacho” Coudet en Internacional de Porto Alegre, hasta hace apenas unos meses. “Tengo el sueño de dirigir alguna vez a Racing”, había dicho cuando inició su carrera. Hasta este ofrecimiento del Furacao, solo había tenido una oportunidad como entrenador principal: fue en Ceará, durante 2022. Duró apenas diez partidos: una victoria, cuatro empates, cinco derrotas. Salió eyectado. Ahora le llegará una segunda oportunidad. Casi como un bombero. Justo en una noche que será crucial para el equipo que sentía propio cuando era adolescente. Esta vez, le tocará estar en la vereda de enfrente. Así es el fútbol.